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El miedo
ОглавлениеLos guaicura planearon un segundo ataque para principios de julio, y para ello invitaron a los coras para que se les unieran. Estos aparentaron unirse, pero en realidad dieron aviso a Atondo sobre el ataque que se preparaba, lo que le dio oportunidad de organizar la defensa. Y es que, por un lado, los coras y los guaicura siempre fueron enemigos naturales, y por otra, la relación entre coras y españoles siempre fue buena, ya que los coras nunca fueron agraviados en entradas anteriores y además eran menos agresivos y más dóciles.
Cuando Atondo organizó la expedición a las Californias, no siempre encontró a las personas más adecuadas, sobre todo que tuvieran la disciplina y la actitud para ser soldados y enfrentar enemigos desconocidos. Esto se hizo evidente cuando la mayor parte de los expedicionarios empezaron a tener miedo ante las amenazas y provocaciones de los californios. Los guaicuras no siempre se dejaron amedrentar por las armas de los españoles, y aunque se dieron cuenta de la superioridad de estas armas, dirigieron sus amenazas en el sentido de que ellos eran muchos más que los hispanos, y simplemente les podrían ganar por la fuerza de su mayor número. Esto se lo creyeron muchos de los soldados y el miedo se fue apoderando de ellos, y más después del primer ataque y de la amenaza de un segundo ataque. Esta situación llegó a niveles de cobardía, como nos lo comenta Venegas: El Almirante mandó doblar los centinelas, poner un pedrero por el lado que solían bajar los indios y que estuviesen prevenidos los nuestros; pero halló en estos tanto caimiento y congoja que pudo bien conocer, que no llevaba consigo muchos de aquellos hombres animosos y endurecidos en los trabajos, que sujetaron en otro tiempo la América. Fue extraña la consternación en todo el real; y por más que el Almirante, el capitán y los padres animaron a la gente, no se oyó otra cosa, que alaridos y llantos como si todos fuesen otras tantas víctimas destinadas sin remedio al furor de los indios. El Almirante se vio más embarazado con esta infame cobardía de su tropa, que pudiera con ejércitos de californios. (72)
Es decir, los “soldados” de Atondo ya estaban derrotados desde antes de que empezara el ataque.