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(2) El símil de la montaña

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En Sāvatthī, al mediodía, el rey Pasenadi de Kosala se acercó al Bienaventurado, ofreció sus respetos y se sentó a su lado. El Bienaventurado entonces le preguntó: «¿De dónde venís a estas horas, Majestad?».

«Justo ahora, venerable señor, he estado ocupado con los quehaceres de la realeza, típicos de reyes guerreros, ungidos con la corona, embriagados con el elixir del poder, obsesionados por la codicia y los placeres sensuales, que han logrado controlar el país y gobernar después de haber dominado una gran extensión de territorio».

«¿Así pues qué pensáis, Majestad? Imaginad que un hombre viniera del este, un hombre honesto, de confianza, y os dijera: “Majestad, debéis saber esto sin tardanza: vengo del este, y allí vi una gran montaña, alta como las nubes, que viene hacia aquí y va aplastando a todo ser vivo a su paso. Haced lo que creáis necesario, Majestad”. Luego, un segundo hombre que viniera del oeste… un tercer hombre que viniera del norte… y un cuarto hombre que viniera del sur, un hombre honesto, de confianza, y os dijera: “Majestad, debéis saber esto sin tardanza: vengo del oeste, y allí vi una gran montaña, alta como las nubes, que viene hacia aquí y va aplastando a todo ser vivo a su paso. Haced lo que creáis necesario, Majestad”. Siendo la condición humana tan difícil de conseguir, Majestad, si tan gran peligro, si tan cruel destrucción amenazara las vidas humanas, ¿qué se tendría que hacer?».

«Siendo la condición humana tan difícil de conseguir, venerable señor, si tan gran peligro, si tan cruel destrucción amenazara las vidas humanas, ¿qué otra cosa habría que hacer sino actuar de acuerdo con el Dhamma, obrar rectamente, realizar acciones buenas y beneficiosas?».

«Pues, yo os digo, Majestad, yo anuncio, Majestad, que el envejecimiento y la muerte se están aproximando. Cuando la vejez y la muerte se aproximan, Majestad, ¿qué cosa habrá que hacer?».

«Si el envejecimiento y la muerte se aproximan, venerable señor, ¿qué otra cosa habrá que hacer sino actuar de acuerdo con el Dhamma, obrar rectamente, realizar acciones buenas y beneficiosas?».

«Señor, los reyes embriagados con el elixir del poder, obsesionados por la codicia y los placeres sensuales, que han logrado controlar el país y gobernar después de haber dominado una gran extensión de territorio, conquistan mediante guerras con elefantes … guerras con caballos … guerras con carros de combate y … guerras con soldados de infantería, pero, cuando el envejecimiento y la muerte se aproximan, no hay recurso ni posesión que valgan. En vuestra corte, señor, hay consejeros que son capaces de dividir, mediante artimañas, a los enemigos que surgen, pero cuando el envejecimiento y la muerte se aproximan, señor, no hay recurso ni posesión que valgan. En vuestra corte, señor, hay abundancia de lingotes de oro guardados en sótanos o altillos. Con tanta riqueza sería posible sobornar a cualquier enemigo que surja, pero cuando el envejecimiento y la muerte se aproximan, señor, no hay recurso ni posesión que valgan».

«Si el envejecimiento y la muerte vienen hacia mí, venerable señor, ¿qué otra cosa habrá que hacer sino actuar de acuerdo con el Dhamma, obrar rectamente, realizar acciones buenas y beneficiosas?».

«¡Así es, Majestad! ¡Así es! Si el envejecimiento y la muerte se aproximan, ¿qué otra cosa habrá que hacer, sino actuar de acuerdo con el Dhamma, obrar rectamente, realizar acciones buenas y beneficiosas?».

Así habló el Bienaventurado. Habiendo dicho esto, el Afortunado, el Maestro, añadió:

«Como una inmensa, rocosa cordillera, que se alzara hastas las nubes y avanzara aplastando todo aquello que encontrara, así llegan la vejez y la muerte a los vivientes.

Nobles, brahmanes, mercaderes y siervos, gente sin casta: chandalas y pukkusas, no existe nadie que pueda soslayarlos, todo lo aplastan, trituran y someten.

Aquí no quedan atisbos de victoria con elefantes, ni con carros o soldados. No se les puede combatir con artimañas, ni sobornar con riquezas acumuladas.

Siendo, pues, esto así, el hombre sabio contempla su destino inexorable, y, firme, pone su confianza, en el Buddha, en el Dhamma y en el Saṅgha.

Pues cuando actúa de acuerdo con el Dhamma ya siendo en cuerpo, palabra o pensamiento, es elogiado, aquí, en esta vida, pero también goza del cielo tras la muerte».

(SN 3:25; I 100-102 <224-29>)

En palabras del Buddha

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