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[La higuera]

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A propósito de la higuera, mi abuela paterna me contaba una historia. Me preguntaba ella: ¿Tú sabes por qué la higuera es el único árbol que da dos frutos, las brevas y los higos? Y al decirle yo que no lo sabía, me contaba este cuento, algo irreverente: En cierta ocasión, Jesús se dirigió a San Pedro, que al parecer era un poco borrachín, y le preguntó: ‘¿Pedro, cuál es el árbol que más te gusta?’ Él, enseguida pensó en la vid (aunque no fuera un árbol, exactamente), pues le gustaba comer las uvas recién cortadas y, más aún, el vino, al que era buen aficionado. Y a punto estuvo de decir: ‘La vid, Señor.’ Pero temiendo que Jesús le reprendiese por su afición a la bebida, mintió: ‘La higuera, Maestro.’ Jesús le miró condescendiente, pues de sobra sabía cuál era el fruto que más agradaba a su discípulo; luego, sonriéndole, respondió: ‘Entonces, hijo mío, puesto que bien me sirves y sé que me amas, y tras de mí predicarás mi doctrina, desde hoy mismo, para satisfacción tuya y de los que vendrán en el futuro, la higuera será el único árbol que dará dos frutos: brevas e higos.’ San Pedro, que por entonces todavía no era santo, se lamentó de haber engañado al Maestro, pues por un momento pudo imaginar las vides con dos frutos y los maravillosos vinos que hubiesen dado.

Y así, sonriente, observando mi expresión confusa de niño de seis años que no acaba de entender del todo lo que le han contado, mi abuela terminaba el cuento y seguía con la labor de ganchillo, sentada en su silla, en el patio de la casa.

Fragmentos de inventario

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