Читать книгу Defiéndete de los ataques verbales - Barbara Berckhan - Страница 15
Una decidida disposición a defenderse disuade al agresor
ОглавлениеEl ejemplo de Kerstin, una participante en las prácticas de autoafirmación, nos puede servir para demostrar hasta qué punto nuestro comportamiento influye inconscientemente en el agresor. Kerstin trabajaba en un taller de artesanía. Todas las mañanas tenía que soportar los comentarios mordaces de uno de sus compañeros. Solía reaccionar con indignación y consternación, lo que parecía animar todavía más a su compañero, cuyos comentarios se volvieron cada vez más crueles. Cuando conocí a Kerstin, la encontré atrapada en el papel de mujer cordial. Siempre se mostraba amable, cautelosa y solícita. No sabía comportarse de forma brusca, desagradable o agresiva, ni siquiera en los momentos que lo requerían. Le faltaba el contrapunto a la mujer amable. Parecía como si estuviera coja. Sólo utilizaba la pierna simpática y amable. La otra, la autoritaria y agresiva, estaba atrofiada. Cuando se trataba de parar los pies a alguien, Kerstin se quedaba paralizada, con lo que se convirtió en la perfecta ovejita para los lobos feroces. Éstos presentían su cojera y sabían que jamás ofrecería resistencia. Fue así como Kerstin se encontró, una y otra vez, en situaciones en las que se sentía despreciada, agredida y mal tratada. El seminario le enseñó a andar con las dos piernas: con la amable y simpática, pero también con la autoritaria y agresiva. Para llegar a poder enfrentarse a las burlas tuvo que emplear toda su autoridad. Cansada de su papel de eterna víctima, aprendió de forma relativamente rápida a imponerse. Estaba decidida a pisar fuerte en la vida. Durante el seminario preparó a fondo su siguiente encuentro con el compañero de trabajo. En sabia previsión, se apuntó las posibles réplicas a los comentarios vejatorios y guardó la «chuleta» en el bolso. «En caso de que no se me ocurra nada, saco el papel y elijo la mejor respuesta», comentó decidida. Estaba exultante porque volvía a tener seguridad en sí misma, porque confiaba en su facultad de poder defenderse y porque esperaba con ansia el momento de dar la respuesta adecuada. Dispuesta, se presentó en el lugar del trabajo. Saludó a su compañero y esperó el comentario impertinente. Pero, cuál fue su sorpresa al ver que el compañero permanecía mudo. «Únicamente me dijo buenos días», comentó más tarde Kerstin. «¿Qué debe de estar pasando? Ahora que sé cómo replicarle, no suelta ni un solo comentario. Me hubiera gustado entrenarme.» Pasaron las semanas sin que el compañero le dirigiera burla alguna. Kerstin había encontrado la tranquilidad. La confianza en sí misma había dado un vuelco a la situación sin que hiciera falta pronunciar una sola palabra. El compañero había detectado que Kerstin ya no era una ovejita desamparada e indignada. Percibió su lado decidido y resuelto y desistió porque se arriesgaba a verse involucrado en una situación incómoda.
El ejemplo de Kerstin es válido para muchos de los participantes en mis seminarios, donde aprenden a exteriorizar su capacidad de defensa. Muchos se entusiasman con la idea de poner en práctica lo aprendido. Sin embargo, a la mayoría le ocurre lo mismo que a Kerstin. La decidida disposición a defenderse disuade al agresor.