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Funcionamiento del cerebro
ОглавлениеNuestra actividad mental es el producto de la interacción de cerca de 100.000 millones de neuronas capaces de transmitir transitoriamente impulsos eléctricos de unas a otras en billones de combinaciones posibles.
En 1906, Santiago Ramón y Cajal recibió el Premio Nobel de Medicina por demostrar que las neuronas no están en contacto permanente, sino que se conectan transitoriamente para formar secuencias neurales constituidas por miles de neuronas que en un instante dado se encienden según un patrón determinado.
Cada una de esas secuencias neurales, a lo largo de la cual circula un impulso eléctrico, constituye un trozo de información.
Nuestro cerebro conforma así una red de neuronas propensas a conectarse transitoriamente con sus vecinas, para transmitir información que será distinta según el patrón de conexiones utilizado.
Cada experiencia nueva, cada conocimiento incorporado, cada emoción, se traduce en una nueva secuencia neural. Esto sucede continuamente desde que nacemos.
A la fantástica característica de interconexión de esa “red” neuronal, se agrega otra con connotaciones aún más extraordinarias: el disparo de una secuencia neural deja una huella, o engrama, en las neuronas involucradas de manera tal que, al acceder posteriormente a algún punto de la misma, es posible reproducirla nuevamente en su totalidad. Este mecanismo es el que nos permite memorizar información, para recuperarla más adelante, con solo invocar algún punto de la secuencia neural a efectos de que se dispare nuevamente.
Obsérvese que la información en la memoria está implícita en el engrama de la secuencia neural y solo se hace explícita cuando se dispara nuevamente, producto de una evocación.
Cuantas más veces se utiliza una determinada secuencia, más profundo es el engrama y más fácilmente se reproduce (más accesible y duradero es el recuerdo). Este comportamiento, también, es lo que nos permite “aprender” por repetición. Paralelamente, aquellas secuencias que no se usan se vuelven más débiles con el tiempo.
Otra característica extraordinaria de estas “redes” cerebrales es que el disparo simultáneo de dos secuencias neurales tiende a asociarlas entre sí, de modo que, en el futuro, la activación de cualquiera de ellas puede derivar en la activación de la otra.
Esta capacidad asociativa permite incorporar a la secuencia original otras secuencias ya existentes u otras que están incorporándose, complementándola y enriqueciéndola. Se van formando así bloques de información cada vez más complejos (bloques constructivos de la cognición), que algunos autores han denominado esquemas (Piaget, 1972; Rumelhart, 1981).
Un esquema es, entonces, una secuencia repetible de actividad neural. Es cualquier concepto, idea, pensamiento o imagen que puede repetirse en su forma original cuando algún estímulo determina su aparición. Los esquemas representan el conocimiento a todos los niveles, desde ideologías y verdades culturales hasta la noción de lo que constituye una oración apropiada en nuestro idioma, y forman parte de la llamada memoria de largo plazo, alojada en nuestro inconsciente.
A través de este mecanismo es como se genera la inmensa diversidad de pensamientos que posee nuestro cerebro, la posibilidad de aprendizaje a lo largo del tiempo por incorporación de nueva información a los circuitos establecidos y el “pensamiento creativo”, ya que le permite asociar información dispersa, conectarla de una manera novedosa y generar ideas que nunca antes se habían tenido.
Como consecuencia del mecanismo de asociación, nuestro cerebro está cambiando continuamente en función de las vivencias que tenemos. Por tanto, como se verá más adelante, la información recuperada desde la memoria no es necesariamente igual a la registrada originariamente.
Funcionalmente, nuestro cerebro opera bajo dos modalidades:
• mente consciente,
• mente inconsciente.
Cada una de ellas tiene características y funciones distintas, pero están profundamente interrelacionadas, de manera que logran una maravillosa complementación.
Se estima que alrededor del 80% de la actividad cerebral está fuera de nuestra consciencia.
Ambas tienen capacidad de almacenamiento de información, pero también poseen fantásticas capacidades para su procesamiento (cognición). Al respecto, el consciente dispone de la llamada memoria de corto plazo, a la vez que el inconsciente aloja la memoria de largo plazo.