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2.1 La sintaxis intensiva

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En el análisis valencial esbozado en nuestro ensayo «Précis de grammaire tensive» (Zilberberg, 2002)* se proponen tres hipótesis «razonables». (i) Las magnitudes son momentos singulares de un continuum orientado «analizable»; ese continuum es progresivo o regresivo: en el primer caso, para [s1 ≈ 1] y para [s4 ≈ 0], su aspectualización encadena un repunte: [s4 → s3], luego un redoblamiento: [s2 → s1]; en el segundo caso, una atenuación: [s1 → s2], luego una aminoración: [s3 → s4]. (ii) La «buena estructura», la que «hace juego» y, por lo mismo, la que autoriza a los sujetos su juego, no es binaria, sino cuaternaria; a partir de la secuencia [s1 — s2 — s3 — s4], planteamos que dos intervalos se adelantan a los otros: el intervalo amplio [s1 ⇔ s4] y el intervalo restringido [s2 ⇔ s3]. Como ya lo hemos indicado, se da un intercambio incesante entre la calificación de las cantidades. (iii) La definición de una unidad comprende ahora dos aspectos: singular, con el que se opone a la unidad que tiene enfrente respecto al intervalo del cual depende, pero esas dos unidades, por el hecho de pertenecer al mismo intervalo, se oponen juntas a las otras dos unidades que dependen del otro intervalo.

Así las magnitudes forman parte importante de una red* y, por lo tanto, la identidad de una magnitud se convierte en la suma virtual, móvil, de las relaciones posibles. Los ejemplos, como bien se sabe, vienen en socorro del razonamiento. El espacio directivo tiene por oposición de base [abierto vs. cerrado]10, pero esta pareja no es más que una parte de la red que añade a cada término de la pareja de base un correlato modal: lo /cerrado/ es lo que se puede abrir, lo /hermético/ es lo que es imposible de abrir en las mismas condiciones; lo /abierto/ es lo que se puede cerrar, lo /demasiado abierto/ [le /béant/] es lo que no se puede cerrar sin un esfuerzo superior. Si adoptamos como término ab quo lo /abierto/, se alcanza, después de poner en marcha la atenuación, luego la aminoración, lo /hermético/; inversamente, si adoptamos como término ab quo lo /hermético/, se alcanza por repunte y después por redoblamiento lo /demasiado abierto/ [le /béant/]. Sea la declinación siguiente:


Si adoptamos [s1 → s4] como dirección prevalente [del discurso] y apuntamos, por ejemplo, a s2, esta magnitud es para [s1] diminutiva, para [s3] superativa, para [s4] suprema. Pero, en la medida en que conviene [reservar] forzosamente a la «sintaxis» la definición de casi todas las formas que se pretende haber reconocido en «morfología», los «medianos» /abierto/ y /cerrado/ deben ser considerados como operadores, es decir, como infinitivos, de las otras tres magnitudes. Conservando [s2] como pivote, alineamos en este orden la serie: [s2 → s1] = abrir lo demasiado abierto; [s2 → s3] = abrir lo cerrado; [s2 → s4] = abrir lo hermético. Este reparto es ante todo el de la tonicidad, siempre que el sintagma abrir lo cerrado sea, referido a los otros dos, átono e implicativo, a partir de una catálisis elemental: ¿qué hacer en presencia de algo /cerrado/ más que —tarde o temprano— abrirlo? Los dos sintagmas tónicos, abrir lo demasiado abierto y abrir lo hermético, se inscriben por relatividad como concesivos, pero por razones distintas: abrir lo demasiado abierto como resultado recursivo del redoblamiento, y por este motivo lo calificaremos de hiperbólico; por lo que concierne al sintagma abrir lo hermético, lo calificaremos de concesivo fundándonos en la catálisis siguiente: «aunque sea hermético, ¡yo lo abro!». Autentificada, la concesión, en los términos en que nosotros la abordamos, establece la performancia como hazaña. Sea el sistema siguiente, que tiene el mérito, insigne a nuestro entender, de establecer —o de recobrar— una continuidad ventajosa entre la lengua preocupada por la frase, y la retórica, interesada en el discurso.


Aduciremos dos argumentos más. (i) Los sintagmas concesivo-hiperbólicos y concesivo-superlativos son, en razón de su posición en el seno del sistema y del ardor de sus valencias intensivas, «vigilados» por el sincretismo. (ii) La concesión discursiva ajusta las dinámicas respectivas del programa y del contraprograma según dos posibilidades simétricas e inversas una de la otra: la concesión es benéfica cuando el programa propuesto como deseable prevalece sobre el contraprograma que se le opone y lo resiste; la concesión es desastrosa cuando el contraprograma enojoso se impone en detrimento del programa puesto en marcha por el sujeto.

