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Parálisis infantil (poliomielitis)

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Desde que se administra la vacuna de la polio, por vía oral, la incidencia de esta enfermedad es muy escasa entre la población infantil. Su agente causal es muy activo y produce potentes toxinas que llegan a destruir las células nerviosas y pueden dar lugar a parálisis. La enfermedad, como tal, dura de catorce días a tres semanas aproximadamente. Lo que se presenta después son las consecuencias de la enfermedad, las temidas parálisis. Por ello, es muy importante actuar a fondo y lo más pronto posible. Es del todo improcedente esperar a ver qué pasa. Con cierta frecuencia me llegan relatos o informes que me hacen ver lo necesario que resulta escribir nuevamente sobre este tema, para que tanto profanos como profesionales no pierdan de vista las reglas básicas que les evitarán las temibles consecuencias de esta enfermedad.

No hace mucho, un padre de familia de la Suiza central me informaba de que su hijo fue internado en un hospital para controlar y observar mejor la enfermedad. El médico dejó pasar días y días sin hacer nada hasta que comenzaron a presentarse las primeras parálisis, que llegaron a afectar a los pulmones del chico. No hubo más remedio que colocarlo en un pulmón de acero y, a pesar de que era fuerte y robusto, murió al cabo de pocas semanas. Con los tratamientos actuales no se hubiera dado un caso como este. Muchos fisioterapeutas famosos, entre los que se encuentra la conocida enfermera Kenny16, han mostrado que, en estos casos, una rápida actuación es importante para poder salvar la vida de estos enfermos. Si solo se procede a esperar, se da tiempo al agente causal de la enfermedad a que destruya las células nerviosas con sus toxinas. A poco que se presenten los primeros síntomas de la enfermedad conviene hacer sudar al paciente, sea en una «caja sudorífica», con un baño sudorífico, sea en la sauna, mediante un baño hipertérmico (baño de Schlenz) o, sencillamente, con una envoltura sudorífica de larga duración. El método empleado no importa; lo realmente importante es producir una rápida y abundante sudoración en estos niños. De este modo, podemos impedir que aparezcan las temibles secuelas de esta enfermedad, parálisis incluidas. Si en el caso antes citado se hubiera procedido según el método de la enfermera Kenny, seguramente el joven muchacho no hubiera perdido la vida. Ante enfermedades peligrosas como esta no deberían pasarse por alto los buenos resultados conseguidos por estos terapeutas, aunque uno tenga una mentalidad conservadora a la hora de actuar terapéuticamente. Hay que actuar rápidamente ante la aparición de los primeros síntomas; los comienzos de esta enfermedad semejan a los de una gripe, con gran sensación de cansancio, dolor de cabeza, pesadez en brazos y piernas, vómitos, inapetencia y otros síntomas. Poco importa si se ha establecido ya el diagnóstico de polio o todavía no. Los síntomas son determinantes y exigen una actuación inmediata, a saber: provocar la sudoración. Con ello beneficiamos al paciente, se trate de una posible poliomielitis o de otra enfermedad. No hay que preocuparse de si se ha hecho un diagnóstico erróneo, ya que la actuación inmediata no es perjudicial y puede impedir la progresión de tan grave enfermedad.16

Otra buena ayuda es emplear remedios de apoyo, como el Gelsemium D6, así como preparados de ortiga y calcio, ya que en estos casos siempre resulta conveniente un aporte de calcio. Podemos emplear Nux vomica D4 para combatir la sensación de malestar. Todos estos remedios constituyen unas buenas medidas de apoyo. Para no sobrecargar los órganos del paciente, podemos recurrir a una dieta a base de zumos. De todos modos, lo más importante es la eliminación en forma de sudoración mantenida, a la vez que se procura que exista una buena actividad renal e intestinal. Los buenos resultados conseguidos con este proceder hace que no debamos prescindir de él, aunque utilicemos también otras buenas terapias.

La parálisis infantil se presenta periódicamente y por zonas. Parece ser que los días veraniegos de bochorno o calor sofocante favorecen el desarrollo de su agente causal. De ahí que la enfermedad presente una mayor incidencia de casos en verano17 que en los meses fríos del año. En las regiones tropicales la enfermedad se da durante todo el año. Científicos expertos en ella han observado que muchas personas, especialmente niños, son portadores del virus causante, pero no enferman, ya que disponen de un estado defensivo-inmunitario suficientemente eficaz. Raramente se presenta esta enfermedad en los pueblos indígenas o en los que viven en íntimo contacto con la naturaleza, de lo que se deduce que diversos hábitos o costumbres erróneos de nuestra civilización aumentan la predisposición a contraerla y disminuyen la capacidad de resistencia a la misma. ¿Cómo podemos protegernos de esta temible enfermedad? Resulta muy conveniente adoptar una serie de medidas preventivas para protegernos de las enfermedades infecciosas. Es básico y fundamental practicar una forma de vida lo más natural posible, junto con una sana actividad física. Nuestros fieles acompañantes serán, a ser posible, la luz, el aire y el sol. Como se sabe con bastante seguridad que la puerta de entrada habitual del virus de la polio es la cavidad nasofaríngea, en tiempo de epidemias no olvidaremos pincelar a fondo la garganta de los niños con un concentrado de suero láctico para protegernos mejor de las enfermedades infecciosas y para aumentar nuestra capacidad defensiva. Si la enfermedad ya ha aparecido, la base del tratamiento reside entonces en desintoxicar y eliminar. De este modo se crean las condiciones idóneas para superar la enfermedad sin graves consecuencias posteriores.

El pequeño doctor

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