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Pensar la ciudadan í a como una alternativa otra

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Ariel Lugo (Universidad Nacional del Nordeste, Argentina)

Mercedes Oraisón (Universidad Nacional del Nordeste, Argentina)

Quizá, escribir tenga que ver con esa inquietud o tal vez con esa búsqueda por hacer tangible, volver carne aquello que vivimos, que nos marca, que tensiona nuestra existencia continuamente. Tal vez, escribir sea un acto de soberbia o el acto de mayor humildad donde se entrega al otro lo más íntimo de cada uno, la mayor extimidad porque allí, en ese acto, permaneceremos, nos detendremos en una espontánea que nos congela y nos muestra y mostrará cómo pensábamos en ese preciso momento de escribir. Quizá, ya no pensemos lo mismo al instante que los textos van siendo dejados atrás por otros nuevos que vamos escribiendo, pero allí estaremos en aquello que escribimos y que nos mostrará retrospectivamente cómo veíamos las cosas en ese momento. Quizá, un texto sirva para los que buscan encontrar una homogeneidad a lo largo de toda una obra puedan endilgarnos que nos contradecimos, que dejamos de pensar lo mismo, que somos otros, que como Whitman (1999) en Canto a mí mismo (51) “¿[q]ue yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes)” (p. 48), o como Foucault (2002) en esa lucha por escribir eludiendo todo poder sostenía: “No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil la que rige nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir” (p. 29).

Así, la escritura es una liberación que nos encierra en ese acto que nos reclama una responsabilidad infinita con lo que escribimos, con lo que pensamos, con lo que proponemos, por nosotros y los otros, por los que nos leen y también por los que jamás lo harán. Allí, es necesaria una mirada-otra sobre cómo pensamos y construimos nuestro ejercicio ciudadano, cómo podemos colaborar en ciudadanías alternativas que sean pensadas para todos y que se tornen cada vez más inclusivas y respetuosas de otras formas de concebir lo otro. Allí, podría aparecer el riesgo que los otros se posicionen de maneras diferentes a la nuestra, pero eso no sería un problema, al menos que consideremos que nuestra posición es la única adecuada, como se tiende a pensar y entonces, se excluye a los otros. Tal vez, estemos condenados a buscar una salida por medio de la escritura y que al mismo tiempo nos encierra, y al estar encerrados nos olvidamos y volvemos a buscar una salida en aquello que nos había condenado al encierro.

A través de esa escritura nos planteamos, cómo se va modificando, configurando y auto-redefiniéndose la ciudadanía en estos tiempos conflictivos, qué factores influyen y qué se deja de lado, como así también, qué se mantiene de la ciudadanía en sentido moderno. Lo que nos interesa observar, y que se plasme a lo largo de los diferentes trabajos de escritura, es qué cuestiones se dirimen en esas “nuevas” configuraciones de lo ciudadano.

Distintas movilizaciones, manifestaciones y acciones colectivas que se registran en América Latina en particular, y en Occidente en general, dan cuenta de un escenario de múltiples expresiones, prácticas políticas que resignifican o ponen en tensión la idea moderna de ciudadanía: hechos como los que sucedieron en Brasil (manifestaciones por el recorte en Educación, por la falta de protección del Amazonas y los pueblos originarios, entre un muy largo etcétera que se podría agregar), en Ecuador (manifestaciones que se produjeron inicialmente en octubre de 2019, luego de las medidas económicas de Lenín Moreno que finalmente se pudo derogar el decreto 883 sobre la eliminación del subsidio de la gasolina), en Chile (con el “estallido social” por la suba en la tarifa del sistema público de transporte, que derivó en la discusión para cambiar la Constitución que fue redactada durante el régimen de Pinochet), en Colombia (el “paro nacional” que se inicia a finales del 2019 por un descontento general sobre las medidas económicas, sociales, ambientales y el manejo del acuerdo de paz con las FARC del presidente Iván Duque y en el mes de septiembre de 2020 la muerte de Javier Ordoñez por la violencia policial), en Francia (el movimiento espontáneo que se inicia en el 2018, que protesta por el precio de los combustibles, la injusticia fiscal y la pérdida del poder adquisitivo durante el gobierno de Emmanuel Macron), en Grecia (las protestas por las reformas económicas, el acuerdo sobre Macedonia, la reforma del código penal, etc.), en Bolivia (las protestas en noviembre de 2019 acusando de fraude electoral a Evo Morales en las cuales era reelecto, en octubre, como presidente y su posterior renuncia por “recomendación” de las fuerzas armadas, cuando se había llamado a nueva elecciones) y los que actualmente se producen en Estados Unidos (con las manifestaciones que llevaron por bandera: “Black lives matter”, por la muerte de George Floyd y luego lo sucedido con de Jacob Blake). Estos acontecimientos ofrecen un marco convulsionado para un ejercicio de la ciudadanía que se visibiliza de diversas maneras, con diferentes intensidades y con matices muy particulares dependiendo del lugar. Lejos está de nosotros sostener que podemos equiparlos desconociendo los pormenores de cada situación, tiempo y sitio donde se produjeron y producen, y que los hechos mencionados como detonantes de las manifestaciones, no se reducen a ellos, sino que es necesario realizar una lectura genealógica para intentar acercarnos a una suerte de comprensión. Recurrimos a su enunciación para advertir el dinámico, inédito, complejo y desafiante terreno en el que se dirimen los procesos de subjetivación política contemporáneos, frente a los cuales la categoría ciudadanía estaría proporcionando cierta continuidad o puntos de sutura para pensarlos.

