Читать книгу Zama - Antonio Di Benedetto - Страница 15

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Esas jornadas de acontecimientos imprevistos, de agitaciones y tumbos, me apartaron de cualquier intento de encontrarme con Luciana, lo que era difícil hasta otra reunión, y las reuniones se daban espaciadamente. Zama, ofensor, no podía pisar el umbral de Piñares, ofendido. Buscarla en misa era abocarse al laberinto de los oficios, que se daban de a dos o tres por mañana en cada templo y eran arriba de seis, sin contar los de naturales.

Rita, que fue resplandeciente, lo era menos, como si algo le chupara la sangre. Al encontrarnos se forzaba en pro de una conducta normal, porque había sido herida y conservaba la lastimadura del débil humillado por el fuerte.

Pude, pues, retornar a Marta. En esta disposición me halló un mensaje suyo, enviado por el mismo barco en que llegó un caballero oriental con cartas de recomendación para mí. Traía este hombre un probable negocio de explotación de maderas; personas considerables me encomiaban atenderlo debidamente y presentarlo a quienes pudiesen facilitarle sus cosas. Esta atención importaba indudablemente merma de mis monedas de plata.

Marta, superando sostenidos reparos, me hablaba de la situación económica del hogar. Estaba afligida. Había tenido que vender las modestas alhajas de su dote, a espaldas de mi madre. Con esos recursos hacía tiempo, hasta que yo pudiese ayudarlas.

Como yo inmediatamente no podía, tuve que franquearme en otra misiva conmovida por su abnegación silenciosa y colmada de recomendaciones de que siguiera ocultando la crisis a mi madre. Debí aclararle que mi sueldo era realmente de mil quinientos pesos, pero mil debían serme ingresados de los propios de la ciudad y, en consecuencia, por ser éstos tan exiguos, los míos no pasaban de ser ilusorios. En cuanto a los otros quinientos, sólo en ocho oportunidades habían llegado de España, sobre quince meses de permanencia.

“Marta –suplicaba yo con la pluma–, sacrifiquémonos aún algo más. Es por mi carrera, que no puedo abandonar si quiero otro cargo más cerca de ti, de mayor lustre y efectivas entradas. Algo se juega también mi nombre, que es el de tus hijos.”

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