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Contenido y estructura de la «Res rustica»

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El presente es el primero de los dos volúmenes de que constará la obra de Columela en esta Biblioteca Clásica Gredos; incluye el Libro de los árboles y los libros I a V de la Res rustica (La labranza) . Falta, pues, un segundo volumen que completará la traducción de la Res rustica con los libros VI a XII. En los párrafos siguientes me referiré al contenido de la obra y a su distribución en los distintos libros. Vaya por delante que la Res rustica columeliana es, sin lugar a dudas, la obra más completa e innovadora que la Antigüedad nos ha legado en materia agronómica. Según una convención habitual en la poesía didáctica, escrita con un destinatario expreso (el Perses de Hesíodo, el Memio de Lucrecio, etc.), los doce libros de la obra mayor están dirigidos a un tal Publio Silvino, de quien nada se sabe salvo lo que en ella leemos. La ausencia de otras fuentes que aporten más datos sobre él, junto con el hecho de servir a veces como contrapunto a las tesis agronómicas del autor, movió a P. D. Carroll a sostener el carácter ficticio del personaje, que habría sido inventado por Columela para personificar ideas contrarias a las suyas 25 . La hipótesis, seductora en algunos aspectos, casa mal con determinados pasajes de la Res rustica donde la referencia a Silvino produce más bien una impresión de autenticidad, incluso cuando ejerce ese papel de contraposición a que aludíamos, como en V 1, 1-4, donde Columela justifica no haberse ocupado de ciertos aspectos de la agricultura, aunque acaba cediendo a los ruegos de su interlocutor. Si se trata de una invención funcional, sin más, no se ve la necesidad de atribuirle la propiedad de una finca concreta (III 9, 6) o de mencionarlo en compañía de otros amigos del autor que sí conocemos, Marco Trebelio, por ejemplo (V 1, 2-3), o Galión (IX 16, 2).

El libro I comienza con un largo prefacio general, de gran importancia para conocer el pensamiento de nuestro escritor, solemne y pleno de amargo entusiasmo, si así puede decirse, pues en él se funde la queja por el mal estado de la agricultura con la exposición del verdadero origen de esos males y su posible remedio. Como otros escritores latinos, Columela funda el prestigio de la agricultura en el mos maiorum y los viejos exempla , pero al mismo tiempo es evidente, en este Prefacio como en el resto de la obra, la voluntad de procurar, más allá de una economía de subsistencia, la mayor rentabilidad de los cultivos 26 . Sigue una nutrida relación de escritores griegos y latinos —más el cartaginés Magón— de agricultura, y expone luego Columela las condiciones requeridas por la hacienda en cuanto a su ubicación, la calidad del suelo y la salubridad del lugar, ocupándose también de las edificaciones que habrán de levantarse en ella. Termina el libro con instrucciones para el propietario y el capataz referentes al modo de tratar al personal servil. El segundo libro se abre, a instancias de Silvino, quien ha leído ya el primero, con una renovada refutación de la doctrina común que veía el agotamiento de la tierra como un proceso inevitable, y contra la cual Columela se había manifestado en el Prefacio general, para pasar enseguida a describir las clases de terreno y, sobre todo, pues ese es el contenido principal del libro, las labores necesarias para el cultivo de cereales y legumbres. Interesa señalar que en el códice S (Sangermanensis , siglo IX ), el de mejor nota, el libro II es titulado sementiuus , esto es, «el de la siembra» 27 , y cultivos de siembra son, en efecto, los de los cereales y las legumbres (incluidas las plantas forrajeras) que en él se exponen.

