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¿Es este libro una utopía?

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Me habría gustado mostrar mi espíritu optimista con un titular atractivo como «Este mundo tiene arreglo». Pero la reflexión sobre ello me ha llevado a descartarlo pues solo se puede arreglar lo que se ha estropeado, lo que hace imposible arreglar aquello que a lo largo de los tiempos no ha hecho sino mejorar. Y aun sabiendo que esta es la primera afirmación que puede provocar el rechazo de muchos a la vista de lo que vemos y oímos todos los días en las noticias, la realidad es que el mundo en su conjunto no ha hecho sino tener una evolución muy positiva. Quien quiera basar su opinión en datos sobre cualquier variable (hambre, analfabetismo, derechos humanos, muertes violentas, longevidad, libertad…) se encontrará sin argumentos para decir que el mundo hoy está peor que en el pasado. Es cierto que en algunos aspectos la acción del hombre ha podido herir el planeta, y desde luego también es cierto que las crecientes dinámicas sociales de confrontación y polarización, junto con la práctica del vale todo, que con tanto arraigo se está instalando en nuestra sociedad, nos puede llevar a sentir que nuestro mundo es un desastre. Pero mírese de nuevo la cuestión desde Marte y podremos observar que el mundo como tal, para la población en general, parece estar mejor que en cualquier otra época previa por más que haya aspectos en fase de deterioro.

Por ello, y por no pretender arreglar el mundo, este libro no es una utopía. Más bien es un identificador o diagnóstico de fenómenos negativos que están emergiendo, o son consecuencia del llamado progreso, y de otros positivos que surgen de forma espontánea en la sociedad como mecanismos propios de su inteligencia de supervivencia. Y si algo pretende es evitar que el mundo se estropee o desarregle precisamente por cuestiones humano-emocionales en las que el grado de analfabetismo en Occidente es todavía muy elevado en comparación con el desarrollo del hombre y de la sociedad en otros ámbitos.

El ser humano, como consecuencia de las fuerzas de la naturaleza y la inevitable lucha por la supervivencia, tendrá siempre un lado bueno y uno malo. Desde que Adán se comió la manzana estamos destinados a vivir con dolor, sufrimiento, lucha y comportamientos que calificamos de malos y contrarios a la ética, a los principios o los códigos de convivencia que en cada momento se dan en la sociedad. Por ello sería utópico pensar que podemos ir a un mundo ideal en el que todos estemos felices y encajados de manera absoluta y permanente. Además, en general, lo que para unos sería arreglar el mundo para otros supondría un gran desarreglo y ello con multitud de versiones y matices. Por otra parte, es claro que cuando el ser humano arregla algo en sociedad, surge otro nuevo problema o conflicto fruto de un nuevo estadio evolutivo. Por ello este libro se mueve en la dimensión de la observación de lo que ocurre y en la de hacer cierta predicción intuitiva de lo que va a ocurrir.

Nos encontramos anclados en mentalidades que no conciben una sociedad con formas diferentes de rentabilidad o con sistemas de motivación de la actividad humana no basados en el dinero tal y como hoy funciona. Y ante ello me pregunto, y pregunto a los lectores, ¿nuestros hijos, preferimos que vivan en el mundo más productivo del universo o en el mundo más amable? Seguro que desde Marte esta pregunta la podremos contestar mejor.

Por ello la predicción de este libro no es la de que la productividad y la competitividad vayan a ser abandonadas en pro de aspectos emocionales y espirituales. Pero sí tengo la firme convicción (y confieso que me gustaría) de que tales aspectos cederán bastante espacio, por imposición del juego de fuerzas del sistema, en favor de la búsqueda de un verdadero bienestar emocional, humano y espiritual. Solo así tenderemos a un más sano (aunque siempre inestable) equilibro que corregirá el exceso de peso que hoy hay en el lado de la balanza de los aspectos económico-financieros tradicionales. Y esto no es algo que vaya a ocurrir, sino que, en mi opinión, ya está ocurriendo, como veremos a lo largo de este libro.

No niego sin embargo que el libro muestre un cierto sueño respecto a la evolución de la sociedad. Pero es un sueño basado en ciertas lógicas antropológicas que ojalá se impongan a otras. Y es por tanto un sueño de los que hay que tener para construir una sociedad, no solo que sea mejor, sino en la que todos nos sintamos mejor. ¿Cuántas cosas de hoy fueron antes soñadas por alguien en el pasado? ¿No se ha cumplido acaso, al menos parcialmente, el famoso sueño de Martin Luther King?

Y aunque el libro debiera también estar escrito desde Marte para describir fenómenos y diagnósticos sin mi implicación personal, juicio o preferencia de unas cosas sobre otras, confieso que ello me ha resultado imposible y no puedo por tanto negar que en ocasiones se me verá el plumero respecto a lo que es una evolución deseable, seguramente acopladas a mi propia conveniencia.


La democracia de las emociones

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