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¿Es lo mismo cura y sanación?

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Todo proceso terapéutico tiene una finalidad, una meta, un norte hacia donde se dirige, que son los objetivos terapéuticos que se plantean en función de cada consultante particular. Si bien a veces estos objetivos pueden ser relativamente simples (como mejorar su calidad de vida, o autoconocerse), en general los consultantes acuden a terapia porque han llegado a una situación límite en la que necesitan resolver problemas que no consiguen afrontar o resolver por sus propios medios, y deben aprender a superar sus dificultades, dolores, carencias, obstáculos o trabas en su vida.

La solución que podemos ofrecer a lo que trae el consultante como preocupación o motivo de consulta, puede ser, básicamente, de dos tipos: curación o sanación. Si bien en muchos casos ambos términos son tomados como sinónimos, es importante diferenciarlos, para saber dónde posicionarnos y qué pretendemos lograr con nuestra terapia. De acuerdo a nuestra formación terapéutica, habilidades conquistadas y metas personales que deseamos lograr como terapeutas, es decir, qué nos genera satisfacción en lo personal con nuestros logros terapéuticos, nos centraremos en uno u otro proceso:

 Cura: se produce cuando un consultante que presenta un síntoma o enfermedad, acude a un profesional de la salud o a un terapeuta y el síntoma que lo perturbaba logra ser suprimido, erradicado, eliminado, y ya no lo perturba más.

En el proceso de cura, el profesional de la salud o el terapeuta hace foco en el motivo manifiesto de consulta; identifica el problema, utiliza estrategias puntuales de intervención y si el síntoma o la enfermedad remiten, referimos que el consultante está “curado”, es decir, se ha restablecido su salud y el motivo de consulta por el que acudió fue resuelto. Aquí entonces podemos afirmar que el tratamiento ha sido un éxito, pues se cumplió con el objetivo de eliminar el malestar o dolor. Para el consultante que acude con un problema puntual y lo que desea es que ese problema desaparezca, sí lo fue; así como también para aquellos terapeutas que se centran en el problema y en cómo combatirlo. Pero si consideramos que los síntomas tienen mucho más para decir que lo que muestran, los veremos como la punta del iceberg, es decir, la parte visible de un trasfondo más complejo, profundo y liberador por descubrir…

 Sanación: este proceso trasciende la cura, pues no se centra solo en eliminar el síntoma o la enfermedad, sino que su objetivo es, además, el de intentar descubrir las relaciones causales, influencias e interacciones recíprocas entre los diversos aspectos de la vida del ser humano (físico, mental, emocional, espiritual, comportamental e interpersonal o social) para generar cambios significativos y modificaciones profundas que aumenten y mejoren notablemente la calidad de vida, no solo atendiendo a la parte integrante del todo que se presenta afectada (síntoma), a lo fenomenológico, lo que aparece, sino a la totalidad del ser.

Desde el proceso de sanación se tiene en cuenta la influencia de los estados emocionales y de los pensamientos en la salud física, y cómo estos repercuten en los comportamientos y las relaciones interpersonales, y también a la inversa y en múltiples direcciones, pues las causalidades no pueden ser unidireccionales. Por ejemplo, un problema físico, como algún tipo de limitación o enfermedad crónica, es causal de desequilibrios psíquicos (emocionales y cognitivos). El punto de partida para comprender las interacciones y relaciones causales para luego poder pasar a la acción, siempre será el síntoma, el desequilibrio o motivo manifiesto de consulta.

Cuando el proceso en el que nos enfocamos es en el de sanación, lo que evaluamos, analizamos y ayudamos a tomar consciencia, es acerca de la interrelación entre los aspectos que integran la unidad y totalidad del ser humano con un objetivo que va más allá de la curación, pues ésta será una consecuencia inevitable de la sanación; cuando el consultante logra aceptar que es el creador de su propia realidad, comienza el arte de transformarse a sí mismo, o lo que los alquimistas llaman “transmutación”.

Aquí vemos cómo la cura es solo una parte de procesos más profundos de los que el consultante se puede enriquecer, donde el foco pasa del síntoma (la superficie) a la totalidad integrada del ser humano. Por este motivo cuando un consultante experimenta un proceso de sanación no solo desaparece el síntoma, sino que la posibilidad de su repetición o migración a otro síntoma es prácticamente nula y sus efectos se perciben no solo a corto, sino también a mediano y largo plazo.

En la sanación, entonces, el síntoma no es tomado como algo a atacar o eliminar, sino como la puerta de entrada hacia el universo interior y la oportunidad para transitar un camino de introspección, autodescubrimiento, aprendizaje, autoconocimiento, evolución, transformación y transmutación.

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