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La evangelización

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Como ya lo mencionamos, el objetivo más importante de esta expedición era iniciar la evangelización de los grupos indígenas de la Antigua California. Para esto, los jesuitas habían nombrado al padre Kino como superior de este proyecto misional.

Kino apenas había llegado a la Nueva España en 1681, y aunque su sueño era ser misionero en China, sus superiores lo embarcaron en la expedición de Atondo para que fuera misionero en California. Así, Kino se inició como misionero en la Antigua California, y no solo eso, Kino fue el primer misionero de las Californias.

Para su proyecto como misionero novato, Kino escogió como patrona a la Virgen de Guadalupe. No es ninguna casualidad, de esta manera Kino adoptaba a la Nueva España como su tierra, y que mejor que una virgen propia de esta nueva tierra. Él mismo nos dice que: Sea esta soberana Señora servida de acompañarnos en todo con sus celestiales dones y favores. (56) Todo esto lo hacía por el bien de aquellas almas de dicha California… pues, con el mismo amor quiero querer aquellas almas que a la mía. (57)

Cuando Kino llegó a California ya sabía de los métodos que empleaban los jesuitas en su labor de misioneros de frontera, por eso en los barcos se traía gran cantidad de ropa, abalorios y dijes, y cosas que en indios son poderosos atractivos para ganarlos para Dios y para el rey. Igualmente, con el fin de aprender la lengua de los nativos, Kino traía consigo un pequeño vocabulario que anteriormente habían preparado los padres Jacinto Cortés y Andrés Báez durante las entradas de Cestín de Cañas y Porter y Casante a California en 1642 y 1648. Sin embargo, este documento no les sirvió de nada, ya que al parecer se trataba de otra de las lenguas guaicuras que se hablaban en la bahía de La Paz, diferente a las que Kino conoció.

Durante los primeros días de la expedición, nadie logró ver algún indígena, lo que tenía consternados a los misioneros. Sabían que por ahí andaban, ya que había numerosas huellas de su presencia. Con el fin de atraerlos y para ver si había indios escondidos en la espesura del monte, dejaron algunas cosillas de comer, como maíz, bizcocho y cuentas y se volvieron, sin embargo el intento resultó infructuoso ya que los guaicura no se dieron por enterados.

El obsequio de alimentos era una de las maneras más eficaces de atraer a los indios, y esto les funcionó para finalmente tener contacto con el primer grupo que se les acercó cuando estaban construyendo el fuerte. Este grupo, compuesto por 35 guaicuras llegó exigiéndole a los españoles se fueran de sus tierras. Atondo intentó sin éxito tranquilizarlos. Quien si lo logró fueron Kino y Goñi, quienes vencieron el recelo acercándose sin desconfianza, y sin armas desde luego, obsequiando comida y abalorios a los indios. Unieron a esto palabras suaves y conciliadoras y con ello los tranquilizaron y consiguieron que dejaran sus armas y comieran de lo que les invitaban.

Pasados dos días regresó un grupo más grande, y según nos dice Kino, todos de paz y con muestras de muchísima amistad y llaneza. El misionero les mostró un Cristo crucificado y la imagen de la Virgen de Guadalupe, de quienes los guaicura no sabían nada. También les enseñó a hacer la señal de la cruz. Fueron estos los primeros pasos que dio Kino en la evangelización de los guaicura.

En los siguientes días los indios siguieron visitando el campamento y los misioneros vencieron buena parte de los recelos de los guaicuras, no todos, ya que no llevaban a sus hijos y esposas, pero si fue suficiente para iniciar el aprendizaje de la lengua con la elaboración de un vocabulario. Para los jesuitas el aprendizaje de las lenguas nativas siempre fue parte esencial de su metodología evangelizadora.

Como en esos días tocó la semana santa de 1683, los guaicura tuvieron la oportunidad de conocer las primeras misas y celebraciones religiosas de los españoles, a las cuales asistían con mucho respeto, e incluso todos ellos, en especial los muchachos, repiten con muy buena y distinta pronunciación, las oraciones, y se persignan con los padres, que los juntan y rezan con ellos, aunque no entienden lo que rezan; pero, como en las palabras de las oraciones está Dios, solo de proferirlas materialmente, como el apóstol de la India san Francisco Javier tenía observado, hacen operación en las almas, ablandan y enternecen el corazón; son como el fuego que, si se toca con las manos, aún sin verlo ni saberlo, calienta y enciende. (58) También refiere que cuando a mediodía, se toca la oración y la rezamos de rodillas, ellos también se ponen de rodillas.