En los Prolegómenos (1971b), Hjelmslev desconfía de la catálisis de una catálisis, pero la inteligibilidad del ejemplo escolar que proponemos bien merece una doble catálisis: (i) de la cualidad hacia la cantidad estimada, si retomamos el término de Cassirer; (ii) de esta cantidad subjetiva hacia el gasto y el esfuerzo que hay que aportar, es decir, el cuerpo, pero un cuerpo en cierto modo paradigmático, el cual, ante los requerimientos del no-yo, con razón o sin ella, responde: puedo o no puedo. Sea el doble desplazamiento: [cualidad → cantidad → corporeidad]. La enunciación es doble: predicativa y encarnada, excepto por un detalle, a saber, que las prótesis prodigiosas de las que el hombre de hoy dispone han añadido al limitado cuerpo humano de antaño un cuerpo casi infinito, sin retirarle, no obstante, el privilegio de decir, al término de la cadena, lo que él es «exactamente».

El intervalo «corriente» [s2 ⇔ s3] puede ser amplificado y proyectado sobre [s1 ⇔ s4], pero puede igualmente ser objeto de una atenuación y, después, de una aminoración hasta terminar en la indiscernibilidad. «Entre» lo /cerrado/ y lo /abierto/, el diccionario propone aún lo /entornado/ y lo /entreabierto/. La consulta de los diccionarios de referencia ofrece estos datos:


Uno estaría tentado a formular la hipótesis de que el intervalo [s2 ⇔ s3]: [abierto vs. cerrado] de englobado se convierte en englobante del intervalo inédito [entreabierto vs. entornado], lo que daría gráficamente:


Sin embargo, este diagrama, siendo de hecho plausible, no toma en cuenta la sobredeterminación sintáctica de las magnitudes morfológicas identificadas, sobredeterminación delicada que los diccionarios se han abstenido de desdeñar. Esto nos lleva a pensar que, a pesar de su proximidad semántica manifiesta, lo /entreabierto/ y lo /entornado/ no pertenecen al mismo espacio: (i) lo /entreabierto/ tiene por horizonte la «mira» de lo /abierto/ y una decadencia de lo /cerrado/; a propósito de lo /entreabierto/, el analista dudará sobre el punto de saber si la atenuación de lo /cerrado/ es solamente incoativa: «muy poco abierto», o imperfectiva: «abierto a medias»; (ii) en el caso de lo /entornado/, los dos diccionarios acuden a una precisión normativa: para el Littré, «estar mal cerrado»; para el Robert, «mal ajustado»; la mira es ahora la de lo /cerrado/ y se inscribe en un proceso que no alcanza su término. Para poner en evidencia esta diferencia, colocamos cada vez en la «abscisa» la mira.


Nuestro propósito no es hacer una semiótica del matiz. Esta interviene en el dispositivo a modo de plano de la expresión, a modo de manifestante. Nuestra preocupación apunta a sorprender la ambigüedad y la inestabilidad mismas del matiz, o según los términos de Saussure, a captarlo como evento, como conflicto, y no como estado. Tomamos de Claudel un análisis brillante donde establece que la vivencia del matiz es muy interrogativa. A propósito del cuadro El indiferente, de Watteau, Claudel escribe en L’oeil écoute (1973):

No, no; no es que él sea indiferente, ese mensajero de nácar, ese preludio de la Aurora; digamos más bien que oscila entre el vuelo y la marcha, y no es que esté ya bailando, sino que uno de sus brazos extendido y desplegando con el otro en toda su amplitud el ala lírica, mantiene un equilibrio cuyo peso, a medias conjurado, no conforma más que un mínimo elemento. Está en actitud de salida y de entrada, escucha, espera el momento justo, que lo busca en nuestros ojos, desde la punta temblorosa de sus dedos hasta la extremidad de ese brazo extendido, él calcula, y el otro brazo volátil con la amplia capa se prepara a secundar el salto. ¡Mitad corzo, mitad pájaro, mitad sensibilidad y mitad discurso, mitad equilibrio y mitad ya el alivio! ¡Sílfide, prestigio, y la pluma vertiginosa que se prepara para el párrafo! El arco ha comenzado ya esa larga posición sobre la cuerda, y toda la razón de ser del personaje reside en el impulso mesurado que se prepara a tomar, borroso, anonadado en su propio torbellino. Así el poeta ambiguo, inventor de su propia prosodia, que no se sabe si vuela o si camina su pie, o esa ala, cuando quiere desplegarla sobre ningún elemento extraño, sea la tierra, o el aire, o el fuego, o esa agua que se llama éter, ¡para nadar en ella! (p. 241)11

