Читать книгу La potencia del talento no mirado - Carlos March - Страница 7

Introducción

Оглавление

No existe nadie mejor para describir lo que late que aquel que lo hace latir: «¿Qué es el trabajo siendo una persona de un barrio popular y marginal? Es la posibilidad de derribar las barreras impuestas por un sistema donde “el que nace pobre, muere pobre” y de devolverle la autoestima arrebatada a mis pares. Es demostrar que podemos ser iguales o mejores que aquellas personas que juzgan sin saber lo difícil que fue llegar. El trabajo para la persona popular y marginal es una nueva esperanza, un nuevo sueño a soñar, es querer entrar en los parámetros del mundo para no salir de ahí… una vez más», señala Elías Encina, arbuster1. Arbusta es una organización latiente, vibrante, emocionante. Late al ritmo de cada pulsación de quienes la integran, vibra con cada idea que se propone, emociona con cada sueño que se convierte en vivencia.

De alguna forma, Arbusta se convirtió en una sorpresa premeditada, una intuición planificada, un deseo condenado a ser. Arbusta es una organización viva que cambió la rigidez del organigrama por la vivacidad del flujograma. Es el sueño de tres personas —Paula, Emiliano y Federico— que aspiraban a transformar un mercado y terminaron cambiando vidas. Es la necesidad de alcanzar una transformación interna que mutó a una introspección colectiva junto a cientos de jóvenes. Es la convicción de que se podía transmitir aprendizajes a otras personas y, de repente, esos cientos de otros y otras generaron la oportunidad de volver a aprender. Ellos, los fundadores —Paula, Emiliano y Federico— imaginaron Arbusta a partir del deseo de comprobar que el talento es un recurso abundante. Y lo comprobaron. Entonces, ahora, brotan nuevos deseos. Y el problema de los deseos es que, a veces, se cumplen.

Justamente, uno de esos deseos era compartir este texto con aquellos que, construyendo una forma de hacer, terminaron convirtiéndola en una manera de ser. Porque, en definitiva, el deseo es uno de los alimentos del talento. Y es el talento el que permite a los seres deseantes convertirse en hacedores. Por eso nace este libro, con el deseo de convertirse en una aguja que sirva para enhebrar la oportunidad con la necesidad; en un faro que permita entrelazar valores con herramientas; en un link que conecte tecnología con vivencias; y en muchos likes a talentos convertidos en hechos.

Arbusta es un modelo que puede servir para aquellos y aquellas jóvenes que, por motivos ajenos a su voluntad, terminan marginados. Es un canal de superación que puede ser útil para dejar atrás diversos tipos de vulnerabilidades, pero también para contextos y objetivos diversos, como la reinserción laboral de los miembros de la guerrilla en Colombia, o la construcción de un espacio de oportunidad para jóvenes transgénero o madres solteras.

En relación a las madres jóvenes que tienen a su cargo el cuidado del hogar, una investigación de CIPPEC llamada Jóvenes que cuidan, arroja un dato impactante: del total de jóvenes catalogados como que no estudian ni trabajan, el 67 % son madres adolescentes que cuidan de sus hijos, hermanos o adultos mayores (aunque están mal catalogados porque sí tienen un trabajo no remunerado que es cuidar). Pero otro dato que agrega impacto al impacto es que de estos jóvenes que cuidan, el 95 % son mujeres y el 5 % varones. Y que en la Argentina, una de cada seis mujeres tiene su hijo antes de los 19 años. La maternidad adolescente se da mayormente en contextos de desigualdad: 7 de cada 10 madres jóvenes pertenecen a hogares de bajos ingresos. Allí puso el ojo Arbusta, en esas jóvenes que prioriza en sus búsquedas laborales y que considera en su diseño organizacional para ajustarlo a sus necesidades.

Arbusta es la prueba de que se puede unir el talento centennial, el talento de jóvenes madres, el talento de cientos de jóvenes nativos digitales, con una empresa de tecnología. Lo que impulsó la etapa fundacional fue la intuición, el hecho de aventurarse a buscar ese talento en todos los jóvenes, independientemente de la situación socioeconómica de cada uno de ellos y ellas, y más allá del lugar donde hubieran nacido.

Esa intuición fue confirmada a través de recorridos en el mercado que demostraron que hay dos sectores que no se miran: las empresas y los jóvenes de barrios populares. No se conocen, no se piensan, no se buscan, no se consideran y, entonces, no se reconocen. Los pobres se cansaron de buscar con la mirada a empresas que miran para otro lado, enceguecidas por dos maximizaciones. Una de ellas, la maximización de utilidades, se ve agravada cuando va de la mano de la minimización de los efectos sociales que genera una riqueza cada vez más concentrada y una pobreza cada vez más expandida. En tanto, la segunda es la maximización constituida por el prejuicio de pensar que los jóvenes convertidos en «esos pibes» que viven en barrios populares son «complicados».

