Читать книгу La democracia de las emociones - Alfredo Sanfeliz Mezquita - Страница 13
¿VIVIMOS EN UN MUNDO DISTINTO?
ОглавлениеA lo largo de la historia, las personas que tratan de entender la sociedad en que viven tienden a pensar que lo que le ocurre a su generación es algo muy singular o único. Consideran, por ello, que enfrentan situaciones o problemas novedosos, únicos y difíciles que parecen justificar el derecho a lamentarse de cómo está el mundo, tendiendo en general a hacer crítica a los jóvenes, por su supuesta relajación de valores, superficialidad etc. como clase causante de los males que afectan a la sociedad. Debo confesar que, si me dejo llevar por mi inconsciente, mis emociones y sentimientos este es un pensamiento también recurrente en mí. Podría confesar que, sin reflexión, sin pensar, lo que siento a menudo es que la gente de hoy es la leche, que ha perdido los principios, que es muy superficial y que por este camino mal va el mundo. Solo cuando me convierto en un observador externo disociado de mis vivencias, de mi historia personal de sentimientos, apegos, emociones y creencias puedo constatar que en gran medida esas cosas tan especiales y negativas no son realmente tan especiales de nuestra época. Por supuesto que el desarrollo de las tecnologías, la riqueza y las costumbres son diferentes, pero el juicio que merece a las sucesivas generaciones su propio tiempo o época mantiene muchos patrones comunes a lo largo de la historia, al menos en los últimos siglos. Basta leer libros de distintas épocas para constatar un patrón común en lo que se refiere a la valoración que merece la evolución respecto de la moral, los valores etc. La lectura pone de manifiesto en general la dificultad o resistencia a la absorción del cambio propio de la evolución de las sociedades. Leyendo cosas escritas hace doscientos años relacionadas con la evolución de la sociedad de aquel tiempo uno puede pensar que podrían estar escritas en el presente.
Nuestro miedo y resistencia al cambio nos hace mirar y vivir con resquemor todo lo nuevo, y en definitiva todo aquello que pueda suponer una amenaza a la cómoda inercia en la que cada uno vive sumido en un hábitat social que domina para desenvolverse en él sin esfuerzo. Por ello, ante las cosas, tendencias o fenómenos nuevos, tendemos, especialmente a partir de ciertas edades, a pensar que son una amenaza al deber ser social, es decir algo negativo para lo sociedad. Me atrevo a decir que en gran medida asociamos lo bueno a lo conocido y a lo habitual, lo que nos hace sentir legitimidad para ser críticos con lo nuevo o lo distinto.
La evolución social es un continuo en el que cada generación se siente única pensando que los fenómenos que en ella se dan son tan singulares que convierten la situación en algo extraordinario. Y yo mismo, siendo quizá víctima de ese fenómeno, me dispongo a continuación a señalar algunos aspectos de nuestra sociedad occidental pensando que son de tan singular naturaleza que nos colocan ante un cambio de era. Ello me lleva, quizá en una búsqueda de refuerzo de la importancia del momento, a hablar de que estamos saliendo de un larguísimo periodo de escasez y pasando a una novedosa, desconocida y desconcertante era de la abundancia. Durante siglos y milenios la sociedad ha vivido con escasez de bienes para atender nuestras necesidades más básicas, lo que ha condicionado toda la vida y el funcionamiento social. Hoy continúa la búsqueda, pero, siendo los bienes excedentarios, el objeto de esa búsqueda es diferente y se centra en la satisfacción de más y más necesidades sociales y psicológicas que modelan un mundo y una forma social muy diferentes que todavía no sabemos manejar, convirtiéndose la creación de nuevas necesidades en el fin primordial de nuestra maquinaria socioeconómica para poder sostenerse.
Bien podría obedecer la reflexión anterior al arraigado vicio de sentirnos especiales como sociedad pensando que lo que nos viene es peor que lo pasado, al menos en términos morales. Pero, en la compleja sociedad de hoy se dan unos factores que muestran un cambio de tendencia o punto de inflexión en relación con ciertos aspectos de nuestro modelo de sociedad y contrato social.
