Читать книгу La democracia de las emociones - Alfredo Sanfeliz Mezquita - Страница 18

Lo primero es satisfacer nuestras necesidades para sobrevivir

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Todas las personas que conformamos la sociedad somos máquinas programadas para sobrevivir. En todo momento el vigilante de nuestra supervivencia está detrás de nuestros actos para orientar nuestra acciones y preferencias. A veces esa programación protectora de nuestra vida se guía por una protección de la vida a corto plazo, como ocurre cuando automáticamente huimos si se nos aproxima un animal peligroso o nos cubrimos la cabeza ante un gran estruendo. Pero otras veces nuestra inteligencia de supervivencia a medio y largo plazo actúa de forma sutil para fortalecernos física o socialmente. Tomemos por ejemplo la llamada interna que nos empuja a cuidar nuestra alimentación o a hacer ejercicio. En otro ámbito trabajamos también nuestra forma de ser tratando de ser agradables con el entorno y de cumplir nuestros compromisos, buscando con ello, de forma probablemente inconsciente, ser amables y de fiar para ser así más queridos y admitidos en nuestros grupos sociales, reforzando así nuestra capacidad de sobrevivir con éxito en la sociedad. La supervivencia ha sido y será siempre en última instancia la que, con mayor o menor conciencia de ello, guía nuestras actuaciones y hace que le dediquemos la atención, energía e inteligencia de la que disponemos. Se trata de una espontánea y natural inteligencia de supervivencia que, sin preocuparnos de ella, nos impregna, guía y protege, despertando igualmente nuestras reacciones como mecanismo de defensa ante lo que el sistema emocional considera peligroso. Cualquier actuación del ser humano se subordina a la reacción espontánea de defensa cuando en nuestro entorno algún estímulo, palabra, frase escuchada o situación observada nos parece peligrosa. Ante ello, la reacción defensiva se impone a otras siendo esto fuente de explicación de muchas de las dinámicas que podemos observar en la sociedad. Me refiero a prácticas y comportamientos poco admisibles, que violan los valores en los que socialmente creemos, haciéndonos perder las formas y el respeto a los demás o al propio planeta, etc. Cuanto más presionados, asustados o vulnerables nos sintamos mayores probabilidades hay de que nos saltemos nuestros propios principios.

La democracia de las emociones

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