En ese sentido se desandan modalidades ciudadanas en las escrituras del presente libro, a partir de tres grandes partes: I. Participación y ciudadanía, II. Ciudadanías en relación con el poder, el desastre y la catástrofe, y III. Más allá de las ciudadanías. En ellas los autores analizan desde diferentes perspectivas el ejercicio de la ciudadanía ante algunas situaciones convulsivas, de funcionamiento del poder y la autoridad, de animales ciudadanos, de migraciones, etc.

Almonacid Díaz, en la primera parte analiza la ciudadanía experimental en relación con la participación y organización comunitaria; Orellana Fonseca; Salazar Jiménez y Carrillo Oporto se adentran en la observación de participaciones alternativas de jóvenes universitarios; Penchaszadeh y Sander realizan un estudio sobre las políticas y la ciudadanía migrante más allá de lo nacional; y Zuazo, a partir de la situación en Bolivia, plantea la cuestión de la democracia y el ejercicio ciudadano.

En la segunda parte, Crépon aborda la ciudadanía desde el movimiento de los chalecos amarillos y la relación con el poder; centrándose en caso de Brasil, pero excediéndolo, Tiburi ahonda en los rasgos fascistas en contraposición a una ciudadanía cosmopolita; y, desde la conceptualización del desastre de la política y la política del desastre, Montes Montoya, busca alternativas al rol ciudadano.

En la tercera y última parte, Stavrakakis analiza las implicancias que la genealogía del compromiso mutuo entre autoridad simbólica, goce fantasmático y el espíritu del capitalismo tienen para la comprensión de la construcción de la ciudadanía; y, por último, partiendo desde la idea de Ágora, Donaldson se plantea la posibilidad de las ciudadanías animales y los desafíos que debe afrontar la democracia al respecto.

Las reflexiones reunidas en el libro expresan objetivos, motivaciones y deseos diversos que nos permiten preguntarnos por nuestros posicionamientos, nuestras prácticas, nuestros sentidos de ser y no ser ciudadanos. ¿Cómo ejercemos nuestra ciudadanía y cómo atraviesa diferentes etapas, donde algunas veces nos mostramos más indiferentes a lo que implica una ciudadanía activa y otras veces, nos vemos íntimamente interpelados y empujados a actuar en defensa de los derechos que posemos como ciudadanos? ¿Son los estallidos socio–políticos como los descriptos anteriormente el espacio y el momento para el ejercicio y la puesta en valor de la ciudadanía?, ¿Cómo ejercemos nuestra ciudadanía, qué situaciones nos interpelan como ciudadanos?, ¿En qué se asienta la ciudadanía contemporánea?, ¿Cuáles son los límites del concepto de ciudadanía y su potencialidad teórica y analítica para comprender las prácticas actuales y las relaciones entre los actores sociales y el Estado?

Quizá sea el estallido eso que nos pone en una comunión donde dejamos de perseguir intereses individuales y nos ponemos a la par con el otro, para hacer algo, grande o pequeño, pero juntos. Tal vez, allí se deje traslucir lo que verdaderamente somos, allí podamos percibir, en esas manifestaciones, violentas o no, lo que realmente somos o, todo lo contrario, que esas puestas en común sean nada más que intervalos que nos sustraen a nuestra autenticidad y que no sabemos cómo continuarlos y muchas veces, una vez que se esfuma la euforia inicial, lo olvidamos o no sabemos muy bien cómo continuar. Quizá esas demostraciones sean lo inauténtico manifestándose en nosotros y lo otro, y la sustracción y la indiferencia de todos los días sea lo auténtico. Pero nos resistimos a pensar eso, aunque sea verdad, nos proponemos tozudamente a que no sea de esa manera, que esas aisladas muestras de construcción o expresiones en común, ciudadanas, sean un resquicio donde hallarnos como reencontrándonos con lo que deberíamos buscar construir como sociedad democrática.

Ciudadanías alternativas

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