Читать книгу Libro de los árboles. La labranza. Libros I-V - Columela - Страница 11
Fortuna
ОглавлениеLas montañas de Tracia —si a Virgilio creemos —
con los trenos de Orfeo se extasiaron;
pero tú, Junio, cantas esos campos agrestes
adonde, en pos de ti, van las ciudades .
¡Qué quirites, oh dioses, tuvo entonces Roma ,
cuando a tan gran agricultor veía!
Este epigrama de Teodoro de Beza 82 puede aducirse como muestra elocuente del entusiasmo que Columela llegó a suscitar en el Renacimiento, del que podrían citarse no pocos testimonios repartidos por toda Europa. Mas la fortuna de nuestro agrónomo no fue siempre la misma, sino que conoció vicisitudes diversas que paso ahora a exponer a grandes rasgos. Empezando por su propia época, debe decirse que, pocos años después de ser escrita, la Res rustica es utilizada ya por Plinio como fuente principal de los libros XVII y XVIII de su Naturalis historia; más adelante, la presencia de Columela será también considerable en la obra de autores técnicos tardíos como Gargilio Marcial 83 , en diversos textos de veterinaria (Pelagonio 84 , Mulomedicina Chironis , Vegecio y el fragmento titulado Cura boum , tradicionalmente atribuido a Gargilio) y, muy en particular, en el Opus agriculturae de Paladio 85 . Esa deuda, no siempre explícita, ha sido detallada a lo largo de varios siglos merced a la labor de los filólogos aplicados a la investigación de fuentes y loci paralleli 86 .
Ya en el umbral de la Edad Media, Isidoro de Sevilla, especialmente en el libro XVII de las Etimologías —intitulado «De rebus rusticis », a pesar de que trata más bien de botánica—, se sirve de Columela como fuente, a veces sin nombrarlo. Aunque en ocasiones se ha defendido que Isidoro conoce la obra del gaditano sólo por fuente intermedia o mediante extractos, del cotejo de textos de uno y otro se infiere que el hispalense conoce y utiliza directamente la Res rustica 87 . Se han señalado asimismo ecos de nuestro agrónomo en la Regula redactada por Benito de Nursia, el fundador de Montecasino, por los mismos años en que Casiodoro escribía sus Institutiones; y en general se aprecia cierto paralelismo entre la uilla descrita por Columela y la organización de los primeros monasterios 88 .
La escasa difusión medieval de Columela contrasta con la de Paladio, mucho más leído en esos siglos. De antes del XV sólo conservamos —aparte de algunos excerpta — dos códices completos de época carolingia, S (Sangermanensis) y A (Ambrosianus) , copiados en Corbie y Fulda, respectivamente, y descendientes del mismo arquetipo. Una línea de transmisión distinta, itálica, aparece en los manuscritos R (los recentiores humanísticos), más de cuarenta; éstos son posteriores a la llegada a Italia del Ambrosianus (A) a comienzos del siglo XV , en el equipaje de Poggio Bracciolini, y en ellos se encuentran las dos líneas de la tradición, SA y R, representadas en proporción variable. El siglo xv marca, en efecto, una neta inflexión en la pervivencia y aprecio del tratado columeliano, que entonces es copiado y estudiado con fruición, llegando a desbancar a Paladio: si Piero dei Crescenzi, al empezar el siglo XIV , desconoce a Columela (pero no a Catón, Varrón o Paladio), cuando Alonso de Herrera escriba su Obra de Agricultura en los primeros años del XVI , el gaditano se contará entre sus fuentes principales. Dentro de la tradición de la Res rustica , los códices desaparecidos merecen una mención especial. Ya he aludido a la existencia de una línea de transmisión itálica, independiente de SA, que interviene en la prole de manuscritos humanísticos, los cuales, aunque «contaminados» por A, descienden de un códice R deperditus , probable copia de otro manuscrito, también perdido, cuyo texto era incompleto (sus carencias han sido suplidas en R mediante el texto de A); este texto incompleto constituiría el único testimonio conocido de Columela en Italia anterior a la llegada de A. Tenemos asimismo noticia de otros códices desaparecidos, presumiblemente humanísticos, como el Demidovianus moscovita o el escurialense cuya ausencia se advierte tras el incendio de la biblioteca del monasterio en 1671 89 ; en sentido contrario, la colación parcial de cierto códice pergeñada por Cándido María Trigueros, el erudito ilustrado que tan familiar resulta a los epigrafistas, apunta a la superchería. Del Mosquensis Demidovianus , devorado por las llamas en 1812, conservamos lecturas 90 que, con la debida cautela y por poco que contribuyan al establecimiento del texto, deben tenerse en cuenta para conocer y valorar el conjunto de la tradición; y lo mismo cabe decir de las variantes de los manuscritos dados a conocer en trabajos recientes, por más que no aporten grandes novedades, pues pertenecen al nutrido grupo de copias humanísticas (R): de los cinco códices columelianos conservados en bibliotecas españolas, por ejemplo, dos —el Barcinonensis (Barcelona, Biblioteca de Catalunya, ms. 626) y el Colombinus (Sevilla, Biblioteca Capitular y Colombina, ms. 2-3-23 [5])— no fueron conocidos por los editores suecos ni han sido tenidos en cuenta en ediciones posteriores 91 .