Estos elementos considero que conforman en las sociedades occidentales una situación diferencial de cambio de tendencia o de era y constituyen la base de muchas de las observaciones y reflexiones que desarrollo en este libro. Identifico en este sentido cuatro factores:
1. Tenemos los estómagos llenos: por primera vez en nuestra historia en Occidente puede afirmarse que cualquiera tiene acceso a la cobertura de sus necesidades básicas para sobrevivir: comida, ropa, refugio y en algunos países incluso servicio médico. Y no solo es que exista este acceso a todo ello, sino que, sin darnos cuenta, en lo más profundo de nuestras cabezas y casi de forma inconsciente, nuestro instinto de supervivencia tiene aquietado cualquier desasosiego relacionado con el miedo a carecer de ello en el futuro. Esto es especialmente visible en las nuevas generaciones y tiene un impacto enorme, pues por primera vez la energía y el pensamiento de las personas se llena con inquietudes mucho más relacionadas con aspectos psicológicos o sociales tales como la búsqueda de dignidad, estatus, justicia, sentido etc., lo que genera nuevas voces y gritos en nuestra sociedad por parte de personas que antes debían de mantenerse en docilidad y sometidas a la ortodoxia de un contrato social si querían poder conseguir alimento para ellos y sus hijos.
2. La sociedad occidental construida sobre el liberalismo económico ha sido una extraordinaria maquinaria de creación de riqueza que sin duda ha supuesto una gran mejora de la calidad de vida de las personas. Como parte de ello nuestro sistema económico ha sido desde su nacimiento una máquina de creación de clases medias. El número de personas encuadrables en la llamada clase media ha sido siempre creciente, dando lugar a la base de nuestro estado de bienestar, extendido a una gran mayoría de personas. Sin embargo, por primera vez en la historia Occidente se está convirtiendo en una máquina de creación de clases bajas, o sentimientos de clase baja. Las estadísticas muestran cómo los empleos de baja calidad son cada vez más, produciéndose un trasvase de personas de la clase media a la baja. Sin duda este fenómeno es apreciado con distinto juicio por unas y otras personas en nuestra sociedad, pues son muchas las voces que dicen (posiblemente con razón) que es una clase baja más rica que la clase media de hace cincuenta años. No pretende este libro entrar en el debate de la justicia o del utilitarismo asociado a las desigualdades, aunque resulta un tema de gran interés. Pero sí es relevante saber que la posición en relación con este tema desde la que se escribe este libro es la de quien piensa que los niveles de satisfacción psicológica de las personas están indisolublemente ligados a los factores del entorno, pues solo con la comparación se puede tener criterio: ningún coche es bueno o malo, grande o pequeño, nuevo o viejo si no es en relación con otros, como tampoco nadie se siente encajado o desencajado en la sociedad si no es por comparación con las circunstancias del entorno, que constituyen una referencia para originar los sentimientos de satisfacción o insatisfacción. La relevancia de este factor se ve especialmente ensalzada por el hecho de algo también novedoso en nuestra sociedad: la información y la transparencia, que hacen que las informaciones puedan ser fácilmente conocidas por todos.
3. El mundo se nos ha quedado pequeño. Ya no hay territorios que conquistar como los hubo hasta hace poco tiempo. Ni siquiera las influencias excesivas sobre otros países o territorios son demasiado bien vistas. Y cuando no hay territorio fuera de nuestros límites, las conquistas hay que hacerlas dentro de ellos, lo que provoca un mundo encerrado en sus luchas y competencias internas que provocan una constante polarización y la creación permanente de relatos legitimadores para las acciones que unos y otros acometen. Consecuencia de este factor es que ya no tenemos enemigos externos claros como factor de unión y cohesión de la sociedad y por ello los enemigos los tenemos que crear dentro de casa, lo que en combinación con los otros factores de este apartado, provoca una población que busca sus adhesiones a grupos construyéndolas sobre la creación más o menos artificial de miedos, enemigos y odios. Nada une más que compartir un enemigo común y nada dificulta más el entendimiento entre las personas y los grupos sociales que la vivencia de una relación con una emocionalidad propia de los enemigos. Seguro que si la Tierra sufriera una seria amenaza de invasión por parte de una sociedad de extraterrestres nuestra disposición a cohesionarnos y dar forma a un contrato social global con principios y autoridades claros sería mucho más factible.
