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PREFACIO

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Vivimos en un periodo en el que las formas de desigualdad social y discriminación social más repugnantes se están volviendo políticamente aceptables. Las fuerzas sociales y políticas que solían desafiar este estado de cosas en nombre de alternativas políticas y sociales parecen estar perdiendo fuerza y, en general, parecen estar, por todas partes, a la defensiva. Las ideologías modernas de contestación política han sido capturadas, en gran medida, por el neoliberalismo. Existe resistencia, pero cada vez es menos creíble que pueda traer una alternativa realista. La resistencia se da cada vez más fuera del contexto institucional y no a través de los modos de movilización política que predominaban en el periodo anterior: partidos políticos y movimientos sociales. La política dominante se vuelve epistemológica cuando es capaz de defender activamente que el único conocimiento válido que existe es el que ratifica su propia supremacía. En un tal Zeitgeist, o espíritu de la época, me parece que el camino para salir de ese punto muerto tiene como premisa el surgimiento de una nueva epistemología que es explícitamente política. Esto significa que la reinvención o reconstrucción de la política de confrontación exige una transformación epistemológica.

En 1845, Karl Marx concluía las Tesis sobre Feuerbach con la famosa tesis XI: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo»1. Esa tesis acabaría por convertirse en el fundamento esencial del pensamiento crítico occidentalocéntrico, al reivindicar la centralidad del concepto de praxis como síntesis de teoría y práctica. Casi doscientos años después, es imperioso que regresemos a la interpretación para poder reinterpretar el mundo antes de intentar transformarlo. Las teorías críticas desarrolladas durante este periodo con el objetivo específico de transformar el mundo no lograron hacerlo en los términos que habían sido previstos. Por el contrario, provocaron una enorme frustración histórica formada por efectos perversos, de sueños que se volvieron pesadillas, de esperanzas que desembocaron en miedos profundos, y de revoluciones traicionadas; se acabaron por destruir los beneficios civilizadores que se consideraban irreversibles y las expectativas positivas se invirtieron y se volvieron negativas. Además, el pensamiento conservador moderno, siempre dedicado a la prevención de los tipos de transformaciones defendidas por el pensamiento crítico, parece haber tenido mucho más éxito. Tanto es así que la reducción gradual de las alternativas reivindicadas por el pensamiento crítico progresista alcanza tal extremo en nuestros tiempos que se ha hecho posible afirmar aquello que en los últimos doscientos años se consideraba en gran medida y de manera obvia un error pronunciar: no hay otra alternativa.

Una vez asumida por la teoría y la práctica políticas, el dominio por excelencia del pensamiento de alternativas, la afirmación creíble de que no hay ninguna alternativa acaba por ganar valor epistemológico. Lo político se vuelve epistemológico cuando pensar en cualquier alternativa política al estado actual de cosas significa lo mismo que fantasear en contraposición a la factualidad o falsificar en contraposición a la verdad. Este estado de cosas dictaría el fin de la necesidad de todas las formas de pensamiento crítico transformador, un pensamiento de alternativas, si dicho estado de cosas no fuera intolerable o inaceptable para grupos sociales oprimidos por el statu quo que, en todo el mundo, resisten y luchan contra la opresión y la dominación. Al no ser el caso, ¿cómo se pueden explicar y fortalecer dichas resistencias y luchas? ¿Recurriendo al mismo pensamiento crítico, el pensamiento crítico eurocéntrico que, aparentemente, se dejó secuestrar por la hegemonía conservadora? ¿No será ese esfuerzo inútil o contraproducente? A fin de cuentas, ¿por qué el pensamiento crítico eurocéntrico se ha rendido? ¿Por qué ha renunciado a formular alternativas creíbles que expliquen y fortalezcan las luchas creíbles contra la dominación y la opresión? En este libro defiendo que para responder a estas cuestiones es imprescindible cuestionar los cimientos epistemológicos del pensamiento crítico eurocéntrico e ir más allá de este, por más brillante y magnífico que sea el conjunto de teorías que haya generado. Intentaré mostrar que el problema central radica en que las premisas epistemológicas del pensamiento crítico eurocéntrico y del pensamiento conservador eurocéntrico tienen grandes (y fatales) afinidades electivas, que representan dos versiones diferentes de lo que aquí denomino epistemologías del Norte.