El binarismo tajante que opera según el «de dos cosas una» es aquí inoperante. Si nos preguntamos de dónde proviene exactamente la «resonancia» de esta página, nos parece que se debe, según una medida que habría que determinar, a su posicionamiento temporal. Se sitúa en el punto de intersección de la temporalidad enunciva del proceso y de la temporalidad enunciativa del observador; este último es invitado a arbitrar a cada instante entre el ya y el aún no, a moderar la precipitación del ya por la instalación del aún no, recurriendo al presto del ya. Como lo dejaba entender Hjelmslev, si la oposición tiene un fondo, es más sintáctico que morfológico, o aún mejor: el ropaje morfológico sirve de cobertura y de pantalla a la actividad sintáctica.

Más precisamente, este análisis de Claudel, cuyo estatuto es metasemiótico, recae sobre lo que nos gustaría llamar el paradigma tensivo de la actualización, paradigma que el par [ya vs. aún no] resume sin duda12, pero que, por este mismo hecho, es preciso desarrollar. Lo que el observador acecha es lo que en música se llama el ataque, es decir, la sobredeterminación «cinética» y tónica de la incoatividad:


La aserción del aún no propone que, para el observador, una cantidad de tiempo [∆] separa la actualización del proceso de su realización; esa cantidad [∆], a partir de experiencias anteriores, por decirlo así, capitalizadas, es evaluada como larga o como breve, pero esas apreciaciones pueden, por reflexividad y por recursividad, oponerse a ellas mismas. En el caso de la brevedad, la actualización más breve está confiada a lo /inminente/, es decir, «lo que se va a producir en muy poco tiempo» (Micro-Robert); la contracción de esta duración produce lo /actual/: «lo que existe, lo que pasa en el momento en que se está hablando», o incluso, según la jerga mediática, lo /directo/. En el caso de la longevidad, es la magnitud /tarde/: «después de un tiempo considerado como largo», que es tomado en cuenta y retenido como pertinente; la valencia inferior es lo /diferido/, la valencia superior es lo /retardado/ o lo /aplazado sine die/. En razón de la presión de la etiqueta y del protocolo, cada sociolecto dispone en este punto de una escala minuciosa y coercitiva de retrasos que le es propia. Sea la red siguiente:


En forma de diagrama que exhibe la progresividad interna de las magnitudes tensivas:


La dependencia de las definiciones disponibles en los diccionarios corrientes está lejos de ser evidente. Como ejemplo, para lo /inminente/, el Micro-Robert propone: «lo que va a producirse en muy breve tiempo», definición que juega a la vez con la actualización, con la identificación de una dirección y con la reabsorción de una magnitud. Pero, para restituir a esos rasgos su característica sistémica, conviene restablecer en cada eje las zonas aspectuales que controla:


Lo que hay que definir, aunque la fórmula es probablemente generalizable, es la complejidad de lo /inminente/. En una primera aproximación, lo /inminente/ compone, de una parte, la aminoración del aún no: «en muy poco tiempo», y, de otra parte, el redoblamiento de la abreviación para la secuencia: «lo que va a producirse». Esta abreviación arrastra al sujeto hasta el punto crítico donde el «ya», que el Micro-Robert define como «desde ahora», cede el lugar —si nos atrevemos a decirlo— al «ahora». Los lexemas, pero tal vez sobre todo los adverbios, por su «transparencia», regulan la amplitud diferencial de las operaciones tensivas que se efectúan.

El término complejo del tipo: «¡mitad equilibrio y mitad ya el alivio!», define una alternancia entre dos regímenes fóricos que la clarividencia personal de Claudel designa como prosódicos. Cada uno de esos regímenes solo se beneficia de un predominio momentáneo: si es dominante, el «equilibrio» inhibe el «alivio» por el tiempo que el punto de ruptura tarde en llegar, mientras que el progreso del «alivio» aminora secretamente el «equilibrio». Saussure (1974) es ciertamente el «hombre» de la diferencia, pero es igualmente el de la complejidad: «La lengua es, por decirlo así, un álgebra que solo dispone de términos complejos» (p. 205). Desde nuestro punto de vista, esa complejidad es la que proviene del espacio tensivo, la cual se transmite jerárquicamente a las magnitudes que ese espacio acoge. El espacio tensivo es ante todo fórico y, en consecuencia, las magnitudes «son» vectores orientados y mesurados, mociones y, por analogía, más participios de presente que señalan una valencia de evento que participios de pasado que señalan una valencia de estado. Sea:


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