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La literatura de la luz

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En el Paraíso se pierden casi todas las referencias terrestres, pero Dante no puede prescindir de ellas. En un discurso que ofrece tantas claves y que se construye teniendo en cuenta tantas disciplinas, no pueden faltar relatos de tono autobiográfico, vidas de santo presentadas al modo de exempla, digresiones sobre temas teológicos. Todo ello contrasta con descripciones de músicas y de luces de sobrehumana belleza. Hay comparaciones que provienen del mundo natural, como el rayo entre las nubes (XXIII, 79-81), la «fronda che si leva» (XXVI, 85-87), el amanecer (XXXI, 1-9); algunas del mundo y la vida de los animales, como el halcón liberado (XIX, 34-37) o la cigüeña que vigila a las crías (XIX, 91-93); y algunas de la vida familiar, como el niño que se despierta hambriento (XXX, 82-84, o XXIII, 121-124).

Pero si hubiera que dar nombre al paisaje del tercer reino, sería el de la luz. La luz es la idea motriz, el hilo conductor del poema dantesco. No estamos solamente ante una metáfora, sino ante una de las claves que expresa la organización y el sentido último de la más alta realidad y, por tanto, de la cantica tercera y de toda la Commedia. Dante menciona la luz desde el principio y el viaje por el universo es una elevación a través de cielos más y más brillantes. La jerarquía, el orden, las categorías de la existencia provienen de la luz. En el canto II, Dante no sólo considera la jerarquía de los ángeles, sino que sienta las bases sobre las que trazar un universo jerarquizado por la luz. María Corti veía en el poder inmenso que Dante otorga a la luz una base neoplatónica, según la cual la luz se convierte en «forma sustancial» de los cuerpos celestes, mientras que para el aristotelismo la luz era sólo una cualidad accidental. La luz llena el paraíso, forma el paisaje de los cielos y posee un significado científico, un sentido físico y un altísimo valor teológico.31

Dante entra en las esferas de luz de los astros (VIII, 13-15; X, 28-41; XIV, 85-87), en el espacio sideral de la constelación de los Gemelos (XXII, 110-120) o dentro del «Primo Mobile» (XXVII, 99-102). A la variedad de paisajes contribuyen el color rosado atribuido a la luz de Marte (XIV, 86-87), el color blanco asignado a la luz de Júpiter (XVIII, 64-68), y la luz adquiere formas como la cruz griega formada por dos rayos (XIV, 95-108; XV, 19-24) o la escala de oro en Saturno (XXI, 28-30). El empíreo es sólo luz (XXX-39), pero ya no hablamos de luz en el sentido anterior; no es un simple paisaje, es una luz intelectual que trasciende la categoría de luz sensible. Una vez que Dante entra en el empíreo, es deslumbrado por una «luce viva» que le ciega y le prepara para una visión. Dios es la verdad y la verdad es la luz. Todo el episodio está influido por textos bíblicos, en particular por el episodio de la conversión de san Pablo narrada en los Hechos de los Apóstoles (22, 6-11).32

Sobre este fondo luminoso resaltan los habitantes del paraíso: los santos, los ángeles, Dios. Dante atribuye al cuerpo aéreo de los bienaventurados un halo de luz. Pero por encima de cualquier cosa, destaca la imagen de Dios, que aparece expresado como un punto (XXVIII, 40-42), una de las figuras que organizan la materia y que proviene de la Metafísica de Aristóteles (XII, 7): «Ex tali igitur principio dependet caelum et natura» («Así pues, de tal principio penden el Cielo y la Naturaleza»). Muchos ilustradores de la Commedia asimilaron este punto con el sol, lo que invita a pensar que los mitos solares no habían muerto. La luz, una e indivisible, se proyecta en numerosos espejos (XIII, 49-69; XXIX, 136-145). Visiones como el triunfo de Cristo, la contemplación de María (XXXI, 124-142), o la pintura del río de la luz y de la rosa celeste (XXX, 58-81 y 97-117), inundan de luz al poeta y al lector. Como dice Dauphiné:

Ces épisodes où le mot se fait étincelle, où le chant se fait tableau, sont de véritables hymnes à la lumière (1984: 116).

En el momento de la última visión, la cosmología poética se confunde con la verdad y la fe. Lo que ve Dante es imagen y realidad, fondo y forma. Ningún velo cubre ya nada. La luz coincide con lo que es y su sentido en el paraíso no es solamente el de caracterizar la existencia de Dios, sino el de mostrar cómo coexiste en él con la esencia. Ningún velo cubre ya nada.

En este cosmos donde todo habla de Dios, Dante intenta que todas la criaturas, todos los registros de la creación se expresen en términos de luz. Me interesa destacar, sin embargo, que aunque una y otra vez afloren consideraciones cosmológicas y que Dante trate de esferas celestes o de elementos del universo, y que todas ellas sean a veces materia de un canto, estamos muy lejos de cualquier tratado doctrinal. Frente al didactismo del Convivium, se eleva ahora la poesía visionaria del viaje a ultratumba. Los datos brutos del manual se traducen en imágenes y metáforas gracias al trabajo del poeta. Dante aborda el tratamiento de la materia cosmológica desde el punto de vista de las imágenes, las metáforas, es decir, de lo que hoy llamamos literatura. En el texto aparecen inexactitudes de tipo científico que no obedecen a errores o desconocimiento, sino al sentido poético de la obra. Dante tenía la necesidad de concretar la idea del paraíso en una narración poética que resolviera las contradicciones e incertidumbres de la tradición, y la de dotar al paraíso de una estructura acorde con las otras partes del cosmos designadas en los primeros cánticos del poema. El equilibrio entre la imaginación poética y la ciencia se rompe siempre en favor de la primera. La ciencia se pone al servicio de la indagación simbólica, y de ahí que la Divina Commedia sea polisémica: ciencia, poesía y mitología se relacionan íntimamente. El simbolismo vinculado al dragón o a Venus nos hacen entrar en el corazón de una poética simbólica. En el empeño de Dante, en la andadura del viajero, parecen traducirse las palabras de Máximo confesor, tal y como señaló Dauphiné:

La totalidad del mundo espiritual aparece misteriosamente expresada en formas simbólicas a través del mundo sensible, al menos a los ojos de aquellos a quienes les es dado ver; y todo el mundo sensible se encuentra resumido en el interior del mundo espiritual, llevado a su sentido por la sabiduría del espíritu [...] Pues la contemplación simbólica de las cosas espirituales a través de las cosas visibles es al mismo tiempo penetración por el espíritu y comprensión de cosas visibles por las invisibles.33

Maravillas, peregrinaciones y utopías

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