Читать книгу La vida de los Maestros - Baird T. Spalding - Страница 14
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Al llegar al pueblo fronterizo, llovía a cántaros y estábamos empapados hasta los huesos. Se nos instaló en un confortable alojamiento que comprendía una gran habitación amueblada, extremadamente alegre y cálida, destinada a servir de salón y comedor. Uno de nosotros preguntó de dónde venía el calor. Pero nuestra inspección no nos reveló ninguna estufa o entrada de calor. Nos sorprendimos un poco, pero ya empezábamos a estar habituados a las sorpresas, y no hicimos más comentarios seguros de que obtendríamos una respuesta más tarde.
Acabamos de sentarnos a la mesa para cenar, cuando Emilio y sus cuatro amigos entraron sin que supiéramos de dónde venían. Los cinco aparecieron en un extremo de la gran habitación en donde no había ninguna abertura. Todo sucedió sin ruido, muy simplemente. Emilio nos presentó a sus cuatro amigos extranjeros y estos se sentaron a la mesa al igual que quien está en su casa. Antes que nos diéramos cuenta, la mesa se colmó de cosas buenas para comer, pero no había carne, ya que estas gentes no comen nada que haya gozado de una vida consciente.
Después de la comida, uno de nosotros preguntó acerca del calor de la habitación. Emilio dijo: «El calor que vosotros percibís, proviene de una fuerza tangible y utilizable por cada uno de nosotros. Los hombres pueden entrar en contacto con esta fuerza superior de todo poder mecánico y servirse de ella bajo la forma de luz, calor y también energía para hacer mover las máquinas. A eso le llamamos nosotros fuerza universal, un poder divino procurado por el Padre para uso de todos sus hijos. Si la utilizarais la llamaríais movimiento perpetuo. Puede mover no importa qué máquina, efectuar transportes sin el menor consumo de combustible, y dar igualmente luz y calor. Está disponible en todos lados, en cada uno, carece de tarifas y no necesita ser comprada».
Uno de nosotros preguntó si la comida les llegaba también directamente del Universal bajo la forma en que nosotros la habíamos comido, igual que el pan y las provisiones que nos habían sido provistas hasta ahora.
Emilio nos invitó a acompañarlo hasta el domicilio de sus cuatro amigos, a trescientos cincuenta kilómetros de ahí. También nos dijo que veríamos a su madre. Y comentó: «Mi madre es una de aquellas mujeres que han perfeccionado de tal modo su cuerpo que puede llevarlo a recibir las más altas enseñanzas. Vive continuamente en el invisible. Y lo hace de forma voluntaria, ya que recibiendo las más elevadas enseñanzas puede ayudarnos considerablemente. Para haceros ver esto más claro, os diré que ha avanzado hasta alcanzar el Reino celeste en donde está Jesús; el lugar que se llama a veces “séptimo cielo”. Supongo que este lugar representa para vosotros el misterio de los misterios, pero no hay tal misterio. Es el lugar de la conciencia, el estado del alma donde todos los misterios son revelados. Cuando se alcanza, es invisible a los mortales, pero uno puede volver a instruir a aquellos que son receptivos. Se regresa al propio cuerpo, ya que este se encuentra tan perfeccionado que se puede llevar a donde uno quiera. Los iniciados de esta orden pueden volver a la tierra sin reencarnación. Aquellos que han pasado por la muerte están obligados a reencarnarse para disponer de un cuerpo en la tierra. Nos han sido dados cuerpos espirituales y perfectos. Es necesario verlos y mantenerlos así para poderlos conservar. Quien ha dejado su cuerpo por las regiones del Espíritu, advierte de que es necesario retomar un cuerpo y seguir perfeccionándolo».
Antes de levantarnos de la mesa, acordamos que la expedición se dividía en cinco secciones, cada una de las cuales sería conducida por cada uno de estos grandes hombres que habían venido a cenar con nosotros. Gracias a este dispositivo, nos sería posible la exploración de vastas regiones. Facilitaría nuestro trabajo, permitiéndonos verificar fenómenos tales como los viajes en el invisible y comunicación del pensamiento a distancia. Cada sección comprendería por lo menos a dos de nosotros con uno de los cinco Maestros como guías. Estarían muy alejados unos de otros, pero el contacto se conservaría gracias a esas gentes, que nos testimoniaban tanta amistad y no dejaban pasar una ocasión para dejarnos examinar su trabajo.