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PRÓLOGO

Mientras leía el libro de la querida amiga y teóloga Arianne van Andel, me sentí saboreando las frescas aguas que brotan de los pozos que solo unas pocas mujeres saben encontrar. Se dice que en el pasado algunas mujeres del campo sabían cómo encontrar agua caminando por tierras áridas y usando una varita verde. Cuando la varita se inclinaba, se podía saber que había agua allí. Con la ayuda de los vecinos cavaban la tierra y el agua empezaba a fluir y mojar la tierra.

El libro de Arianne es como esta agua fluyente que trajo de Holanda y mezcló con otras aguas de América Latina, particularmente, de Chile. Pudo sacarla de una manera tan delicada, canalizarla con mucho cuidado para compartirla con tanta atención y cariño que la tierra no se sintió herida y el agua pudo brotar y saciar la sed de las plantas, de los animales y de mucha gente. Su teología es como el agua cristalina que puede saciar la sed y causar bienestar. No tiene conservantes, sales artificiales, edulcorantes, embotellado de plástico que impiden el agua de ser buena agua.

La claridad de su pensamiento revela la profundidad de sus aguas y la forma en que aborda las situaciones vividas por tantas personas, así como la evolución de los sentidos de la teología cristiana. Su agudo y fino espíritu supo captar las contradicciones y dicotomías epistemológicas de las teologías tradicionales y las de la liberación, recordando el momento de su surgimiento histórico, los condicionamientos y las contradicciones que generaron. Arianne ahora nos invita a probar la novedad de las teologías feministas y ecofeministas que también contienen luces, límites y aportes distintos.

Su libro con textos escritos en distintas ocasiones nos abre a una variedad de temas teológicos que incluyen problemas de género, problemas climáticos, del suelo lleno de pesticidas con la consecuencia de la destrucción de nuestras vidas y de la naturaleza. De esta forma su postura crítica toca cuestiones preocupantes en relación con la vida humana y a la vida del planeta, especialmente, a partir del modelo capitalista actual en que el lucro es más importante que el bienestar de todos. Sin embargo, no alarma a los lectores, no pinta los sufrimientos de la vida cotidiana con colores exagerados y no nos desespera. Al contrario, en todas sus reflexiones alimenta nuestra esperanza en nosotros mismos, en nuestra capacidad de actuar ante los problemas cotidianos y, sobre todo, cree que las transformaciones parten de pequeñas iniciativas. Uno de los aspectos que vale subrayar en esa perspectiva es su intento de trabajar desde la noción de interdependencia, tan presente en la ecología, y rescatarla para la tradición cristiana como esfuerzo epistemológico de superación de los excluyentes dualismos patriarcales.

La vida cotidiana la inspira, el Evangelio de Jesús le da directrices de compromiso, la tradición cristiana le da ejemplos y, principalmente, su amor por las personas y en especial las mujeres que sufren mueve sus pasos e invita a posibilidades reales de encontrar caminos libertarios.

Muchos textos me emocionaron porque recuperan la poesía de la vida que muchas veces olvidamos en los textos teológicos cuando se consideran textos con un rígido aparato científico y dogmático. Los ejemplos que nos da hacen accesibles conceptos teológicos complicados porque los explica a partir de escenas de la vida y de poemas que tocan el corazón. Sin darse cuenta, sus textos se convierten en parábolas casi nuevas que se pueden leer y releer ya que muchas personas pueden encontrarse en ellas y nutrirse de sus contenidos.

Me di cuenta de que yo también estaba en sus parábolas y en su comprensión de la vida y del cristianismo en América Latina. Confieso que, además del placer de estar en su reflexión, pude captar la delicadeza y profundidad de su comprensión de mi trabajo e incluso sentirme muchas veces revelada a mí misma. Una experiencia conmovedora capaz de tocarnos las entrañas y llevarnos a la acción de gracias por los encuentros que nos brinda la vida.

