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2. Estudios sobre empresa, paternalismo y poblados industriales

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En los estudios de empresa, la relación entre esta y la familia ha tenido gran desarrollo desde hace años. Existen indicios suficientes de la importancia de los vínculos parentales y amicales en la génesis y reproducción de las firmas y en las estrategias económicas.3 En este sentido, la vertiente social de la microhistoria italiana y el microanálisis (especialmente Levi, 1990), la economía política polanyiana (en particular Polanyi, 1976, 2007) y la antropología proporcionaron conceptos y problematizaciones que permitieron advertir el peso de las dimensiones social y cultural en la dinámica, el comportamiento y las estrategias familiares y empresariales.

Para el análisis empresarial resultó indispensable retomar los aportes de los estudios sobre firmas familiares (Cabrera Suárez y García Falcón, 2000; Colli, Fernández Pérez y Rose, 2003, Fernández Pérez y Lluch, 2015), los de redes sociales en empresas (Barbero y Ceva, 2004; Ceva, 2010), de estrategias y redes familiares (Adler Lomnitz y Perez Lizaur, 1998; Bragoni, 1999, 2006), de condiciones y proceso de trabajo en las fábricas (Lobato, 2004, 2007; Elisalde, 2004), de ideologías empresariales (Barbero y Ceva, 1997) y de empresa y género (Lobato, 1990).

Para caracterizar a la firma Liebig’s Extract of Meat Co. Ltd. nos interesa, entre las posibles categorías que podrían discutirse para el caso (empresa multinacional, transnacional, grupo económico, free standing company4), la de “empresa familiar”. Por un lado, porque es la que mejor se adecua a los objetivos que se propone el presente estudio; por otro, porque es la noción que se utiliza en el discurso de la propia compañía y en los testimonios de los exdirectivos o sus descendientes, que ponen el acento en la genealogía familiar de la que forman parte; finalmente, en el hecho de que hasta la década de 1970 integró el board de Londres por lo menos un miembro de la familia fundadora.

En el contexto de este tipo de firmas, una categoría medular del estudio es “paternalismo” como modo de gestión empresarial, y su análisis es tributario de una amplia bibliografía. Su complejidad ya fue señalada por Edward P. Thompson (1984: 19-20) con relación a la utilización problemática de un término que remite a un modelo de orden social “visto desde arriba” y cuyo uso tiene “implicaciones de calor y de relaciones personales que suponen nociones valorativas”. Por su parte, Gérard Noiriel (1988) advierte que se trata de una noción cargada de connotaciones peyorativas a partir de su utilización por los portavoces del movimiento obrero a fines del siglo XIX.

El término ha sido utilizado por diversos autores para identificar un modelo de política empresarial que pretendía incidir tanto en la esfera de la producción como en la de la reproducción de la mano de obra, a través de la incorporación de obras sociales que incluían la puesta a disposición de los trabajadores de viviendas, servicios e instituciones.

Entre los autores que trabajan esta categoría están los que, vinculados a los discursos foucaultianos (Foucault, 2003), visualizan al paternalismo como una estrategia patronal para el control y disciplinamiento de la mano de obra a través de una serie de prestaciones sociales y de prácticas moralizantes (Sierra Álvarez, 1984, 1985, 1990; De Gaudemar, 1991). Estas perspectivas, centradas fundamentalmente en la estructuración de las relaciones sociales a partir de políticas empresariales que aseguran el flujo constante de la fuerza de trabajo y el desarrollo eficiente de la producción, destacan los mecanismos de la disciplina que parecerían invadir hasta los ámbitos más privados de los trabajadores. Sin embargo, la literatura ha destacado también, en el marco de gestiones empresariales paternalistas, la agencia de los trabajadores a través de distintas formas de cooperación, consentimiento y/o negociación para maximizar los beneficios, y de resistencias, traducidas en quejas, pequeñas rebeliones de la vida cotidiana y luchas sindicales (Bertucelli, 1999; Barbero y Ceva, 1999; Palermo, 2012, Lemiez, 2013).

Gérard Noiriel (1988) ha puesto de manifiesto que las mutaciones que acompañaron el inicio del siglo XX incidieron en el diseño de nuevas formas de control totalizadoras, que no se explican solo por razones disciplinarias. En esta nueva etapa, la autoridad del patrón ya no se da por sentada, sino que hay que acudir a otros mecanismos –sobre todo los simbólicos– para legitimar su poder. Federico Neiburg (1988), en esta línea, analiza las relaciones paternalistas en el contexto de un sistema organizado jerárquicamente como relaciones personalizadas cuya manifestación se encuentra en la presencia predominante de la figura del patrón en el vínculo entre trabajadores y empresa.

Algunos autores como José Luis García García (1996) prefieren hablar en términos de “prácticas paternalistas”, poniendo el énfasis en acciones específicas llevadas a cabo por la empresa con el objetivo de producir consenso, desvinculándolas de las estrategias específicas de control, mientras que otros estudios destacan a la vez el costado benefactor y el componente autoritario de estas prácticas (Badaloni, 2007, 2011; Simonassi, 2007).

Estas diferentes interpretaciones reflejan la diversidad de puntos de vista de los autores, como también la multiplicidad de contextos y períodos en los que se aplica la categoría. En este estudio se considera que en el paternalismo se entrelazan intrínsecamente el disciplinamiento y las políticas sociales empresariales. Es en este sentido, en el que el control y los “beneficios” no actúan en forma excluyente y donde el consenso y la percepción de la “conveniencia” por parte de los trabajadores juegan un papel tan importante como el de la imposición empresaria, que la noción de paternalismo adquiere su significación.

Otro tema relevante en esta obra es el de los poblados industriales.5 Estos constituyen emprendimientos de iniciativa empresarial donde se asociaba estrechamente –tanto desde el punto de vista espacial como social– fábrica y vivienda, dando origen a un grupo poblacional que giraba en torno a un establecimiento fabril. El tipo de emprendimiento diseñado por Liebig’s, caracterizado por el aislamiento, la inexistencia de fuentes de empleo alternativas y la propiedad de las viviendas por parte de la empresa, se acerca al “sistema de fábrica con villa obrera” que estudió Sérgio Leite Lopes (1979, 1988, 2011) para las industrias azucareras y textiles de Brasil y retoman, para casos argentinos, Federico Neiburg (1988), Marcela Brac (2011), Hernán Palermo (2012), Griselda Lemiez (2013). En este modelo, donde la empresa creaba un mercado de trabajo antes inexistente, se delimitaba un sistema social en el que las relaciones entre los trabajadores y la firma no se restringían a lo estrictamente laboral, sino que la compañía tendía a dominar y controlar todas las esferas de la actividad de los obreros, incluyendo la vida cotidiana de sus familias. El caso de Liebig’s se distancia levemente de este patrón en el hecho de que existía en la zona, antes de su instalación, un establecimiento saladeril con una población de potenciales trabajadores.

Sin embargo, la categoría “sistema de fábrica con villa obrera”, que destaca la necesidad de contar con trabajadores disciplinados y donde es clave la relación entre trabajo y vivienda, adquiere relevancia en el presente caso, especialmente en lo que se refiere a la importancia central de la posesión de una casa.

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