Para recuperar la idea de que existen alternativas, así como para reconocer que las luchas contra la opresión que siguen teniendo lugar en el mundo son portadoras de potenciales alternativas, es necesario un giro epistemológico. El argumento de este libro es que ese giro se encuentra en lo que llamo las epistemologías del Sur. Esto equivale a defender la necesidad de una decimosegunda tesis: tenemos que transformar el mundo al mismo tiempo que permanentemente lo reinterpretamos; al igual que la propia transformación, la reinterpretación del mundo es una tarea colectiva. De esta tesis se derivan seis consecuencias. La primera es que no necesitamos alternativas y sí un pensamiento alternativo de las alternativas. La segunda es que la reinterpretación permanente del mundo será posible solo en un contexto de lucha y, por ese motivo, no se puede llevar a cabo como si fuera una tarea autónoma, independiente de la lucha. La tercera es que, al ser verdad que las luchas movilizan múltiples tipos de conocimiento, la reinterpretación permanente del mundo no se puede producir por un tipo único de conocimiento. La cuarta consecuencia es que, dada la centralidad de las luchas sociales contra la dominación, si, por algún motivo absurdo, los grupos sociales oprimidos dejaran de luchar contra la opresión, por no sentir la necesidad de hacerlo o por considerar que están completamente privados de las condiciones necesarias para esa lucha, no habría espacio para las epistemologías del Sur ni, en efecto, serían necesarias. La obra de George Orwell 19842 es la metáfora de la condición social en la que no hay espacio para las epistemologías del Sur. La quinta es que no necesitamos una nueva teoría de la revolución; lo que necesitamos es revolucionar la teoría. La sexta es que, como el trabajo exigido por la permanente reinterpretación del mundo, necesariamente paralela a la respectiva transformación, es un trabajo colectivo, no hay en él espacio para filósofos entendidos como intelectuales de vanguardia. En cambio, las epistemologías del Sur exigen intelectuales de retaguardia, intelectuales capaces de contribuir con su saber a reforzar las luchas sociales que emprenden contra la dominación y la opresión.

En una época caracterizada por una gran desertificación de alternativas, es tan difícil imaginar el fin del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado como imaginar que no tendrán un fin (Santos, 2014a: 19-43; 2017a: 41-75). El fin de la imaginación está corrompiendo la imaginación del fin. Con la caída del Muro de Berlín, el capitalismo global se vio libre de una amenaza potencialmente fatal a la que se había enfrentado durante todo el siglo XX: el socialismo. En el proceso, también se libró de otra amenaza, menos grave, que, pese a no poner en duda la posibilidad de que el capitalismo se reproduzca indefinidamente, afectaría su tendencia a la concentración de riqueza. Estoy pensando en la socialdemocracia al estilo europeo. Al haberse liberado de esas dos amenazas, el capitalismo global parece florecer a pesar de (o exactamente a causa de) estar en crisis permanente. Por su propia etimología, el concepto de crisis connota la idea de perturbación ocasional de un determinado sistema y, al mismo tiempo, la oportunidad para mejorarlo. Sin embargo, hay una diferencia radical entre la crisis ocasional y la crisis permanente. Una crisis ocasional tiene que ser explicada y es, como he dicho, portadora de alternativas para superarla. En esto se basa la lógica profunda del propio pensamiento crítico. En cambio, una crisis permanente, en lugar de exigir ser explicada y vencida, explica todo y justifica el actual estado de cosas como el único panorama posible, aunque ello signifique infligir las formas más repugnantes e injustas de sufrimiento humano que el «progreso de la civilización» había depositado supuestamente en la papelera de la historia. El eslogan «capitalismo o barbarie», proclamado por apóstoles del libre comercio y del Estado mínimo de mediados del siglo XX, como Von Hayek, está evolucionando hacia la versión «capitalismo y barbarie». Sin embargo, no es una coincidencia que el lema original de Rosa Luxemburgo, «socialismo o barbarie» esté conspicuamente ausente. Según la lógica de la crisis permanente, la gente se ve obligada a vivir y actuar en una situación de crisis, pero no a pensar y a actuar de forma crítica.

