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Para Carlos Montes de Oca

Con qué cara: Apuntes sobre la desigualdad

Con qué cara hablar de desigualdad. La igualdad haría trizas los fundamentos de cada una de nuestras precarias seguridades individuales, de nuestras precarias comodidades, de nuestros hábitos cotidianos. Cuál más cuál menos, profitamos de la desigualdad de las sociedades en que vivimos. Cuál más, cuál menos, tema enorme, en el que caben gradaciones incomparables.

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La desigualdad es una secreta carga de culpa. Quién no ha sentido un alivio fuera de su país, en un país más próspero: la desigualdad es menor, y por último, no es de responsabilidad nuestra. Por un momento, el del viaje, la secreta carga de culpa no pesa sobre nuestros hombros.

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La desigualdad es un “ruido secreto”. Hay una obra de Marcel Duchamp que se llama “el ruido secreto”: “un ovillo de cordel entre dos placas de latón negro unidas por cuatro tornillos, y que contiene un pequeño objeto desconocido —incluso para el mismo Duchamp— que suena al moverlo”1. La desigualdad es un ruido secreto (“ruido”, también, como se usa en la informática) que acompaña —rechinando, me imagino— el funcionamiento de los engranajes de la sociedad. La desigualdad es el “ruido secreto” que interfiere los discursos establecidos de las ciencias sociales y de la política, incluso cuando éstos hablan de igualdad.

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Con qué cara hablar de desigualdad, si uno es, por decir algo, “intelectual”. César Vallejo lo dijo todo en el poema “Un hombre pasa con un pan al hombro”, que condensa el “ruido secreto” (“estruendo mudo”, dice él en otro poema) que rechina tras el quehacer del intelectual. El poema está hecho de estrofas de dos versos que repiten la misma estructura. El primero muestra un hecho de la vida cotidiana, de la subsistencia, de los pobres. El segundo comienza “cómo pues”, “con qué valor”, “cabrá aludir después”, “cómo escribir después”... “voy después a leer...”. Así: “Un banquero falsea su balance/ con qué cara llorar en el teatro?”. Con qué cara. Para quien vive en el reino de la necesidad elemental, toda actividad intelectual es superflua. El intelectual lo sabe, siente claramente cómo rechina en su actividad ese ruido secreto.

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Con qué cara. Si hay hambre, con qué cara nada “Ya no más he de ser lo que siempre he de ser/ pero dadme/ una piedra en que sentarme/ pero dadme/ por favor, un pedazo de pan en que sentarme/ pero dadme/ en español/ algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse/ y después me iré.../ Hallo una extraña forma, está muy rota/ y sucia mi camisa/ y ya no tengo nada, esto es horrendo”. César Vallejo sigue diciéndolo todo, él, que se murió en París, al decir de Juan Larrea, “de sus muchas hambres”.

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Desde el arte, con qué cara. Estuve en la Feria de Basilea, ese enorme mercado en que cientos de galerías de arte —de Nueva York, de París, de Berlín, de Barcelona, de Madrid, de Tokio, de Brasil, etc. etc.— exhiben sus productos con precios; hasta las instalaciones más “contestatarias”, en un enorme espacio del alto de un edificio destinado no al comercio, como el resto, sino a la exhibición, hasta las instalaciones más contestatarias, digo, las de “abject art”, las de sangre menstrual y pelos, las de elementos corruptibles, todas, todas, con indicación de precios, altísimos. Con auspicios comerciales, otras, de las firmas que les facilitan, por ejemplo, varios autos último modelo desde cuyos asientos los espectadores manejan una filmación de video. Allí, el arte conceptual, como en el verso de Baudelaire, vends sa pensée. El poema de Baudelaire hace una analogía entre él mismo, el poeta que vende su pensamiento, y la prostituta, aquella que por conseguir zapatos ha vendido su alma, así lo dice. Los críticos, por su parte, han dicho que ese poema, escrito a fines del siglo XIX, prefigura la suerte del artista en el mercado del siglo siguiente.

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Desde el arte, con qué cara: ciertamente no con la cara desdeñosa, de oler mierda, con la que se pasean las elegantes parejas gay, hablando en varios idiomas sobre las cosas que hay que saber en la feria de Basilea. El arte, con qué cara. O con qué máscara más cara. El mundo de los que apuestan al arte, que compran obras como quien compra acciones de la bolsa de comercio, y siguen sus cotizaciones en los remates de Christie's y de Sotheby's, y en las brillosas revistas donde la disidencia también tiene su cotización.

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(El arte transformado en otra bolsa de comercio, en otra mesa de juego. Paul Lafargue, citado por Walter Benjamin, hizo en 1906 una analogía entre el mercado accionario y el juego, el casino, donde se gana y se pierde a consecuencia de hechos que no se conocen, y donde reina lo inexplicable. Las causas del éxito son en gran medida ininteligibles y dependen mucho de la suerte2. La descripción podría ajustarse sin mucho problema a la del mercado internacional del arte).

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Benjamin: “¿Acaso no existe una cierta estructura del dinero que sólo puede reconocerse en el destino, y una cierta estructura del destino que sólo puede reconocerse en el dinero?”3.

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Me falta algo acerca del mercado internacional del arte. Una mirada que tenga que ver, quizá, con la nariz pegada en el vidrio de una vitrina, con la mirada de alguien que sólo puede mirar desde afuera ese círculo. Una mirada que tenga que ver con nosotros. Con estar más out que in. Con otra frontera, entonces, tal vez eso sea lo interesante. A lo mejor, entonces, con otra cara. Cuál, habría que preguntarles a los artistas de esta exposición en torno a la desigualdad.

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Por última vez, con qué cara. Las caras del hambre, las de la guerra, las de las víctimas, las de los pobres circulan en los medios de comunicación hasta embotar cualquier sensibilidad ante ellas. Han pasado a formar parte de una nueva retórica, codificada, utilizada, predigerida. Las caras del horror no sirven ya para significar el horror. Cómo harán, los artistas de esta muestra, para desautomatizar la percepción de su tema: esa es una de mis curiosidades.

Catálogo exposición Desigualdad, Centro de Extensión UC, Santiago de Chile, 2001.

1 Rojas, Sergio, en su prefacio al libro de Pablo Oyarzún, Anestética del Ready-Made, LOM/ ARCIS, Santiago de Chile, 2000.

2 Benjamin, W., The Arcades Project, translated by Howard Eiland and Kevin McLaughlin, prepared on the basis of the German volume edited by Rolf Tiedemann, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, and London, England, 1999, p. 497.

3 Ibid., p. 496.


Claudia Aravena, “Berlin: been there/ to be here”, video. Galería Gabriela Mistral, “Reconocimiento de lugar”, 2002.

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