Читать книгу Horizontes de la hipótesis tensiva - Claude Zibelberg - Страница 26
1.2 El evento*
ОглавлениеEsta distribución elemental está cargada de consecuencias. En primer lugar, la aspectualidad se convierte en parte comprometida de un paradigma, en la medida en que se opone a la instantaneidad; la aspectualidad se presenta como el análisis de un proceso que la instantaneidad excluye. En segundo lugar, el evento, figura central del «sobrevenir», ocupa, según la hipótesis adoptada, el lugar que la percepción tiene comúnmente. En último lugar, el modo semiótico se encuentra en el origen de la afectividad en la medida en que el «sobrevenir» y el «llegar a», cada uno con su estilo propio, son… afectantes, derivación que es minuciosamente analizada por Descartes en Las pasiones del alma (1991):
Cuando el primer encuentro de un objeto nos sorprende, y lo juzgamos nuevo o muy diferente de lo que antes conocíamos, o bien de aquello que suponíamos que debía ser, eso hace que lo admiremos y que nos asombre. Y como eso puede ocurrir antes de que podamos conocer si ese objeto nos conviene o no nos conviene, me parece que la admiración es la primera de todas las pasiones. (pp. 108-109)
Bajo la autoridad del «sobrevenir», la emoción se presenta como una mutación, como una revolución del sujeto: «La sorpresa es un “tiempo” durante el cual uno no se reconoce. Esto sugiere que la “no-sorpresa” (el curso ordinario de las cosas) es el estado de reconocimiento continuo, y que el no-reconocimiento es aquí una insensibilidad relativa» (Valéry, 1973, p. 1067).
Desde el punto de vista lingüístico, tomar en cuenta el tempo invita a revisar la jerarquía de los tipos frásticos. Mate y átona, la frase declarativa debería ceder el puesto a la frase exclamativa tónica y «brillante». Ese proceder es común en escritores tan diferentes como Fontanier (1968): «La exclamación tiene lugar cuando uno abandona de golpe el discurso ordinario para dejarse llevar por los impulsos impetuosos de un sentimiento vivo y súbito del alma» (p. 370), y Gracq (1985): «Los ritmos naturales, protectores y casi naturalmente transportadores, ceden de golpe por todas partes a la irrupción inesperada de lo desenfrenado, al presentimiento de la jungla humana» (p. 24). Todo pasa como si la frase declarativa tuviera por vocación ser deshecha por la frase exclamativa: «No hay sorpresa si no hay edificio que sea instantáneamente destruido […]» (Valéry, 1973, p. 900).
Si el evento tiene por resorte el modo de eficiencia, la sorpresa que lo sostiene depende del modo de existencia, el cual controla la tensión entre la captación y la mira. Si el «sobrevenir» es manifestado por la captación, por la admiración según Descartes, el «llegar a» es manifestado a su vez por la mira.
Según la captación, el sujeto padece, mientras que, según la mira, el sujeto actúa, o al menos se encuentra en capacidad de actuar. Así, Valéry (1973), que ha captado el valor de la conmutación inherente a la sorpresa, ve en la aceleración experimentada [éprouvée] la razón de la transformación de la sucesión:
Sorpresa. El acontecimiento inesperado [evento] se propaga más rápidamente que cualquier otra perturbación. Se adelanta a todo. Se adelanta a la memoria. De tal manera que él llega antes que los acontecimientos que le son anteriores. Él los recibe. Oscilaciones. No-composiciones. (p. 1313)