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LOS ORÍGENES DE LOS NIKĀYAS

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Como dije antes, los textos a los que he recurrido para completar mi esquema han sido elegidos de entre los Nikāyas, la colección principal de suttas del Canon Pali. Explicar el origen y la naturaleza de estas fuentes requiere de unas cuantas palabras.

El Buddha no escribió ninguna de sus enseñanzas, ni sus enseñanzas fueron registradas por escrito por sus discípulos. La cultura india en tiempos de la vida del Buddha era todavía predominantemente preliteraria.1 El Buddha deambulaba de una ciudad a otra en la llanura del Ganges, instruyendo a sus monjes y monjas, dando sermones a los cabezas de familia que acudían en manada a oírle hablar, respondiendo las preguntas de los curiosos y entablando conversación con personas de todas las clases sociales. Los registros de las enseñanzas de que disponemos no vienen de su puño y letra o de transcripciones hechas por aquellos que oyeron de él sus enseñanzas, sino de concilios monásticos que tuvieron lugar después de su Parinibbāna –su tránsito final al Nibbāna– con el propósito de preservar sus enseñanzas.

Es poco probable que las enseñanzas que derivan de estos concilios reproduzcan textualmente las palabras del Buddha. El Buddha debía de hablar espontáneamente y elaborar sus temas de innumerables formas como respuesta a las variadas necesidades de aquellos que buscaban su orientación. Preservar por transmisión oral un material tan vasto y diverso habría bordeado lo imposible. Para amoldar las enseñanzas a un formato susceptible de preservación, los monjes responsables de los textos habrían tenido que recopilarlos y editarlos para ajustarlos mejor para la escucha, la retención, la recitación, la memorización y la repetición –los cinco elementos principales en la transmisión oral–. Este proceso, que pudo haberse iniciado ya durante la vida del Buddha, habría dado lugar a un cierto grado de simplificación y estandarización del material por conservar.

Durante la vida del Buddha, los discursos se clasificaron en nueve categorías según el género literario: sutta (discursos en prosa), geyya (prosa y verso mezclados), veyyākaraṇa (respuestas a preguntas), gāthā (verso), udāna (afirmaciones inspiradas), itivuttaka (dichos memorables), jātaka (historias de nacimientos pasados), abbhutadhamma (cualidades maravillosas), y vedalla (doctrina).2 En algún momento después de su muerte, este antiguo sistema de clasificación fue sustituido por un nuevo esquema que ordenaba los textos en amplias colecciones llamadas Nikāyas en la tradición buddhista Theravāda, Āgamas en las escuelas buddhistas del norte de la India.3 No se sabe con certeza el momento exacto en que se impuso el esquema Nikāya-Āgama, pero una vez que apareció, casi reemplazó por completo al antiguo sistema.

El Cullavagga, uno de los libros del Vinaya Piṭaka pali, da cuenta de cómo fueron compilados los textos autorizados en el primer concilio buddhista, que tuvo lugar tres meses después del Parinibbāna del Buddha. Según este informe, poco tiempo después de la muerte del Buddha, el anciano Mahākassapa, el cabeza de facto del Saṅgha, seleccionó a 500 monjes, todos ellos Arahants o liberados, para ocuparse de compilar una versión autorizada de las enseñanzas. El concilio tuvo lugar durante el retiro de lluvias en Rājagaha (el moderno Rajgir), la capital de Magadha, el entonces estado dominante de la India Media.4 Mahākassapa pidió en primer lugar al venerable Upāli, el principal especialista en asuntos disciplinarios, que recitara el Vinaya. Sobre la base de esta recitación se recopiló el Vinaya Piṭaka, la Colección sobre la disciplina. Mahākassapa le pidió entonces al venerable Ānanda que recitara «el Dhamma», es decir, los discursos, y sobre la base de su recitación fue recopilado el Sutta Piṭaka, la Colección de los discursos.

