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CONSOLAR Y DISTRAER

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Si tu bebé tiene entre siete y nueve meses y de repente comienza a llorar si te marchas de la habitación, o a tener problemas a la hora de dormir por la noche o de hacer la siesta, puede que sea el principio de la ansiedad normal por separación. Les ocurre a muchos bebés cuando se dan cuenta por primera vez de que sus madres pueden separarse físicamente de ellos. Este sentimiento de ansiedad normal no tiene por qué convertirse en un trastorno de ansiedad por separación prolongada si:

• Cuando tu hijo esté triste o enfadado, te agachas hasta estar a su altura y lo consuelas con tus palabras y abrazos, pero nunca aupándolo.

• Respondes a los llantos de tu hijo de forma optimista y relajada.

• Vigilas tu tono de voz: que no refleje pánico ni nerviosismo.

• En cuanto tu bebé se haya calmado un poco, lo distraes con algún juego, canción, etc.

Nunca recurres a controlar de lejos el llanto de tu bebé para resolver trastornos del sueño. Rompe la confianza del niño y le transmite la idea de que, al fin y al cabo, él tenía razón: Tú lo habías abandonado.

• Juegas con él al cucú, así verá que aunque desaparezcas un momento, luego regresas.

• Das una vuelta a la manzana para que tu bebé experimente cortos periodos en los que estás ausente.

• Cuando salgas de casa, haces que tu pareja o la persona encargada de cuidar a tu hijo lo acompañe a la puerta para que allí tú le digas adiós con la mano. Puede que llore todo el rato que estés fuera, lo cual es normal si el bebé se ha vuelto dependiente de ti. No obstante, debes crearle un sentimiento de confianza.

Lo que le sugerí entonces a Belinda fue que comprara una gran alfombra de juegos para la cocina y que pusiera en ella algunos de los juguetes favoritos de Tia. Mamá además encontró una nueva mesa de actividades, con teclas de piano y un montón de botones y Tia estaba entusiasmada. La novedad hizo que a Belinda le resultara más fácil distraer a su hija. Y ahora, aunque su madre se negara a cogerla en brazos, la niña al menos podía acercarse gateando a ella. Poco a poco, Tia logró concentrarse en otras cosas durante más tiempo y su capacidad para jugar de forma independiente también aumentó.

No obstante, aún teníamos que trabajar para solucionar el problema del sueño. Tia nunca había dormido bien y, al igual que muchas madres, Belinda había optado por el camino más fácil durante meses, permitiendo que se quedara dormida en su pecho. Ahora, era la única manera de conseguir que su hija conciliara el sueño. Cuando había comprobado que la niña estaba completamente dormida, Belinda se levantaba muy despacio y se la llevaba a la cuna, que estaba… ¿lo adivináis?: en el dormitorio de sus padres, naturalmente. Así pues, ahora tenemos a esta niña, que durante el día se angustia si su madre no está permanentemente con ella, despertándose en su cunita en plena noche. Su pequeña mente de bebé le está diciendo: Pero, ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde está mamá y su pecho tan confortable? Seguro que nunca va a volver.

Pusimos la cuna de Tia otra vez en su habitación y, a fin de que papá volviera a «pintar» algo en todo aquello, le enseñé cómo aplicar el método P. U./P. D. (véanse las páginas 224-225). Cuando Martin puso en práctica el método, le recomendé que le susurrara continuamente a su hija: «No pasa nada, ahora tienes que dormir, sólo eso». Al padre le costó unas cuantas noches de llantos y mucho empeño, pero perseveró.

Tras unos días de serenar a Tia, enseñándole a dormirse solita y ayudándola a pasar la noche entera en su cuna (más información sobre este tema en el capítulo 6), el bebé acabó despertándose sólo una vez por noche y, a veces, para asombro de sus padres, incluso dormía de un tirón. Por la mañana y por la tarde, sus siestas también mejoraron. Ahora que ya no estaba tan agotada, la ansiedad por separación disminuyó considerablemente.

Un mes más tarde, fue como visitar a otra familia. Al no tener que estar sosegando a Tia las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, Belinda pudo dedicar más tiempo a su otra hija Jasmine. Y Martin, que antes se sentía impotente, ahora formaba parte del equipo, contribuyendo junto a su mujer a la crianza de las niñas. Y no sólo eso; además, finalmente, había empezado a conocer a su hija pequeña.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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