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La pregunta por el tiempo

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Hay varias temporalidades distintas en la Commedia. Una es el tiempo de Dante, la época en la que vivió y que arrastra consigo en su periplo, pero hay que tener además en cuenta los días que dura su viaje por el Más Allá, el tiempo de quienes habitan el reino de los muertos (y habría que realizar distingos, pues no es igual el de los condenados, el de los que purgan y esperan o el tiempo de los bienaventurados), y también está presente el tiempo, la época en la que vivieron los condenados, que reaparece en su conversación con Dante. Y más allá de las referencias temporales, del tiempo con minúscula, no debe olvidarse el gran tiempo, el tiempo con mayúscula, el de la simultaneidad de los hechos y las épocas de la historia que conviven en el magno eje vertical que estructura toda la Commedia. Lo ha explicado magistralmente Bajtin:

La lógica temporal de este mundo vertical es la simultaneidad pura de todas las cosas (o la «coexistencia de todas las cosas en la eternidad»). Todo lo que está separado en la tierra por el tiempo, se reúne en la eternidad, en la simultaneidad pura de la coexistencia. Esas divisiones, esos «antes» y «después» introducidos por el tiempo, no tienen importancia; para entender el mundo, han de ser desechados; todo debe ser comparado al mismo tiempo, es decir, en la porción de un solo momento; el mundo entero debe ser visto como simultáneo. Sólo en la simultaneidad pura o, lo que es lo mismo, la atemporalidad, puede revelarse el sentido auténtico de lo que ha sido, lo que es y lo que será; porque lo que los separaba –el tiempo– carece de auténtica realidad y de fuerza interpretativa. Hacer simultáneo lo no simultáneo, y sustituir todas las divisiones y relaciones temporales-históricas por divisiones y relaciones puramente semánticas, atemporales-jerárquicas, fue la aspiración constructiva-formal de Dante, que determinó una construcción de la imagen del mundo en la vertical pura. (1989: 308-309)

Pero volviendo a los rasgos de los libros de viajes, me parece evidente la importancia que Dante otorga al transcurrir del tiempo. El funcionamiento de un exacto cuadro horario en los primeros dos cantos o el interés por dar puntos de referencia que permitan al lector percibirlo no son irrelevantes. Los sucesos, la ficción, la alegoría, no deben hacernos olvidar los elementos temporales, las fechas en que se desarrolla el viaje y su duración.

Estamos hablando de tiempo y de espacio, de descripción de lugares, es decir, del esfuerzo de Dante para expresar y explicar cuanto sucede en ese reino. A la hora de abordar la compleja relación entre tiempo y espacio es incuestionable de nuevo la auto-ridad de Bajtin, y en concreto, la formulación de la noción de cronotopo, cuya fecundidad metodológica es de sobra conocida. Bajtin llama cronotopo a la conexión entre relaciones temporales y espaciales que aparecen asimiladas en los textos literarios. El tiempo se condensa, se comprime, se hace visible, al tiempo que el espacio entra en el movimiento del tiempo, de la historia. El cronotopo organiza los acontecimientos argumentales y ofrece el campo principal para su representación en imágenes. Todos los elementos abstractos de un relato –generalizaciones filosóficas, digresiones de cualquier clase que abundan en la Commedia– tienden hacia el cronotopo y adquieren cuerpo gracias a él. Es reveladora la importancia de los cronotopos del camino y del encuentro en el texto de Dante. En el camino, en el viaje supremo, en el mismo punto temporal y espacial, se unen caminos de gente de todo tipo, que representan diferentes niveles y estratos sociales, así como religiones, épocas y países distintos. Y junto al camino que recorre Dante, los encuentros. En todo encuentro la definición temporal (al mismo tiempo) es inseparable de la definición espacial (en el mismo lugar). Entre todos destaca uno, el de Beatriz y Dante. Desde el inicio mismo del Infierno se prepara el momento en que los amantes en la tierra se reencuentren en el cielo.

El problema radica en que en el paraíso no hay tiempo («a l’etterno dal tempo era venuto», Par. XXXI, 38). Los saltos de un grado a otro, de un cielo a otro, se suceden sin que transcurra el tiempo, aunque las distancias que se recorren, según señalaron ya los contemporáneos de Dante, son muy notables. El viajero, sin embargo, no percibe el paso del tiempo, tal y como se dice en diferentes lugares del Paraíso. Al hablar de viaje, debemos recordar que hablamos también de una ascensión en términos de una mejora moral que sucede en el instante. La metamorfosis espiritual sucede fuera del tiempo y es un cambio súbito:

e io era con lui; ma del salire

non m’accors’ io, se non com’ uom s’accorge,

anzi ‘l primo pensier, del suo venire.

È Bëatrice quella che sì scorge

di bene in meglio, sì subitamente

che l’atto suo per tempo non si sporge.7

(X, 34-39)

Podemos decir que Dante se mueve a través de las esferas con una sucesión de actos instantáneos como si se moviera de pensamiento en pensamiento. No se trata solamente de la particularidad del viaje. Dante sabía que no podía invocar los parámetros de la racionalidad terrestre ni sus rígidos esquemas del tiempo, porque anularía el misterio y la inmensidad del paraíso. El empíreo está fuera del tiempo y del espacio. Las dimensiones humanas se desvanecen, como veremos luego, en conceptos metafísicos y en imágenes místicas.

Maravillas, peregrinaciones y utopías

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