Sabemos que Kino siempre fue un gran optimista y esta condición ya la manifiesta en estos sus primeros días como misionero de frontera. Así, a pesar de los recelos iniciales, para el 20 de abril, Kino escribía que confiamos que de aquí a pocos meses, podremos empezar a ir bautizando, pues estos indios me parecen los más dóciles, afables, risueños y joviales que tiene toda la América. (59) Incluso Kino menciona que ya había empezado a escribir un pequeño libro donde relataría el avance de la evangelización y daría en él noticias de los primeros bautismos. En los meses siguientes, mayo y junio, Kino y Goñi trabajaron en aprender la lengua de esta California, con agasajar a los naturales y instruirlos en algunas oraciones de nuestra santa fe. (60) Los misioneros querían ganarse la confianza de los indios, y para ello era indispensable aprender su lengua y tratarlos con mucha paciencia, cariño y comprensión. A diferencia de los soldados, que desconfiaban de todo, los misioneros estuvieron totalmente abiertos a los indios, demostrándoles un amor que solo se explica por la fe que tenían en su destino de misioneros, es decir fe en Dios, en Jesucristo. A diferencia de los soldados y colonos, que siempre tuvieron miedo de los indios, los misioneros demostraron una inmensa confianza en ellos, confianza que desde luego fue recíproca, pero que con su actitud, Atondo y sus hombres echaron a perder.

A los regalos que Kino y Goñi daban a los guaicura, maíz, coscates, cintas, listoncitos, navajitas, cuentas de vidrio, entre otros objetos, los guaicura correspondían con las cosas y comidas que más apreciaban, como pitayas, mezcales, carne de venado, plumas, entre otras cosas. Y desde luego, se prestaban para que los misioneros fueran elaborando un vocabulario, del cual llegaron a tener quinientas palabras, y dócilmente aprendían las oraciones que les eran enseñadas.

Una vez que el pequeño poblado de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias fue terminado y fortificado, Atondo emprendió una entrada, acompañado por Kino, cuyo objetivo era acariciar a los indios y familiarizarse con ellos hasta conseguir que trajesen sus hijos al presidio de los soldados, para que pudiesen los padres misioneros con su frecuente comunicación aprender la lengua. Porque, aunque es verdad que venían los indios al real, pero siempre se habían portado con desconfianza y cautela, sin querer traer consigo a sus hijuelos y mujeres. (61)

Poco a poco los misioneros fueron teniendo avances: nos da muy buenas esperanzas la mucha docilidad y afabilidad de estos indios que estos días pasados llegaron con sus muchachitos a vivirse casi con nosotros, y durmieron de noche pegaditos a este nuestro fuerte o real; lo que, hasta ahora, nunca habían hecho. Y parece pronto vendrán con sus familias y chiquillos, y que de aquí, a unas semanas, podremos con el favor de su divina Majestad, empezar de los chiquillos a bautizar. (62)

Kino tenía prisa por evangelizar, ya que consideraba que el mejor bien que podría hacerle a los indios, era precisamente traerles la palabra de Dios, es decir, el Evangelio, y consideraba que con esto hacía un gran servicio a Dios; así, para nuestro misionero era prioritario aprender la lengua, y se dolía diciendo que: gran falta nos ha hecho y todavía nos hace un intérprete que si lo hubiéramos tenido, sin duda que ya hubiéramos negociado muchísimo, y tuviéramos ya muy muchos bautizados. (63)

Para junio de 1683, Kino y Goñi ya habían tenido algunos avances importantes, que de haber continuado sin lugar a dudas habrían vencido todos los recelos indígenas, sin embargo los soldados llegaron a ser un verdadero estorbo.

Kino informa al provincial Bernardo Pardo, (64) en agosto de 1683 que los guaicura habían dejado muchas cosas que… habíamos insinuado no nos parecían bien e iban ya rezando algunas cosas que les habíamos enseñado, como el bendito y alabado sea y se persignaban, y cuando a medio día rezábamos la oración de rodillas, ellos también se ponían de rodillas. Algunos ya vivían y dormían con nosotros con toda paz y amor, y nos tenían ya prometido de traernos cuanto antes sus familias y chiquillos, que de los chiquillos habíamos de empezar los bautismos. (65)

Contrasta enormemente la percepción que de los indios tenían los soldados y los misioneros. Para los primeros los gentiles de la nación guaicura siempre vinieron enemigos encubiertos. Para los misioneros eran almas que había que salvar, seres humanos con toda la dignidad de hijos de Dios, por lo cual los consideraban las mejores perlas de la California. Para ellos, la evangelización era el primer paso para dignificarlos e igualarlos con los españoles.

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