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Llegada a California

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Finalmente las dos naves, Almiranta y Capitana partieron del puerto en la desembocadura del río Sinaloa el día 18 de marzo de 1683. Debido a los vientos contrarios durante los primeros cinco días permanecieron cerca de la costa, pero después se lanzaron a la travesía del mar de Cortés, y el 25 de marzo avistaron ya la California. Seis días más tarde entraban a la antigua bahía de Santa Cruz de Hernán Cortés, bautizada para ese tiempo como La Paz.

Sin lugar a dudas el padre Kino se debe haber emocionado, ya que con este proyecto daba inicio al gran sueño de su vida; ser misionero entre gentiles, así que su primera ilusión era llegar a ver y convivir con los indios californios, quienes serían sus primeros neófitos. Pero pasaron varios días antes de que estos indios dejaran verse.

El primero de abril las dos naves anclaron en el puerto interior de la gran bahía. Antes de desembarcar, Atondo mandó pregonar una proclama en la que se hacían varias advertencias. Primero indicaba que la expedición estaba siendo financiada por el Rey y sus objetivos eran “entrar y fundar y establecer en [California] el santo Evangelio”. (9) Nada de búsqueda de riquezas, amazonas, ciudades de oro, minas, perlas y otros mitos que expediciones anteriores habían tenido como objetivo.


Mapa 3. Atondo y Kino llegan a La Paz en la Almiranta y la Capitana (marzo-abril de 1683). Diseño de José Luis García.

También se indicaba que por ningún pretexto ni manera alguna, hagan la menor vejación a ninguno de los naturales de dicho reino de Californias so pena de la vida que se ejecutará inviolablemente en el que esta orden quebrantare en cualquier cosa de lo que en él se contiene, ni tampoco les quiten a dichos naturales ninguna cosa de lo que tuvieren so color de cambio que les obligue a formar queja… así mismo ninguno sea osado de entrar en sus casas o ranchos sin su consentimiento. (10) Esta orden se debió a los abusos que anteriormente los pescadores de perlas habían hecho a los indios, y a experiencias amargas de pasadas rebeliones indias, en distintas partes de la Nueva España, debidas a robos a veces aparentemente insignificantes, como el de una sola gallina o una perla.

Un tercer aspecto de la proclama era un estímulo para los miembros de la expedición, ya que indicaba que si alguien lograba, gracias a su esfuerzo honesto, alguna riqueza de oro, plata, ámbar o perlas, podría conservarla siempre y cuando pagara el quinto real. Igualmente se mencionaba que cada uno de los participantes recibiría los honores correspondientes a sus méritos.

Después del pregón, Atondo, acompañado de los capitanes, pilotos, algunos soldados y marineros saltó a tierra, inspeccionando la zona con el fin de localizar un sitio donde establecer un primer poblado. Pronto localizaron un gran palmar en medio del cual existía un manantial rodeado por un cañaveral. A pocos metros se encontraba un promontorio donde posteriormente se labró una cruz con una de las palmas. Este era el sitio que finalmente Atondo seleccionó y que en nuestros días es el antiguo centro de la ciudad de La Paz. El palmar tenía una longitud de cuando menos dos kilómetros y presentaba buenas condiciones para que un poblado floreciera, incluyendo suficiente tierra para la siembra. En los siguientes días efectuaron varios reconocimientos por la bahía con el fin de conocer el terreno y preparar mejor el establecimiento.

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