4. Las sociedades se han hecho muy permeables. La información no tiene fronteras, y las culturas y sentimientos ya no se encuentran en compartimentos estancos dentro de las fronteras de unos y otros países. Los grupos sociales son una amalgama de personas de distinta procedencias, formas de pensar, sentimientos, culturas, religiones etc. haciéndose mucho más difícil el saber quién pertenece al grupo de «nosotros» y quiénes son de «los otros», pues ello dependerá de en qué ámbitos y aspectos. Los sistemas y las culturas son cada vez más líquidos y formados por elementos entremezclados de distintos orígenes o procedencias. Cada vez más se dan personas que son difícilmente encuadrables por tener y vivir con rasgos, historias, procedencias y sentimientos diversos. Es el caso de un ciudadano que es español, pero hijo de un ecuatoriano casado con una rumana y que ha vivido veinte años en Estados Unidos... O un inglés afincado y con gran cariño a España casado en primeras nupcias con una española con dos hijos españoles de ella y casado en segundas nupcias con una rusa. ¿A qué grupo de pertenencia corresponden? ¡¡Qué lío!!
Estoy seguro de que muchos pensarán que hay muchos otros rasgos o factores en nuestra actual sociedad de mayor importancia para determinar lo que la hace singular y para explicar sus dinámicas y funcionamiento. Podríamos hablar de la tecnología, Internet y el universo virtual, la inteligencia artificial, los populismos, las fake news, la problemática medioambiental... Sin duda son rasgos importantísimos de nuestra sociedad, y probablemente sean los de mayor peso cuando lo que se observa es la sociedad en su superficie. Pero si lo que se pretende es comprender el porqué de muchos de los fenómenos, dinámicas o tendencias, resulta importante bucear en aquello más allá de lo observable con una primera mirada para encontrar los verdaderos factores o causas que constituyen las palancas motivacionales de todo lo que nos ocurre. Es decir, bucear por debajo de la superficie para comprender lo que ocurre realmente dentro, en la profundidad y realidad existente como vivencia colectiva resultante de la suma de vivencias individuales. Por ello, sin despreciar en absoluto los anteriores rasgos o características fácilmente observables de nuestra sociedad, mi pensamiento de que estamos ante un cambio de era y de paradigmas proviene de destilar todos ellos. Y en esa línea es imprescindible buscar las fuerzas o motivaciones que son causa de lo que ocurre, y que están determinadas y dirigidas por nuestros instintos y mecanismos de supervivencia individuales y colectivos. Y tras sumergirme en esas profundidades yo me quedo con los cuatro factores expuestos como base para explicar el porqué de nuestra complejidad social, que nos cuesta comprender por las razones que seguidamente desarrollo.
Nada puede comprenderse sin entender y aceptar los sistemas internos atemporales y universales que mueven al ser humano hacia la búsqueda de amor, de ser querido, de poder, de placer, de seguridad… Estas programaciones genéticas o neuronales de todo ser humano, junto con los cuatro factores o hechos diferenciales analizados, son los que provocan la forma y fenómenos actuales de nuestra sociedad.
Y es precisamente el hecho de que dichas programaciones y motivaciones humanas sean muy poco visibles por encontrarse enterradas u ocultas lo que hace difícil comprender la complejidad del funcionamiento de nuestra sociedad y las distintas relaciones de causa-efecto y correlaciones que se dan en ella.
Es por ello por lo que seguidamente trataré de exponer las razones que pueden explicar nuestra dificultad para comprender con naturalidad lo que está pasando en la sociedad. Y para ello divido el trabajo en tres distintos ámbitos de distorsión de la mirada social causada por nuestros bajos niveles sociales de conciencia. Pues son precisamente nuestra ceguera y falta de conciencia las que nos impiden integrar y aceptar lo que está pasando como algo natural en el comportamiento y la evolución de una sociedad que se encuentra en un punto de inflexión, habiendo pasado de vivir en una escasez real a vivir en la abundancia, pero manteniendo la percepción de escasez. Un punto de inflexión en la sociedad, que nos lleva, sin ser conscientes de ello, a encontrarnos negociando un nuevo contrato social para cuya comprensión en necesario superar nuestra ceguera en relación a:
• Los extendidos bajos niveles de conciencia y autoconocimiento personal que desarrollaré en el apartado de «Entendiendo nuestro comportamiento».
• El fundamentalismo económico financiero y el escaso conocimiento de lo que hoy significa el dinero, que será abordado en el apartado de «Qué lío es esto del dinero y las finanzas».
• Y, por último, la comprensión de la democracia emocional y caótica, y la degeneración del utilitarismo, que será desarrollado en el apartado de «Perdidos en la democracia del caos».
Trataré enseguida de avanzar punto por punto para exponer detalladamente lo que no es sino mi convencida opinión sobre ello. Pero antes hablemos un poco de la complejidad en la que está envuelta nuestra sociedad, pues solo desde su comprensión podremos entender los fenómenos propios de nuestro mundo.