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La fase de desarrollo del «benguaje» (lenguaje de los bebés) puede resultar frustrante tanto para los padres como para el hijo. Siempre es buena idea animarlo a que te muestre qué es lo que le hace falta. Sin embargo, seguir una rutina elimina mucha incertidumbre del proceso. Si se está dando golpes enfurecido contra la puerta del frigorífico y ya han pasado cuatro horas desde el desayuno, ¡lo más probable es que tenga hambre!

Así pues, es bastante obvio que hacia el final del primer año tu hijo ya posee una rica vida emocional. Pero los niños no llegan a este mundo sabiendo cómo manejar la frustración, cómo tranquilizarse o cómo compartir con los demás; todas estas habilidades forman parte de una competencia emocional que debe desarrollarse. Y es tarea nuestra enseñarles conscientemente cómo hacerlo. Algunos padres esperan demasiado y entonces los malos hábitos, como los berrinches crónicos, son más difíciles de erradicar. Otros, ignorando hasta qué punto su propio comportamiento enseña al niño justo lo contrario de lo que ellos quieren conseguir, tienden a elegir la opción que suponga una menor resistencia. Se rinden y piensan: «¿Y qué más da?». Éste es el inicio de los errores de crianza.

Pensad en el perro de Pavlov, que salivaba cada vez que el científico hacía sonar una campana porque la había escuchado cada vez que le daban de comer. Los bebés también funcionan así. Asocian rápidamente vuestra reacción con sus acciones. Por tanto, si hoy te pones a reír cuando tu frustrado bebé de nueve meses tira al suelo su bol de cereales porque está aburrido y no quiere comer más, te prometo que mañana volverá a hacerlo, esperando verte reír de nuevo. La segunda vez que lo haga, seguro que no te parecerá nada gracioso. O bien digamos que estás intentando que tu pequeño de un año se lave las manos, pero mientras lo acompañas al lavamanos él rompe a llorar. Entonces te dices a ti misma: «¡Bueno, qué más da! Hoy no nos lavaremos las manos». Puede que tú no relaciones ambos hechos, pero al cabo de uno o dos días, cuando te encuentres en la cola de la caja del supermercado y tu hijo alargue la mano hacia esos caramelos tan estratégicamente colocados, le dirás: «No», y él ya sabrá que puede utilizar un truco ante el que cederás. Empezará a llorar y, si no le haces caso, llorará cada vez más fuerte hasta que finalmente te rindas.

Ayudar a tu bebé a que desarrolle su competencia emocional es tan importante como alentar sus primeras tentativas de gateo o sus primeras palabras. De hecho, la forma en que respondas a los llantos, quejas y otros estados emocionales de tu hijo va a determinar, hasta cierto punto, el tipo de emociones que te esperan cuando crezca. Pero no esperes que tenga una rabieta en toda regla para convencerte. Ten presente lo que solía decir mi abuela: «Empieza tal como tengas intención de continuar». Dicho de otra manera, procura que tu bebé no adquiera malos hábitos que luego tendrás que corregir. Ya sé que esto es más fácil de decir que de hacer. Algunos bebés son más difíciles que otros, pero a todos se les puede enseñar. El truco es conocer bien a tu bebé a fin de poder adaptar las estrategias a sus necesidades. En la sección que sigue, estudiaremos el delicado equilibrio entre temperamento y educación.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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