En una época como esta, los que luchan contra la dominación no pueden contar con la luz al final del túnel. Tendrán que llevar con ellos una linterna portátil, una luz que, aunque sea trémula o tenue, ilumine lo suficiente para que sean capaces de identificar el camino adecuado y, así, evitar accidentes fatales. Ese es el tipo de luz que se proponen generar las epistemologías del Sur.

Este libro está dividido en tres partes. La Parte I describe las bases de las epistemologías del Sur. La Parte II trata de las cuestiones metodológicas que se derivan de la búsqueda efectuada en consonancia con las epistemologías del Sur. La Parte III se centra en los desafíos pedagógicos planteados por las epistemologías del Sur. En la Introducción presento un resumen de mi argumento. Las epistemologías del Sur «ocupan» las concepciones hegemónicas de epistemología, que denomino epistemologías del Norte. Pese a recurrir a la dicotomía Norte-Sur, las epistemologías del Sur no son simétricamente opuestas a las epistemologías del Norte en el sentido de oponer un conocimiento válido exclusivo a otro conocimiento.

En el capítulo 1, se explican los conceptos clave de las epistemologías del Sur: la línea abisal y la distinción entre exclusiones abisales y no abisales, la sociología de las ausencias, la sociología de las emergencias, las ecologías de saberes, la traducción intercultural y la artesanía de las prácticas. El capítulo 2 aborda las respuestas dadas a las objeciones que normalmente presentan las epistemologías del Norte, y se eligen tres: lo conceptos de ciencia, relativismo y objetividad. En el capítulo 3, inicio un análisis de las cuestiones epistemológicas específicas de las epistemologías del Sur o planteadas por ellas. A la vez, abordo las cuestiones de la autoría del conocimiento y del conocimiento escrito y oral. En el capítulo 4, discuto dos conceptos que se hallan en el centro de los saberes en conformidad con las epistemologías del Sur, el concepto de lucha y el concepto de experiencia. En el capítulo 5, defiendo la corporeidad o corporalidad del conocimiento, desafiando así la distinción mente/cuerpo tan apreciada por las epistemologías del Norte y dejando atrás la concepción de «conocimiento encarnado» de Merleau-Ponty. Me centro en tres experiencias de corporeización del conocimiento especialmente relacionadas con las epistemologías del Sur: el cuerpo moribundo, el cuerpo sufridor y el cuerpo jubiloso. Asimismo, discuto aquello que designo como calentamiento o apasionamiento de la razón, el punto existencial en el que se encuentran razones y emociones a fin de alimentar la voluntad y la capacidad de luchar contra la dominación y la opresión.

En el capítulo 6, introduzco las principales cuestiones relativas a la creación de metodologías de investigación dedicadas a las luchas sociales que estén en consonancia con las epistemologías del Sur, es decir, metodologías de investigación posabisal. Defiendo la necesidad de descolonizar las ciencias sociales y la búsqueda de metodologías no extractivistas, metodologías fundamentadas en relaciones sujeto-sujeto y no en relaciones sujeto-objeto. Este trabajo metodológico requiere una dosis significativa de imaginación epistemológica. Identifico algunos de los rasgos de dicha imaginación. En el capítulo 7, analizo con más detalle el contexto existencial en el que se deben poner en práctica las metodologías orientadoras de la investigación posabisal. En el capítulo 8, me concentro especialmente en las dimensiones sensoriales y emocionales de la investigación posabisal. La experiencia profunda de los sentidos se sitúa en las antípodas de las epistemologías del Norte y, como tal, se ha visto demonizada, despreciada e incluso suprimida. En el capítulo 9, sigo exponiendo otras cuestiones metodológicas, principalmente las formas de desmonumentalización del conocimiento escrito y la cuestión de cómo concebir el uso contrahegemónico del archivo; en otras palabras, como una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias.

