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El periodismo estudiado

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Los académicos abordan el periodismo en tanto profesión, vocación, institución, práctica o texto. Como actividad dedicada a la producción y distribución de noticias que sirvió para organizar a partir del siglo XIX un perfil de profesión liberal en oposición a la idea de vocación apoyada en motivaciones democráticas o personales (la vocación es aquel impulso por el que se sacrifican ingresos, pero no ideales). El periodismo aparece como institución social en la idea del cuarto poder, metáfora que sigue teniendo vigencia incluso en sociedades donde los otros tres poderes no están muy organizados. Los investigadores que eligen esta perspectiva comprenden que el periodismo no puede entenderse aislado de los contextos en que las noticias interactúan con las audiencias. La institución está conformada por las culturas, prácticas, tecnologías, economías, leyes y normas no escritas que les dan a las noticias su significado y su poder. En todas las sociedades puede pensarse el periodismo como cuarto poder, pero en algunas es más de cuarto que en otras.

La investigación académica también indaga más allá del modelo institucionalizado y estudia la práctica, el quehacer propio de un periodista, recortándolo de los roles cristalizados para entenderlo como persona, con decisiones y necesidades individuales. En los modelos periodísticos implícitos en las discusiones públicas siguen vigentes las funciones clásicas de los medios que estableció Harold Lasswell hace siete décadas: la supervisión o vigilancia del entorno, la corre- lación de las distintas partes de la sociedad en su respuesta al contexto, la transmisión de los valores sociales y el entretenimiento. Sin embargo, la definición de los roles periodísticos tiene múltiples matices, según se trate de las normas (lo que los periodistas deben hacer); los modelos (lo que les gustaría hacer); las prácticas (lo que hacen); el discurso (lo que dicen que hacen). Las expresiones del lenguaje corriente asociadas al periodismo conllevan metáforas de la profesión que usan los distintos actores sociales. Operan como mandatos, como descripciones o como marcos conceptuales.

La pregunta acerca de qué es ser periodista es crítica en sociedades donde la profesión no tiene requisitos profesionales delimitados como la colegiación o la matrícula profesional, sino que es considerada como parte del ejercicio amplio de la libertad de expresión. La investigación latinoamericana se concentró en la alternativa de estudiar al periodismo como producción textual, es decir, deducir lo que es el periodista desde sus discursos. De esta escolástica viene la decisión de analizarlo a través del producto de su trabajo, las noticias, que se leen desde la semiótica como si fueran cartas de un tarot que devela los sinos y destinos de la profesión.

Cuando se pone el foco del estudio en la noticia, las metáforas que se utilizan hablan de construcción discursiva, producción textual, armado de agenda, como si el periodista fuera un obrero y la noticia un constructo que puede estar bien montado o carecer de bases sólidas. La metáfora edilicia entiende que una noticia sin fundamentos es endeble y se desmorona. En cambio, si es sólida no podrá ser derribada, como sabe cualquiera que haya leído la fábula del lobo y los tres cerditos. Para la industria, las noticias no son tan deliberadas, sino que irrumpen cual fuerzas de la naturaleza que impactan, sacuden, conmocionan como terremotos. O se desparraman como avalanchas que no pueden contenerse. A veces cobran vida por exceso de sensaciones y son noticias sensacionalistas o que llegan al grado extremo de morbosas. Entonces se ponen amarillistas por exceso de bilis, sangrientas, escandalosas. En las metáforas fisiológicas se esparcen como virus, especialmente si son fake news, según se denuncia catastróficamente por estos días, porque circulan de manera descontrolada y se contagian entre los individuos débiles que no tienen anticuerpos para los engaños.

Pero una cosa es cuando los especialistas hablan del periodismo y otra cuando los periodistas hablan de sí mismos. A las cinco metáforas que usan los académicos, la investigadora Barbie Zelizer suma otras siete a las que recurren habitualmente los periodistas para hablar de su trabajo, que piensan como espejo, instinto, contenido, historia, criatura, servicio y compromiso.

• El espejo es una metáfora común que alude a la idea de captar las imágenes del mundo, de observar, de ser testigo (el Daily Mirror es de 1903). Y también de registrar, como se ve en The Daily Universal Register (nombre con el que nació The Times en 1785), así como The Patriot Ledger o Des Moines Register. Denominaciones como Der Spiegel, Der Tagesspiegel, Abilene Daily Reflector, The Evening Reflector, Everest Reflector o El Espejo de Málaga aluden a la idea de representación precisa, sin deformación. La famosa frase con que Walter Cronkite cerraba su programa en la CBS, “And that’s the way it is”, recuerda expresiones como “así son las cosas”, “esto es lo que pasó”: los periodistas solo enfocan la cámara para mostrarlo. La expresión que se usa cuando alguien amenaza a un periodista porque no le gustó la noticia es “No maten al mensajero”, como si el reportero fuera un mero portador de una literalidad que apenas transcribe.

• El instinto periodístico que muchos periodistas mencionan con las metáforas de un sentido innato para la noticia es una especie de sexto sentido para la información. Dentro de esta metáfora estaría la del sabueso periodístico, ese que cuenta con un “olfato noticioso” para detectar cuando un asunto huele mal, o al que la nariz le avisa que ahí hay una noticia.