Suele darse la fecha de 1472 para la editio princeps de los agrónomos latinos, y ésa es la fecha de los primeros ejemplares conservados, pero hay indicios —el testimonio de Fabricius y de Ernesti, fundamentalmente— de que pudo haberse publicado dos años antes, en 1470, siendo la de 1472 una reimpresión 92 . En cualquier caso, en esta primera edición de los agrónomos —Venetiis, apud N. lenson, G. Merulae Alexandrini auspiciis —, el texto de Columela está basado en uno o varios códices sin identificar, pero pertenecientes a la línea de transmisión R sin contaminación apreciable de A, a juicio de Josephson 93 . Las siguientes ediciones, también italianas, anteriores a la veneciana de 1514, son en líneas generales meras reimpresiones de la princeps (únicamente la boloñesa de 1494 modifica a veces el texto, con algunas conjeturas acertadas). La llamada editio Aldina (Venecia, 1514) supone un salto cualitativo: introduce nuevas colaciones de manuscritos y conjeturas, y el texto cambia bastante; el criterio de «reconstrucción» humanístico (mediante correcciones, normalizaciones e interpolaciones) es evidente, apreciándose además el influjo de un determinado grupo de recentiores . Recordaré que ésta es además la edición que restaura la ordenación original de los libros, separando el De arboribus del cuerpo de la Res rustica (en el que se encontraba inserto como libro III, en la tradición manuscrita, según vimos). El texto constituido en esta edición, el de la vulgata humanística, perdurará en gran parte en las siguientes, hasta la edición actual de referencia, acometida por Lundström a fines del siglo XIX . Ahora bien, durante el siglo XVI , las ediciones —a las italianas se unen ahora las francesas y alemanas— incorporan comentarios diversos y aparecen las primeras traducciones al alemán, al italiano y al francés; y tras un cierto vacío editorial en el XVII , el siglo XVIII traerá consigo, con el desarrollo de la filología alemana, la edición de los agrónomos latinos desde supuestos críticos cada vez más rigurosos (edición de Gesner en 1735, revisada por Ernesti en 1773-1774; edición de Schneider, que tiene al fin en cuenta las lecturas de S, el códice de mejor nota, en 1794-1797).
Puede decirse que el prestigio del texto columeliano —una vez recuperado en su integridad al traer Poggio a suelo italiano el futuro Ambrosianus — corre parejo al desarrollo del humanismo. Las ediciones suelen ilustrarse mediante notas de sólida erudición, y en especial el libro X es leído y estudiado con fruición: se edita solo o acompañado de otros textos, a veces poemas renacentistas de tema más o menos afín, y merece la atención de humanistas de primera fila que se aplican a comentarlo, de Julio Pomponio Leto a Piero Vettori. Una parte de esa labor quedó inédita, a la espera de que su análisis pueda contribuir al mejor conocimiento tanto de la Res rustica como del propio método de trabajo y los intereses de los humanistas. Entre esos materiales, por ejemplo, figuran las anotaciones hechas por Poliziano en su ejemplar de la edición de 1472, conservado hoy en la Bibliothèque Nationale de París, o el comentario de Vadianus al libro X que guarda la biblioteca cantonal de Sankt Gallen 94 .