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La superación, la vara que mide el sentido

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Fue mucho más temprano que tarde que la buena selección de talentos comenzó a dar sus frutos, frutos que Arbusta sabía que sembraría para que los cosechara el mercado, pues la superación interna, con el tiempo, derivaría en proyección externa. Así, dentro de la comunidad de arbusters, hubo jóvenes que ingresaron y se desarrollaron en la empresa, que fueron detectados por el mercado, tentados con nuevas ofertas laborales y hacia allí fueron, en busca de nuevos horizontes. Ese grupo de jóvenes que formaron parte del equipo de Arbusta no solo ayudó a formatear la identidad de la organización, sino que, también, aportó sentido a la misión y, al mismo tiempo, fijó la vara para medir su alcance.

María Vallejos se incorporó a Arbusta cuando tenía 18 años y ya era madre de dos hijas, con quienes vivía en una habitación prestada. María no sabía, cuando ingresó a la empresa, la diferencia entre software y hardware, pero sabía que tenía que saber. No solo aprendió, sino que lo compartió, se empoderó, lidió con su entorno, progresó y terminó yéndose de Arbusta para entrar en una empresa donde —para conseguir su puesto— tuvo que competir con dos ingenieros. Hoy le brinda a sus hijas una vida autónoma. María le puso una vara alta a Arbusta porque, ahora, todo lo que no esté a esa altura de transformación, no tiene sentido.

Hay jóvenes que pasaron por la empresa y les gustaría volver para aportar lo que aprendieron afuera, para devolverle a Arbusta lo que aportó a sus vidas. Eso da sentido a la transformación.

El crecimiento, la integración, el hecho de ir desarrollándose todos cada día como seres humanos plenos, disfrutando del trabajo y, a la vez, enriqueciéndose unos de otros, mirando cuáles son las tendencias tecnológicas y trayendo toda esa potencia a la organización, todo eso es parte de lo que permite ir creciendo, de lo que mejora a cada uno y de lo que hace que Arbusta se supere como empresa. La superación es contagiosa en lo personal y es potenciadora en lo colectivo. Superarse en el talento les permite retener a los clientes y agregar valor constante a los servicios que se les presta. Entender a la superación como talento es lo que los hace competitivos, lo que los hace ganar nuevos contratos.

El equipo cada vez pide más, que se presten nuevos servicios, que se complejicen las ofertas, que se encaren nuevos desafíos. «Como iniciadores de Arbusta, pasamos de desafiar a ser desafiados», resumen los fundadores.

«Y hablando de desafíos, hicimos una prueba para medir nuestros estándares de productividad. Comparamos el modelo de trabajo de un equipo de Arbusta con el de una empresa unicornio del sector tecnológico. El modelo de Arbusta resultó más productivo en la mayoría de las variables medidas y resultó ser que la principal variable que hacía la diferencia era la forma en la que promovíamos el talento. El modelo de Arbusta había logrado que jóvenes sin formación técnica previa alcanzaran productividad alta mediante tres acciones bien concretas: aprovechando y satisfaciendo la vocación de aprender; dando permiso a equivocarse; y fomentando el hecho de pedir ayuda frente a la equivocación, contrariamente a lo que suele hacer una persona con formación universitaria, que tiende a ocultar el error».

«Cuando percibimos que alguien no está desempeñando bien sus tareas por falta de compromiso, lo provocamos diciéndole: “No estás tomando la oportunidad”, porque cientos pudieron capacitarse y trabajar sin tener ningún conocimiento previo, lo que demuestra que lo que se requiere es cierta capacidad para asimilar conocimientos pero, sobre todo, actitud para tomar la oportunidad».

«Al provocarlo o provocarla, queremos estar seguros de que esa persona esté poniendo todo de sí para acceder a la oportunidad de conectar con su talento y demostrarlo, algo que va mucho más allá de conseguir un trabajo. Porque, si algo tenemos claro como aspiración, es que nuestra meta no pasa por dar trabajo, sino por potenciar talento».

Efectivamente, en este sentido, Arbusta es mucho más que un trabajo que trae ingresos a una familia (en la mayoría de los casos, el primer empleo formal que llega a la familia). Es un pasaporte a un futuro económico posible, que les permite proyectarse realmente como profesionales de la industria tecnológica, uno de los sectores de mayor crecimiento en la economía. Esta transformación incide directamente en su círculo cercano: sus hijos tienen un futuro distinto, sus familias viven ese desarrollo como un estímulo que inspira y contagia.

Escuchando a los jóvenes se pudo entender cómo potenciarlos en el mundo de los adultos. Escuchando nuevamente a los jóvenes opinar sobre cómo no querían ser educados, se pudo comprender cómo necesitaban ser formados. Observando la superación de los jóvenes que se concretaba internamente y se potenciaba externamente, se descubrió la medida de la transformación posible. Se entendió que la identidad de Arbusta no estaba en su figura jurídica, sino que se encontraba en cómo cada uno de sus protagonistas la vivenciaba. «Fue así cómo, creyendo que estábamos fundando una empresa de tecnología, terminamos por descubrir que, en realidad, estábamos creando un espacio donde la tecnología era la excusa para explorar un nuevo modelo de desarrollo», confiesan los fundadores.

La potencia del talento no mirado

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