El Cullavagga expone que cuando Ānanda recitó el Sutta Piṭaka, los Nikāyas tenían el mismo contenido que tienen hoy, con los suttas ordenados en la misma secuencia en la que aparecen hoy en el Canon Pali. Esta narración recoge sin duda la historia pasada a través del prisma de un periodo posterior. Los Āgamas de las escuelas buddhistas distintas de la Theravāda corresponden a los cuatro Nikāyas principales, pero clasifican los suttas de una forma diferente y ordenan su contenido en un orden también distinto de los Nikāyas pali. Esto sugiere que si la disposición de los Nikāya-Āgama no surgió en el primer concilio es que éste no asignó aún los suttas a sus lugares definitivos dentro de este esquema. De forma alternativa, es posible que este esquema surgiera en un momento posterior. Puede haberlo hecho en algún momento después del primer concilio, pero antes de que el Saṅgha se dividiera en distintas escuelas. Si hubiera surgido durante la época de las divisiones sectarias, podría haber sido presentado por una escuela y, más tarde, cedido a las demás, de modo que las diferentes escuelas habrían asignado sus textos a diferentes lugares dentro del esquema.

Aun cuando el relato que hace el Cullavagga del primer concilio puede incluir material legendario mezclado con hechos históricos, parece que no hay razón para dudar del papel de Ānanda en la preservación de los discursos. Como ayudante personal del Buddha, Ānanda había aprendido los discursos de él y de otros grandes discípulos, los había retenido en su memoria y enseñado a los demás. Durante la vida del Buddha, había sido elogiado por sus capacidades retentivas y fue designado el «principal de aquellos que han aprendido mucho» (etadaggaṃ bahussutānaṃ).5 Pocos monjes podrían haber tenido recuerdos que pudieran igualar a los de Ānanda, pero, ya durante la época de la vida del Buddha, monjes individuales debieron de empezar a especializarse en textos particulares. La estandarización y simplificación del material habría facilitado la memorización. Una vez que los textos fueron clasificados en Nikāyas o Āgamas, el reto de preservar y transmitir el legado textual se resolvió organizando a los especialistas en textos en grupos dedicados a colecciones específicas. Los diferentes grupos dentro del Saṅgha podían así centrarse en memorizar e interpretar las distintas colecciones y la comunidad en su conjunto evitaba tener que aplicar una demanda excesiva sobre la memoria de determinados monjes. De esta forma, las enseñanzas pudieron continuar siendo transmitidas durante los siguientes tres o cuatro siglos, hasta que, finalmente, fueron consignadas en escritura.6

En los siglos siguientes a la muerte del Buddha, el Saṅgha se dividió por asuntos disciplinarios y doctrinales de modo que, hacia el siglo tercero después del Parinibbāna, había al menos 18 escuelas de Buddhismo sectario. Cada secta tenía probablemente su propia colección de textos considerados más o menos canónicos, aunque es posible que varias sectas de una filiación próxima compartieran la misma colección de textos autorizados. Mientras que diferentes escuelas buddhistas pudieron haber organizado sus colecciones de forma diferente y aunque sus suttas mostraran diferencias de detalle, los suttas individuales son a menudo extraordinariamente similares, a veces casi idénticos, y las doctrinas y prácticas que definen son esencialmente las mismas.7 Las diferencias doctrinales entre las escuelas no surgirían de los suttas mismos, sino de las interpretaciones que los especialistas en textos imponían a partir de ellos. Tales diferencias se agravaron después de que las escuelas rivales formalizaran sus principios filosóficos en tratados y comentarios que exponían sus puntos de vista distintivos sobre aspectos doctrinales. Hasta donde podemos determinar, los sistemas filosóficos refinados tuvieron sólo un mínimo impacto sobre los propios textos originales, que las escuelas parecían poco dispuestas a manipular para satisfacer sus programas doctrinales. En lugar de ello, por medio de sus comentarios, se esforzaron en interpretar los suttas de tal manera que explicitaran ideas que apoyaran sus propios puntos de vista. No es inusual que estas interpretaciones aparezcan como defensivas y artificiosas, contrarias a las palabras de los propios textos originales.

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