Esta denominación —liber sementiuus —, presente como título en la tradición textual más antigua, debe juzgarse en principio genuina y entenderse complementariamente y en paralelo a la que aparece encabezando el siguiente libro, el III, llamado surcularis prior en los dos códices más antiguos y en bastantes recentiores , así como en la tabla del final del libro XI. Es de imaginar que el propio Columela, o bien un copista temprano, quiso distinguir con ese adjetivo los cultivos mediante planta (plantón, injerto, esqueje = surculus) —es decir, la viticultura principalmente, pero también otros tipos de árboles y arbustos— de los del libro II, cuyo método es la siembra. El libro IV continúa la exposición de la viticultura iniciada en el libro anterior y no lleva ningún epígrafe en los manuscritos (le correspondería el de surcularis secundus); sí lo lleva, en cambio, el libro V, llamado surcularis liber tertius en los dos códices más antiguos, S y A, y en no pocos recentiores (en parte, los mismos que llamaban surcularis prior al III) 28 . Este libro empieza con un compendio de agrimensura al que sigue la referencia a la viticultura en las provincias y a la formación de la arboleda emparrada o arbustum , cultivo de la viña propio de Italia, así como a la plantación e injerto de otros árboles (olivos, frutales, cítiso). Se cierra así, con cinco libros, la parte estrictamente agrícola de la Res rustica , ya que los restantes (VI-IX) del plan inicial están dedicados a la ganadería 29 .

Recordemos que el De arboribus o Libro de los árboles figura en todos los códices conservados como liber tertius , insertado entre el sementiuus y el surcularis prior , de manera que éste (aun siendo en puridad el III) se convierte en el libro IV de la tradición manuscrita, y así los siguientes hasta el XII y último, que es el XIII de los manuscritos 30 . Se ha dicho que su contenido resume el de los libros III, IV y V, pero en realidad lo que en él encontramos es una exposición parcial del contenido de esos libros, ya que en determinados asuntos el texto corre en paralelo, llegándose en algunos puntos a una equivalencia prácticamente literal, mientras que muchos otros aspectos expuestos en ellos faltan por completo en el Libro de los árboles . Dos circunstancias (¿independientes?) hacen particularmente llamativa la relación entre el libro V de la Res rustica y el De arboribus . La primera, el sorprendente mal estado del texto en el libro V, sobre todo desde el capítulo 8 hasta el final; la segunda, el ceñido paralelismo textual, en especial a partir de V 5, 10 / árb . 18 (en esta parte el texto es prácticamente idéntico).

La parte pecuaria de la Res rustica incluye primero un par de libros, el VI y el VII, dedicados respectivamente al ganado mayor (buey, mula y caballo) y menor (oveja, cabra y cerdo, más el perro y el asno), con un prefacio común a ambos y amplias nociones de veterinaria. Los dos libros restantes, el VIII y el IX, exponen las villaticae pastiones , esto es, la cría de animales de granja, según esta distribución: gallinas, palomas, tordos, pavos, gansos y patos, más la piscicultura, se tratan en el octavo; las reservas de caza (liebres y otros animales salvajes), más la apicultura, van en el noveno. El cuadro de la economía rural parece así completo, pero al final del libro IX anuncia Columela que va a tratar la horticultura, en verso, cediendo a los ruegos de Publio Silvino y de Junio Galión, el hermano de Séneca. Y escribe el libro X, con más neta ambición literaria que los anteriores, en la estela de las Geórgicas virgilianas y del poema didáctico alejandrino 31 . Las descripciones brillantes y coloristas priman en él sobre la precisión técnica que caracteriza los libros en prosa. Por lo demás, como ha señalado René Martin, Columela deja ahora la gran explotación y pasa a describir un trozo de tierra que puede cultivar un sólo hombre y que evoca el huertecillo virgiliano primorosamente atendido por el viejo tarentino (Geórg . IV 125-146) 32 . Aquí como en alguna otra parte del tratado —aun siendo desde luego el autor más citado también en los libros en prosa— es Virgilio, si se me permite parafrasear a Saint-Denis, el espejo en que se mira nuestro Columela 33 .