Es socialmente mutilante, estigmatizante y devastador un prejuicio sufrido nada más y nada menos que por el 58 % de los argentinos, es decir, seis de cada diez personas en nuestro país. ¿Qué piensan? Que la mayoría de los jóvenes que viven en situación de fragilidad económica tienen problemas de consumo de drogas y alcohol, y que, además, son violentos. Así lo revela un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), publicado por el diario La Nación2.

Concentración de riqueza y distribución de prejuicios fueron, desde el comienzo, dos aspectos que los tres fundadores de Arbusta presentían que era posible cambiar y que eso podría tener un efecto tremendamente poderoso y profundamente transformador. Por un lado, para descubrir el poder personal de animarse a ser parte de un proceso de cambio a partir de la transformación de uno mismo. Por el otro, para dimensionar el poder colectivo que implica generar transformaciones en un sistema de producción que necesita de nuevos paradigmas para garantizar un desarrollo sostenible e integrador, con acceso equitativo a oportunidades, y equiparador en cuanto a aportar herramientas de desarrollo personal y profesional.

«Comenzamos a reflexionar sobre esa ceguera mutua entre empresas y jóvenes de barrios populares, sobre ese escenario opaco que les impedía verse, y encontramos el elemento que haría abrir los ojos y aportaría la luz necesaria para iluminar el entorno. Ese elemento fue el talento», afirman los fundadores y, así, acuñan el elemento inspirador de Arbusta y protagonista en este texto.

La definición básica de talento señala que es «la capacidad intelectual o aptitud que tiene una persona para aprender las cosas con facilidad o para desarrollar con mucha habilidad una actividad». Sin embargo, si nos corremos de su significado centrado en el individuo y lo abordamos desde una mirada colectiva, podemos conceptualizarlo como un recurso universal —dado que es poseído masivamente— que, al mismo tiempo, constituye un bien común, es decir, que está presente en forma transversal.

¿Qué quiere decir esto? Que el talento es un recurso distribuido en la sociedad. Pero, si esto es cierto, ¿por qué un importante sector —como son los jóvenes en general, y las y los jóvenes en situación de fragilidad económica en particular— no acceden a trabajos que potencien sus talentos? Porque si bien el talento está distribuido democráticamente, lo que no se distribuye son las oportunidades de acceso. Fue así que, buscando una solución a ese dilema, nació Arbusta, una empresa que destraba, habilita y nutre el talento.

Arbusta es una empresa de servicios tecnológicos cuya materia prima es el talento joven que la alimenta pero, al mismo tiempo, ese talento es nutrido y distribuido entre los jóvenes como bien público, de tal manera que todos tengan acceso a las oportunidades que lo potencian en igual cantidad y calidad.

«Cuando nos pusimos en marcha, descubrimos que la práctica de acceder al talento en los segmentos más vulnerables de la sociedad no tenía una teoría que la respaldara», afirman los fundadores. Este texto es, entonces, un intento de aportar algo de teoría para unir tecnología con causas sociales o, en palabras de la sociología, de promover talento para la movilidad social ascendente.

¿Por qué? Porque Arbusta se piensa como una empresa que pasa de generar trabajo a provocar un punto de inflexión en la vida de las personas, tal cual ocurre con los bienes públicos que son capaces de producir mayor calidad de vida colectiva a partir del acceso equitativo para todos los individuos a esos bienes públicos. Porque, recordemos, el talento está distribuido democráticamente, pero las oportunidades son factibles para unos pocos.

Otra dimensión de por qué Arbusta devela talento tiene que ver con las historias de vida de sus fundadores y el hecho de estar convencidos de que el trabajo es uno de los ámbitos de la vida en los cuales más se despliegan las personas y su potencial. «Quisimos replicar en Arbusta lo que nos había pasado a nosotros personalmente: el trabajo fue un lugar clave para reconocer y desplegar nuestro potencial, para adquirir habilidades nutriéndonos de otros, para enfrentarnos con nuestras sombras, para crecer e integrarnos como personas, y para seguir aprendiendo todos los días. Cualquiera se conecta con su potencial y es capaz de ir develándolo cuando tiene la oportunidad de ponerlo en práctica, de reconocerlo y de hacerlo crecer a partir de acciones concretas, de evidencias reales. El trabajo es uno de los ámbitos más plenos para lograrlo porque nos expone en dimensiones muy personales y, además, en dimensiones técnicas y sociales», redondean los fundadores.

La potencia del talento no mirado

Подняться наверх