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La educación que deforma

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Uno de los ámbitos dominados por los adultos que más cuestionamientos genera en los jóvenes, tal vez porque los tiene como víctimas directas, es el sistema educativo. Mucho de lo que frustra a la juventud tiene que ver con la educación que reciben y con todo lo que dejan de recibir en materia de formación. Un sistema diseñado en el siglo XIX, con docentes del siglo XX para formar jóvenes para el siglo XXI. Todos sabemos que esto no puede funcionar, más aún los jóvenes que no tienen conflicto de intereses con las estructuras actuales. Entonces, les irrita las pedagogías obsoletas, los enerva la cantidad de información inútil, los indigna la soberbia del profesor, los aburren las formas de enseñanza, los frustra ver que nada cambia porque ven que, en la realidad, todo cambia. Los enfurece estar dentro de un sistema educativo que saben que los deja afuera de las oportunidades.

De nuevo, se activa la escucha en Arbusta para garantizar que esa convicción de que se aprende a trabajar trabajando, sea el eje del diseño de los entrenamientos y el centro de la formación de los arbusters centennials que hacen oír sus comentarios sobre las debilidades del sistema educativo que debería formarlos. Aprovechamos entonces para compartir una síntesis de esas reflexiones.

«Los jóvenes tenemos un problema para progresar porque el sistema educativo falla por todos lados: si te toca un profesor bueno, es por suerte y no porque se deba a un sistema organizado. Es un sistema que te pone una nota que no sirve para nada. La escuela es todo lo opuesto a un lugar donde deberías aprender».

«Los profesores no acompañan a los jóvenes en su desarrollo. Los profesores bajan línea de un modo que hay que cambiarlo, te imponen que las cosas son de una determinada manera y eso hay que cambiarlo. Eso te desanima. Entonces, te impulsa la ira, porque hay mucha gente que la pasa mal».

«En el sistema educativo, al profesor no le interesa lo que te gusta sino que entiendas. Son pocos los profesores que dan clase; la mayoría son aburridos y no aprendés. En Historia había un profesor que hacía juegos en grupo para que aprendieras y era gracioso. Entonces, te llamaba la atención y aprendías más. Un profesor que está continuamente escribiendo y hablando, me aburre».

«Los programas de estudio, las ganas del profesor de dar las clases, los sueldos, hay que cambiar todo. Los requisitos para aprobar, los requisitos para entrar a las universidades. No puede ser que evalúen a treinta personas por el mismo conocimiento y no se consideren sus aptitudes, sus gustos. Yo no puedo estudiar Psiquiatría en la universidad porque no tengo aprobada Matemática del secundario».

«El gobierno da cosas, ofrece programas para potenciar habilidades técnicas y blandas. Si uno busca, siempre algo hay. Si buscás, podés encontrar. Lo que pasaba antes era que la gente, capaz, no divulgaba tanto esas alternativas por miedo a que, al hacerse conocidas, no fueran a estar más o perdieran sus propias oportunidades. Ahora, la gente divulga todo por todos lados. Pero, si no tenés conexión con esas cosas, no llegás».

«Con la educación en mi secundaria estoy disconforme. Te causa rechazo para cosas que luego tenés que estudiar en el futuro. El inglés lo odié en la secundaria y, ahora, no quiero saber nada. Con Matemática lo mismo: a mí me gusta, pero hay chicos que la odian. La educación es toda repetitiva. Todo se achicó: mi mamá tenía francés en el colegio y yo ya no tuve. Todo es más compacto. No ves ciertas cosas que podrían expandir tus posibilidades».

«No se respetan los tiempos de aprendizaje. Te exigen que aprendas algo para cierta fecha y se olvidan del objetivo que es aprender. Hay profesores que te hacen reflexionar, que te lo hacen más divertido y simple. En la enseñanza normal te dan mucha información en lugar de que sea algo más concreto».

«Hay muchos chicos a los que les pegan, que están solos en la calle y necesitan más un psicólogo que una escuela».

«Hay chicas jóvenes en mi barrio que dejan el estudio y después tienen pareja e hijos. Pero eso no sucede con mis compañeros y compañeras del colegio Bermejo, fuera del barrio. En el Bermejo, la mayoría de mis excompañeros están estudiando y trabajando; les cuesta un montón, pero lo hacen. La gente “de afuera” (como llaman a los que viven fuera del barrio) hace un gran esfuerzo. Las chicas de mi barrio no piensan en su futuro. Capaz buscan el cambio después, por sus hijos. Antes, en el barrio había mucha ganancia turbia (del delito) y, ahora, hay mucho más control. Nunca tuve amistades en el barrio; siempre por fuera».

Para convertir la mirada crítica en postura, el testimonio de Sofía Alderete5, además de lograrlo de manera contundente, desmiente ese preconcepto de que los millennials y centennials no se comprometen con causas que van más allá de su propio ombligo: «No me es indiferente la ley de UNICABA6. Estoy en total desacuerdo con ese proyecto y creación de ese establecimiento. Creo que un título universitario no hace más docente a ninguno de los estudiantes de los 29 profesorados que quieren cerrar, siendo que muchos de los grandes docentes, que dictan clases y son reconocidos por muchos, no necesitaron un título universitario y todo sus conocimiento lo forjaron en un profesorado. Me parece innecesario y creo fervientemente que son muchos otros factores los que se deben mejorar para que la educación sea de mejor calidad. Por eso, defiendo y alzo mi bandera a favor de la continuidad de los profesorados».

Habiendo comprendido el desafío de construir un espacio de jóvenes que contemplara la tensión con los adultos y —al mismo tiempo— una organización capaz de formar jóvenes sin replicar las debilidades del sistema educativo, tocaba ahora pensar qué formato podía darle cuerpo a Arbusta.

La potencia del talento no mirado

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