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La verdad homogenizante en contexto de globalización

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En el contexto de la globalización que vivimos hoy, también se ve reflejada una tendencia fuerte de homogenizar y uniformar. El modelo económico capitalista neoclásico o neoliberal propone un solo modelo de desarrollo, de progreso, de estilo de vida, y lo presenta como una imagen ideal para todo el mundo, aunque en la práctica es inalcanzable para la vasta mayoría de las personas. La globalización actual no es realmente “global”, sino que propone de forma brutal una cosmovisión occidental, desde los países más ricos, centrada en un progreso mecánico, con un crecimiento ilimitado, y una economía al servicio del “mercado”. Los seres humanos en esta mirada son vistos como individuos competitivos, consumidores, movidos por el egoísmo y el interés propio3. Por medio del desarrollo de las distintas tecnologías se ha podido imponer esta cosmovisión mundialmente, incluyendo su cultura de marcas homogenizantes de empresas transnacionales como McDonald’s y Coca-Cola. La globalización actual nunca ha implicado la integración de culturas distintas y realidades diversas en una escena global.

La relación entre la tradición cristiana y la cosmovisión occidental moderna es discutida. Varios cientistas han declarado que el cristianismo nació desde y dentro de esta cosmovisión, la ha legitimado (Max Weber) o hasta le ha prestado sus fundamentos. Otros justamente encuentran en la tradición cristiana una crítica a esta cosmovisión. Sin abarcar en esta discusión compleja y multifacética, acá consta que la cosmovisión occidental y gran parte de la tradición cristiana, junto con corrientes de otras religiones, comparten el mismo concepto de “la verdad”, como una realidad universal y atemporal, a la cual es bueno conformar el mundo. En este sentido el modelo económico se comporta como una religión más, opuesta a o legitimada por la tradición cristiana. La connotación que lleva esta cultura de la verdad es que la “uniformidad” es positiva, y directamente asociada con “unidad”. Tener las mismas costumbres, el mismo estilo de vida, las mismas creencias nos haría sentir unidos. Relacionado con esta idea encontramos un concepto de igualdad superficial, que se expresa en un sistema de leyes iguales para todos, impuesto desde los países más poderosos, lo que en la práctica niega las diferencias entre pueblos y contextos, y así muchas veces refuerza desigualdades ya existentes.

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