Por más que al comienzo del libro X, en su prefacio en prosa, viene a decir nuestro agrónomo que ése va a ser el último libro del tratado 34 , añadirá luego el undécimo a instancias de su joven amigo Claudio Augustal, prosificando la horticultura ya expuesta en hexámetros. Pero a las labores del hortelano preceden dos largos capítulos: retoma el primero el tema, ya tratado en el libro I, de los deberes del vilicus o capataz, mientras el segundo desarrolla un calendario rústico, útil complemento para la ejecución de cuanto se ha venido explicando. Al final del libro XI, según dijimos, muchos manuscritos traen un índice por materias de los distintos libros, supuestamente añadido por el propio Columela, que parece poner fin a la obra. No es así, sin embargo, y todavía se incorpora el libro XII, el más extenso, que expone, en paralelo con el prontuario del vilicus recogido en el libro anterior, los deberes de su compañera y asociada, la vilica , junto con una larga serie de recetas para preparar toda clase de conservas caseras.

Consideración aparte merece el contenido ideológico de la obra, al que ya he aludido al referirme al Prefacio general. En este asunto es inexcusable acudir al estudio de René Martin sobre el pensamiento social y económico de los agrónomos latinos 35 , cuyas conclusiones, discutibles a veces, han sido punto de partida obligado para cualquier estudio ulterior. Las relativas a Columela (págs. 289-373) fueron refundidas por el mismo Martin en unos pocos y densos párrafos publicados después 36 , que intento a mi vez sintetizar aquí. Tras afirmar la ausencia de innovación tecnológica relevante en la obra de nuestro agrónomo, el investigador francés señala su extraordinaria significación, por el contrario, como pensador económico. Columela parte de una actitud activa que le lleva a analizar con particular lucidez la mala situación de la agricultura itálica, propugnando —contra el abandonismo que se resigna a la agrorum infecunditas como a una fatalidad inevitable— el replanteamiento racional de las formas de producción. Esta nueva visión de lo que es y puede ser la agricultura, expuesta a lo largo de la obra, y particularmente en el Prefacio general, se concreta en los puntos siguientes.

Partiendo de una perspectiva que enlaza con Virgilio y el pensamiento estoico, nuestro autor desarrolla lo que se ha dado en llamar «ideologia della terra» 37 , en virtud de la cual la agricultura debe ser considerada como la primera actividad humana por su valor ético, económico y social; desechados el ejército y el comercio como medios ilícitos de fortuna, la propiedad y explotación de la tierra aparecen como fundamento de la sociedad y el Estado. Columela rechaza la teoría de la creciente esterilidad del suelo, expuesta ya por Lucrecio: en opinión de nuestro agrónomo, la tierra no envejece, ni es cierto que un cultivo intensivo agote su capacidad generadora, sino que el problema reside en la adecuada nutrición del suelo 38 . Consecuentemente, Columela defiende con insistencia el abonado del terreno, que en su época sólo podía ser orgánico. De ahí su interés por unir agricultura y ganadería, vistas por él (VI 1) como complementarias; critica así implícitamente la práctica común entonces de trasladar el pastoreo al saltus , con lo que las tierras de labor quedaban privadas del principal medio de reconstitución. Con todo, inmerso en una sociedad y un modo de producción esclavista, Columela no cuestiona el sistema como tal, sino su funcionamiento. Propone medidas concretas para males que diagnostica sin embozo (el absentismo de los propietarios, la descuidada elección de capataces y esclavos) 39 y aconseja tratar con consideración —más por interés que por humanidad— la mano de obra servil. La escasa viabilidad de tales propuestas no impide que la suya sea una de las reflexiones más lúcidas llevadas a cabo en la Antigüedad sobre el sistema de producción esclavista. Pero su idea más original quizá sea que el propietario ha de tener la posibilidad y, sobre todo, la voluntad de «invertir», introduciendo mejoras en el proceso productivo, fundamentalmente en cuanto a la calidad de la mano de obra. Se advierte aquí de nuevo una actitud de sorprendente modernidad, que prefigura los modos capitalistas 40 . Plinio el Viejo defenderá, al contrario que Columela, el abaratamiento de los costes de producción como único medio de compensar la inevitable, al parecer, mengua de las ganancias 41 . Tales son, al hilo de la exposición de René Martin, las ideas más relevantes en la ideología social y económica de nuestro autor. Conforman un análisis detallado y penetrante de la agricultura romana, y en no pocos aspectos prefiguran directrices y conceptos de la historia económica posterior 42 .

Libro de los árboles. La labranza. Libros I-V

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