Читать книгу Horizontes de la hipótesis tensiva - Claude Zibelberg - Страница 35
3.2 La pintura
ОглавлениеLas relaciones entre el tempo y la pintura están lejos de ser simples. La pintura del Renacimiento estaba sometida a la técnica llamada «a la témpera», la cual imponía la rapidez de la ejecución, aunque, en realidad, lo que estaba en la mira era la lentitud y, desde el punto de vista subjetal, la paciencia. La invención de la pintura «al óleo» permitió «la paciencia inagotable de un Jan van Eyck» y una «precisión casi científica», según Gombrich (2001, p. 240). Si adoptamos el punto de vista de Wölfflin, desarrollado en Conceptos fundamentales en la historia del arte (1985a), el arte del Renacimiento pone en la mira lo «nítido», el arte barroco, lo «difuso»:
En el primer caso [el estilo lineal], el espectador deberá dejarse llevar por la línea, sin resistencia a fin de gozar de la forma. En el segundo caso [el estilo pictórico], reinan las sombras y las luces. Sin ser propiamente ilimitadas, no tienen fronteras acusadas. (p. 22)
Para los pintores modernos y para su portavoz Van Gogh, el valor elegido, más precisamente la valencia seleccionada, es la vivacidad del tempo:
Ante todo, lo que se entiende por «ejecutar brillantemente una pintura» es lo que los viejos holandeses hacían con sumo agrado. De ejecutar un cuadro con algunos golpes de brocha no se quería ni hablar, pero ahí están los resultados. Y eso es lo que muchos pintores franceses comprendieron; un Israëls lo comprendió admirablemente: es preciso ejecutar el tema de una sola vez. (Citado por Grimaldi, 1995, p. 87)
El mismo reparto tensivo se puede leer en la obra de Bacon: «En Francis Bacon la tela tiene sus partes hirvientes, donde reina una efervescencia, en oposición a sus partes neutras, en las que no pasa nada» (Leiris, 1996, p. 93).
La integración del tempo en el plano del contenido tiene como consecuencia que el plano de la expresión pictórica deba añadir a la línea y al color el «toque» para incorporar la enunciación al enunciado:
[…] uno advierte […] de una parte, y eso a contrapelo de la tendencia a borrar la acción de la mano de la que dan testimonio en nuestros días el pop-art, el op-art, etcétera, un lirismo desenfrenado del «toque» personal, arriesgado y llevado por una especie de salvajismo que llega a trastrocar en profundidad la estructura de la cosa representada […]. (Leiris, 1996, p. 30)