• Es común hablar de lo que hay en los medios como contenido. Se dice que algo está “en el noticiero” o “en el diario” como si fueran recipientes que contienen la información. La idea de “cubrir” un tema o la “cobertura” que tiene un medio se incluyen dentro de esta metáfora espacial, reforzada con conceptos como “noticia superficial” o “investigación profunda”, aquella que llega hasta el fondo de un asunto. Por eso también “esconde”, “oculta” las cosas que no puede publicar, y también “protege” sus fuentes.

• Contar una historia está en la base del periodismo narrativo, que es una de las variantes de más prestigio, pero también de las noticias sensacionalistas que apelan a las emociones para relatar los sucesos. La narración sería el aditivo periodístico a la transcripción aséptica de hechos que prescribe el modelo del espejo. Este componente sensacional puede ir desde el sentimentalismo y la exageración o el morbo hasta el invento de citas y sucesos. En defensa de los excesos literarios, Hunter Thompson, el ideólogo del periodismo gonzo, parafraseaba a William Faulkner cuando decía que “la mejor ficción es mucho más auténtica que cualquier periodismo”. Este enfoque permitiría reivindicar una frase apócrifa, atribuida eventualmente a mucha gente, que dice: “No permitas que la realidad estropee una buena historia”. Los nombres de periódicos como El Cronista o Crónica surgen de esta metáfora, así como la designación de “crónica latinoamericana” para el periodismo literario.

• Hay metáforas que usan los periodistas al equiparar su tarea con el cuidado de una criatura: “tener hambre de noticias”, “cuidar la fuente”, “hacer madurar la historia”, “dejar dormir al texto”. O “alimentar a la bestia”, en alusión a atender el impulso irrefrenable de buscar información, que en el entorno digital también puede ser “dar de comer a la máquina devoradora” de los ciclos imparables de 24 horas por 7 días. Asimismo se usa esta metáfora cuando se le pide al resto de la sociedad que “cuide al periodismo” o que se hable de su “fragilidad” ante las agresiones del poder. Muchos diarios adoptan el nombre de Monitor, aquel que cuida de los párvulos, que no sabemos si son metáfora de las noticias o de los ciudadanos.

• El periodismo como servicio público es repetido muchas veces como argumento para enaltecer la profesión. Se usa con naturalidad para hablar de “servicio de noticias”, o “servicio de interés público”. Esta metáfora se opondría a la idea de periodismo militante en la medida en que cuestiona la posibilidad de la defensa de un interés político o ideológico por sobre el interés público general. Aunque sea una metáfora muy bonita, es una de las que están atravesando transformaciones más radicales: ese interés se definía institucionalmente, el medio seleccionaba y publicaba aquello que la sociedad tenía que saber y ahí acababa la discusión. Pero hoy la participación de los lectores empieza a delatar, insolente, la brecha entre ese “interés público” definido desde el poder y los medios con el “interés del público”.

• El compromiso del periodismo en nuestras latitudes suele asociarse a lo partidario, pero en el entorno digital se consagró la idea de engagement para designar el involucramiento de las audiencias con la propuesta informativa, una medida más comprometida que la suma de clics. Entiende, por ejemplo, que una cosa es ver la nota y otra muy diferente es comentarla o llevarla a las redes para compartirla entre amigos y seguidores. El potencial de expansión depende más de esto que de las acciones promocionales que en los últimos años se especializaron en objetos coleccionables o descuentos en el mercado. El lugar central que adquieren los lectores en la circulación de la información en las redes sociales hace que la participación empiece a ser un factor importante en los medios, tanto como la personalización y las narrativas colaborativas que agregan al periodismo los adjetivos “cívico”, “ciudadano”, “público”, “comunitario”, presentes también en los nombres de diarios que incluyen las palabras “ciudadano”, “liberal” o “popular”.

Estas metáforas periodísticas clásicas se configuraron alrededor de una idea de esfera pública liberal según la cual los medios de comunicación tenían un papel central en la discusión ciudadana, que buscaba información producida por un periodismo atento productor de noticias de interés social para audiencias masivas. Este proceso era la clave para entender la potencial influencia de la prensa de masas y su capacidad de dirigir el interés de la gran mayoría de la ciudadanía hacia temas relevantes para la formación de opinión política. Pero requería también de una ciudadanía educada e interesada en la política que fuera, por añadidura, consumidora de prensa de calidad. Toda esta ingeniería de formación de opinión fue descripta por Jürgen Habermas en su clásica teoría de la opinión pública publicada en 1962. Pero en 2018 el mismo filósofo entiende que la infraestructura social que sostenía esa opinión pública decimonónica prácticamente no existe en el mundo en que los milenials adquieren la mayoría de edad. En una entrevista de ese año, (1) el pensador dice que ya es difícil encontrar sociedades con periodismo despierto, prensa de masas con propósito, opinión pública atenta. Sin embargo, cualquiera de esas ideas sigue presente con vigor dentro del periodismo y en las escuelas en las que se enseña.

Las metáforas del periodismo

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