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(2) Las vicisitudes de la vida

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«Estas ocho realidades mundanas, monjes, giran alrededor del mundo y a su vez el mundo gira alrededor de estas ocho realidades mundanas. ¿Qué ocho? El éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor.

»Monjes, el éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor los experimenta una persona común y sin instruir.

»Monjes, el éxito y el fracaso, el deshonor y la fama, la crítica y el elogio, el placer y el dolor también los experimenta un discípulo noble e instruido.

»¿Cuál es, monjes, lo que distingue, lo que separa, lo que hace diferente al discípulo noble e instruido de la persona común y sin instruir?».

«Venerable señor, nuestro conocimiento sobre estas cosas tiene sus raíces en el Bienaventurado; tiene al Bienaventurado como guía y refugio. Estaría bien, venerable señor, que el Bienaventurado aclarara el significado de sus palabras. Habiéndolas escuchado del Bienaventurado, los monjes las recordarán».

«Escuchad, entonces, monjes, prestad cuidadosa atención y hablaré».

«Sí, venerable señor», respondieron los monjes. El Bienaventurado dijo así:

«Cuando una persona común y sin instruir experimenta éxito, no reflexiona así: “Este éxito que experimento es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. No lo conoce tal y como es. Cuando experimenta fracaso … deshonor … fama … crítica … elogio … placer … dolor, no reflexiona así: “Este fracaso que experimento, este deshonor … esta fama … esta crítica … este elogio … este placer … este dolor es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. No lo conoce tal y como es. El éxito se establece en su mente y se apodera de ella. El fracaso … el deshonor … la fama … la crítica … el elogio … el placer … el dolor se establece en su mente y se apodera de ella.

»Cuando experimenta éxito, se entusiasma, y cuando experimenta fracaso, se enfada. Cuando experimenta fama, se entusiasma, y cuando experimenta deshonor, se enfada. Cuando experimenta elogio, se entusiasma, y cuando experimenta crítica, se enfada. Cuando experimenta placer, se entusiasma, y cuando experimenta dolor, se enfada. Implicándose de esta forma en lo que le gusta y en lo que le disgusta, no se liberará nunca del nacimiento, del envejecimiento y de la muerte, ni de la pena, del lamento, del dolor, de la frustración y de la tribulación; en una palabra, no se liberará del sufrimiento.

»Sin embargo, monjes, cuando un discípulo Noble e instruido experimenta éxito, reflexiona así: “Este éxito que experimento es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. Lo conoce tal y como es. Cuando experimenta fracaso … deshonor … fama … crítica …elogio …placer …dolor, reflexiona así: “Este fracaso que experimento, este deshonor …esta fama … esta crítica … este elogio …este placer …este dolor es impermanente, insatisfactorio y de naturaleza transitoria”. Lo conoce tal y como es. El éxito no se establece en su mente ni se apodera de ella. El fracaso … el deshonor … la fama … la crítica … el elogio … el placer … el dolor no se establece en su mente ni se apodera de ella.

»Cuando experimenta éxito, no se entusiasma, y cuando experimenta fracaso, no se enfada. Cuando experimenta fama, no se entusiasma, y cuando experimenta deshonor, no se enfada. Cuando experimenta elogio, no se entusiasma, y cuando experimenta crítica, no se enfada. Cuando experimenta placer, no se entusiasma, y cuando experimenta dolor, no se enfada. No implicándose de este modo en lo que le gusta y en lo que le disgusta, se liberará del nacimiento, del envejecimiento, de la muerte, de la pena, del lamento, del dolor, de la frustración y de la tribulación; en una palabra, se liberará del sufrimiento.

»Esto es, monjes, lo que distingue, lo que separa, lo que hace diferente al discípulo noble e instruido de la persona común y sin instruir».

(AN 8:6; IV 157-159)

En palabras del Buddha

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