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Diversidad e identidad
Оглавление¿Cómo recuperar la noción de la riqueza de la diversidad en el contexto que vivimos? ¿Qué desafíos nos plantea como ciudadanos/as y específicamente como creyentes? Vivir un cambio de paradigma no es fácil, y nuestro condicionamiento por la cosmología occidental es fuerte. Aún en el caso que queramos valorar la diversidad, nuestro aprecio muchas veces no va más allá del discurso. Se expresa en una tolerancia mínima o en una indiferencia abierta (“que hagan lo que quieran, mientras no me molesta” o “al final todo es básicamente lo mismo”), que finalmente busca de nuevo una uniformidad disfrazada.
Las dificultades de asumir la diversidad de manera abierta y creativa muestran nuestro temor a lo distinto. Ese miedo es provocado por el hecho que lo diferente nos cuestiona en nuestra identidad, mientras que por otro lado también necesitamos la diversidad para confirmarla. Nuestra identidad sólo se desarrolla en la distinción de otras identidades. En la niñez y adolescencia formamos una personalidad sana diferenciándonos de las personas que nos criaron, y en la sociedad afirmamos nuestra identidad desplegando los símbolos de nuestra cultura o las características de nuestra tradición religiosa frente a las de otras comunidades10.
Sacks plantea que las religiones son generadores de pertenencia e identidad por excelencia, y que vinculan (re-ligare) a las personas de forma tribal. Por eso se explica también que la tendencia de la globalización de imponer una sola cultura universal, provoca la reacción de autoafirmación en las tradiciones religiosas y culturales marginalizadas, a veces de forma fundamentalista. Sacks considera que tanto el fundamentalismo como el universalismo tienen grandes peligros, y que el desafío se presenta en la búsqueda de una identidad fuerte y arraigada, y simultáneamente abierta a la diversidad11. Necesitamos un nido claro y seguro, para atrevernos a volar y valorar otras realidades. Según Schillebeeckx, el problema para la tradición cristiana es cómo esa puede mantener su propia identidad y unicidad y simultáneamente dar un valor positivo a la pluralidad de religiones en un sentido no discriminador12.
La no discriminación es decisiva, porque en ella se toca el nudo complejo de la valorización de la diversidad, que son las diferencias de poder. Las jerarquías presentes en toda nuestra sociedad piramidal hacen que la diversidad se ha encarnado en ideologías dominantes y dominadas, en actores que deciden y otros/as que tienen que someterse. Esta situación no se resuelve con un cambio de paradigma solamente, apreciando y reencantándonos con la riqueza de la diversidad. El saber de las nuevas historias de la ciencia, del tejido complejo y maravilloso de la vida, no significa automáticamente que la encarnación sociopolítica del paradigma antiguo cambie. El problema de la desigualdad y la discriminación entre nuestras realidades diversas significa enfrentar conflictos de poder, querámoslo o no.
En lo que sigue, quiero dar algunas ideas, específicamente desde una posición cristiana, de cómo ir desarrollando en nuestras comunidades una apertura real frente a lo distinto.