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El abandono
ОглавлениеAnte esta situación de pánico, el día seis de julio los soldados le suplicaron por escrito a Atondo el abandono de la bahía de La Paz. Muchas cosas aducían, entre ellas lo estéril de la tierra, el desconocimiento del número de indígenas, la actitud agresiva y provocadora de ellos, el rapto y asesinato del grumete (aún desconocían que había huido), la falta de bastimentos y el que hasta esa fecha nada sabían de la Capitana, que desde el 25 de abril había salido en busca de ellos. Además estaba el hecho del ataque sufrido y de que día y noche tenían que estar alertas, montando guardias permanentes. También mencionaban que de nada había servido tratarlos bien o con prudencia, ya que darles todo tipo de obsequios y comida no disminuía su actitud agresiva.
Por todo esto solicitaban a Atondo…se sirva de mandar que toda la gente que se halla en este Real [Nuestra Señora de Guadalupe de Californias], se embarque en la nao Almiranta, que está surta en este puerto [bahía de La Paz], y que vayamos recorriendo las costas de esta tierra y hagamos alto en el puerto de San Bernabé San Lucas [Cabo San Lucas], u otro cualquiera que se echare de ver ser de conveniencia, para desde allí poder despachar la nao Almiranta a la costa de la Nueva España por algún socorro que podrá ser con la ayuda de Dios y que se logre a lo que venimos, que es reducirlos a nuestra Santa Fe Católica y extender su santo Evangelio. (78)
Aunque Atondo, con la ayuda de los misioneros, intentó persuadir a sus gentes del inconveniente del abandono, y de lo poco honorable de su actitud, no lo logró y temiendo pudiera haber un motín, finalmente cedió. Venegas nos dice: Procuró el Almirante sosegarlos con motivos de pundonor, poniéndoles a la vista por una parte su propio descrédito, pues pondrían grave nota en su nombre y en su valor si se decía de ellos que habían desistido cobardes de aquella empresa, por temor de unos indios desnudos que no sabían manejar más armas que unas flechas. Por otra parte alegándoles la lealtad que debían a su rey como vasallos… ellos voluntariamente se habían ofrecido a servirle con sus personas, incurrirían la infame nota de menos leales a su rey, cuanto más tuviesen de temerosos. Pero como la cobardía no sabe sujetarse a las leyes del pundonor, insistían tercos aquellos medrosos soldados en su demanda. Y como quienes no tenían razón sólida que alegar en su abono, mudaban medio en sus argumentos, porque dejando las leyes de la honra, apelaban a las leyes de la vida alegando que ya los bastimentos se acababan, que la Capitana, que había ido a traer nueva provisión, tardaba mucho, que la pesca que antes se sustentaban se había impedido ya por temor a los indios, que no había quedado ya más bastimento que un poco de maíz y frijol, y que en acabándose ese perecerían todos de hambre en tierra de enemigos. No pudo el Almirante sosegar con razones a los que tanto había dominado el miedo y la pasión… y temeroso de mayor mal en la sublevación de su gente, determinó condescender con ella, desamparando el puerto de La Paz. Salió de él a los catorce de julio. Más por la esperanza que tenía de que ya presto vendría la Capitana proveída de bastimentos, dio orden al piloto para que navegase poco a poco, deteniéndose en aquellas islas cuanto pudiese, porque tenía la intención de volverse otra vez al puerto de La Paz si con tiempo llegaba el socorro esperado de la Capitana. (79)
A todos tenía desconcertado el hecho de que no apareciera la Capitana, ya que, como dijimos, había salido desde el 25 de abril hacia el puerto Yaqui en busca de bastimentos y caballos. En esos momentos ellos no podían saber los problemas que tuvo esta nave con los vientos contrarios, por lo que no le fue posible llegar a la bahía de La Paz. Al momento de partir la Capitana, Atondo le pidió a su capitán que no tardaran en volver más de cuarenta días, y ya para entonces llevaba esta embarcación más de 80 días sin ser vista, por lo que a falta de nuevos bastimentos tuvieron que racionar la comida, y aunque en las primeras semanas de su llegada, completaron su dieta con pesca y caza, ya desde junio el temor que tenían a los guaicura les impedía o limitaba el salir a estas actividades. Los soldados se sentían sitiados.
Mapa 6. Movimiento de la Balandra y la Capitana durante el intento de ocupar la bahía de La Paz, 1683. Diseño de José Luis García.
Antes de abandonar California Atondo intentó convencerlos nuevamente de que la Almiranta saliera en busca de la Capitana, pero otra vez fue rechazado el ofrecimiento, ya que sin navío a la vista la gente se sentía totalmente desprotegida. Así, de una manera casi subrepticia, abandonaron la bahía de La Paz la noche del catorce de julio de 1683. Eran 84 hombres los que abordaron la Almiranta. Se había dado un fracaso más en la larga cadena de intentos por colonizar y evangelizar California.