En el capítulo 10, comienzo el enfoque de las implicaciones pedagógicas de las epistemologías del Sur. Me centro en la pedagogía de la traducción intercultural desarrollada por Mahatma Gandhi y procedo al análisis de las formas a través de las cuales esa pedagogía puede contribuir a reforzar articulaciones transnacionales entre luchas y entre movimientos sociales, construyendo así la globalización contrahegemónica, uno de los principales objetivos de las epistemologías del Sur. En el capítulo 11, destaco dos pedagogías radicales, la pedagogía del oprimido, de Paulo Freire, y la acción-investigación participativa, de Orlando Fals Borda, de cuyos legados son deudoras las epistemologías del Sur. El contexto de nuestro Jetztzeit, nuestro tiempo-ahora histórico, explica, más que cualquier otra cosa, las peculiaridades de las epistemologías del Sur respecto a una herencia tan rica y tan brillante. El capítulo 12 trata de los desafíos y las tareas que implica la descolonización de la universidad occidental u occidentalizada, que fue el jardín de infancia de las epistemologías del Norte y hoy es su residencia de la tercera edad. Al mismo tiempo, se discute el asunto clave de la educación popular y se ponen algunos ejemplos de los caminos que debe seguir la universidad para florecer como pluriversidad y subversidad.

Algunas lenguas, por ejemplo las latinas, tienen dos palabras diferentes para designar la actividad cognitiva y su producto, saber y conocer, el saber y el conocimiento. En este libro uso los dos términos como si fueran sinónimos y solo opto por uno de ellos según los usos convencionales de la lengua portuguesa. En la Introducción explicaré en detalle el motivo de esta opción.

La mayoría de las personas a quienes debo este libro no tendrán la oportunidad de leerlo. Son los activistas y líderes de movimientos sociales que comparten conmigo su saber en innumerables ocasiones y en numerosas circunstancias, en las reuniones del Foro Social Mundial, en retiros y seminarios, en marchas y manifestaciones y, más recientemente, en los talleres de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales. Este libro se lo debo, sobre todo, a mis amigas y amigos de la favela de Jacarezinho, en Río de Janeiro, donde viví durante unos meses para realizar el trabajo de campo que estructuró mi tesis de doctorado presentada en la Universidad de Yale, y a mis amigos y amigas de Barcouço, un pequeño pueblo situado cerca de mi ciudad, Coímbra, campesinos y campesinas que durante más de una década compartieron el sueño de fundar una cooperativa, la COBAR (Cooperativa de Barcouço).

En los últimos años he dirigido dos proyectos de investigación internacionales que me han dado la oportunidad de colaborar muy de cerca con un gran número de académicos de muchos países: «Reinventing Social Emancipation: Towards New Manifestos»/«Reinvención de la Emancipación Social: Para Nuevos Manifiestos» (1999-2001), financiado por la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur y por la Fundación Gulbenkian; «ALICE — Strange Mirrors, Unsuspected Lessons: Leading Europe to a New Way of Sharing the World Experiences»/«ALICE — Espejos extraños, lecciones imprevistas: definiendo para Europa un nuevo modo de compartir las experiencias del mundo» (2011-2016), financiado por el European Research Council3. Este libro se escribió en el marco de este último proyecto, y refleja la investigación y los debates científicos llevados a cabo en el contexto de ambos proyectos, en especial del más reciente. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a los compañeros y compañeras que han compartido conmigo la coordinación científica del proyecto ALICE (por orden alfabético de los nombres propios): Bruno Sena Martins, João Arriscado Nunes, José Manuel Mendes, Maria Paula Meneses, Sara Araújo y Teresa Cunha. Aunque todos han tenido un papel activo en la preparación de uno o más de los capítulos de este libro, debo un agradecimiento especial a Maria Paula Meneses, cuyo apoyo a la investigación fue más diversificado y exigió más tiempo. Asimismo, me gustaría dar las gracias a todo el equipo de investigación (también por orden alfabético del nombre propio): Alice Cruz, Aline Mendonça, Antoni Aguiló, Cristiano Gianolla, Élida Lauris, Eva Chueca, Francisco Freitas, José Luís Exeni Rodríguez, Julia Suárez-Krabbe, Luciane Lucas dos Santos, Mara Bicas, Maurício Hashizume, Orlando Aragón Andrade, Raúl Llasag Fernández y Tshepo Madlingozi. Un proyecto de investigación de esta magnitud no se habría podido llevar a cabo sin la dedicada y competente colaboración de dos colaboradoras, Rita Kacia Oliveira, secretaria ejecutiva, e Inês Elias, asistente de investigación.