Su manera de leer y acercarse a las personas y de hacer teología no se resume solo en pensar con lucidez y competencia teórica, sino que toca el corazón, la fuente de nuestro conocimiento religioso, la fuente del re-ligare, la fuente de la interdependencia amorosa de todos nosotros con todo lo que existe. Así nos abre la puerta a una nueva comprensión de la teología, ya no como el conocimiento sistematizado de la voluntad del ser perfectísimo y todopoderoso, personal y patriarcal, sino como la percepción sutil del misterio mayor que envuelve y encanta todo lo que existe. Un misterio que toca tanto nuestra grandeza como nuestra pequeñez, que nos invita a ‘mirar los lirios del campo’ y a compartir nuestro pan de cada día. Un misterio que moviliza nuestra esperanza de volver a nacer cada día de nuevo, así como sale el sol diariamente para todo el planeta. Un misterio que nos invita a mirar la belleza del cielo estrellado, creyendo que hay tanta sabiduría escondida que nuestra actitud solo puede ser de admiración y agradecimiento hacia la vida en este momento temporal y espacial en el que participamos de Ella. Aquí encuentro el germen de una espiritualidad profundamente marcada por la gratuidad de la vida y, por eso, marcada por la exigencia ética de luchar por la ‘vida en abundancia’ para todos y para todo.

Arianne también nos abre de forma aguda al tema ecológico de nuestros tiempos y nos invita a comprender las exigencias de una teología inclusiva de los diversos biomas, incluyendo las diversas expresiones de la vida animal y vegetal para que todos puedan vivir con cuidado y responsabilidad el exuberante don del planeta. Ella se da cuenta que las teologías tienen una enorme responsabilidad frente a la destrucción actual, frente a los problemas climáticos y de muchos tipos que resultan de las codiciosas interferencias de los humanos. La teología cristiana centrada en el antropocentrismo y el androcentrismo exagerados nos hizo olvidar nuestro cuerpo más grande, la Tierra. ¡Y ahora tenemos que rescatarnos como terrestres, o como terrícolas!

En vista de la prioridad que damos a la riqueza indivisa y la pobreza creciente de poblaciones enteras, se requiere un pensamiento teológico interdependiente e inclusivo. Por eso el libro de Arianne es también una interpelación para renovar nuestra responsabilidad común y “reformar” o “recrear” continuamente nuestras teologías según los signos de los tiempos.

Es frente a esta desafiante situación planetaria de nuestro tiempo que las iglesias cristianas deben también reformarse y entenderse continuamente entre sí. Tienen que reubicar al ser humano y el planeta en su conjunto y desde allí reafirmar sus significados. Hoy en día, ante una nueva comprensión del ser humano, es absolutamente necesaria una reinvención de las teologías que incluya la dimensión ecológica y feminista para intentar de superar las dicotomías entre natural y humano, entre global y local, entre privado y público, como Arianne los desarrolló tan claramente en su último capítulo La crisis de las dicotomías.

Cierro este breve prólogo haciendo hincapié en el tema de la libertad religiosa frente a la acción ecológica, tema del penúltimo capítulo de este libro. La autora no solo expande el concepto de libertad religiosa, sino que también expande el concepto mismo de libertad al ubicarlos en los procesos transformadores de la vida y en la dimensión ética que los atraviesa. Es también frente a la exclusión e incluso la agresión contra grupos religiosos minoritarios en América Latina que se desarrollan los prejuicios y delitos de falta de respeto a las creencias de estos diversos grupos. Es como si la verdad fuera una experiencia monolítica y exigiera que todas las personas la afirmen de la misma manera. Es como si Dios, el Misterio Mayor, tuviera un solo rostro al que todos deben adherirse y si no lo hacen se generan conflictos y agresiones. Arianne muestra que la libertad, incluso como creatividad religiosa, requiere pluralismo, requiere incluso diversidad religiosa. Es fundamental en la creación y transformación continua de todo lo que existe que respetemos la diversidad del universo y cuidemos que la vida se mantenga siempre bella y diversa en nuestro pequeño planeta.

El libro de Arianne es un aporte importante para dar respuesta a algunos de los retos que nos ha lanzado la Historia en este siglo XXI. Lo presento a los lectores y lectoras con inmensa alegría y respeto por su labor como intelectual seria y activista comprometida con salvar vidas en sus diferentes expresiones.

Ivone Gebara

Noviembre de 2020

Teología en movimiento

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