Como en todos mis libros anteriores, he tenido la oportunidad de discutir con Maria Irene Ramalho todos los temas principales de esta obra y ha sido ella quien ha traducido al inglés una buena parte del texto. Pero hay mucho más que eso, durante más de medio siglo me ha ayudado a ser una persona mejor y un académico mejor y a no separar nunca las dos facetas. Nadie logrará expresar de manera adecuada toda mi gratitud hacia ella. También quiero expresar mis agradecimientos más sentidos a mi asistente de investigación, Margarida Gomes, que durante estos años me ha ayudado en la investigación y la preparación de los textos para publicarlos con una insuperable competencia. Mi asistente de investigación, Mateo Martínez Abarca, me ayudó en mis investigaciones sobre sumak kawsay. Asimismo, quiero dar las gracias especialmente a tres compañeros: a Gustavo Esteva, por haberme transmitido el pleno significado de la Comuna de Oaxaca; a Miguel Teubal, por ayudarme a descubrir la riqueza metodológica de la obra de una querida amiga y compañera, entretanto fallecida, Norma Giarraca; y a Mário Chagas, por la ayuda en la investigación sobre el Museo de Maré, un archivo insurgente. Como siempre, en la versión inglesa de este libro he podido contar con el excelente trabajo de revisión de texto de Mark Streeter, mientras que mi querido colega Antoni Aguiló hizo lo propio con la versión española, que ha tenido presente el texto en portugués. Y, finalmente, pero no por ello de manera menos especial, se merece un agradecimiento más que merecido mi secretaria, amiga y colaboradora, Lassalete Simões, que durante años de intenso trabajo ha supervisado todas mis actividades profesionales y muchas otras.

El Centro de Estudios Sociales (CES), el centro de investigación en ciencias sociales de la Universidad de Coímbra, siempre ha sido mi casa. Sería imposible dar las gracias individualmente a todos mis compañeros y a todos los empleados y empleadas. En el CES somos una comunidad que se distingue por una excepcional combinación de competencia profesional y entusiasmo. Sin embargo, es mi deber dar especialmente las gracias al director ejecutivo del CES, João Paulo Dias, a la bibliotecaria Maria José Carvalho y al bibliotecario Acácio Machado, así como al coordinador de informática Pedro Abreu, todos ellos queridísimos amigos y a la vez poseedores de una gran profesionalidad y de un empeño entusiástico, la más valiosa de las combinaciones que se puede encontrar actualmente en un centro de investigación.

En un mundo en el que el número de personas sintecho crece más que nunca, tengo la impresión y la gran suerte de tener dos casas. Mi segunda casa en los últimos treinta y cinco años ha sido la Facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison. Mis agradecimientos más sinceros a su directora, Margaret Raymond, a mis compañeros y compañeras, que son demasiados para citarlos individualmente. Quiero dar las gracias en especial a dos funcionarios, Jay Tucker, bibliotecario, cuya disponibilidad es insuperable y cuyo amor por los libros rivaliza con el mío; y Darryl Berney, el especialista informático, siempre dispuesto a facilitar mi relación algo incómoda con los ordenadores. Dos revisores anónimos del manuscrito de la versión inglesa de este libro me hicieron comentarios y sugerencias muy pertinentes, por lo que les estoy muy agradecido. Una última palabra de agradecimiento a mi querido amigo y editor con quien he tenido la fortuna de trabajar en este libro, Alejandro Sierra, de la editorial Trotta, por haber conducido de forma tan aplicada y diligente la publicación de esta obra.

El fin del imperio cognitivo

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