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La malcasada
Оглавлениеcarmen de burgos ‘colombine’
(almería, 1867 – madrid, 1932)
Esta novela de Carmen de Burgos es un cuento de hadas sin final feliz. Se adapta perfectamente a la estructura de los cuentos tradicionales: hay un villano malo, malo, el marido; hay una víctima propiciatoria, la esposa, y hay un héroe que viene a rescatarla, el abogado. El marido es Antonio, un señorito de capital de provincia «donde las señoritas de la clase media no podían trabajar, sin desprestigiarse», que se fue a buscar novia a Madrid y la encontró. La esposa es Dolores, la hermosa joven que, recién salida del colegio femenino donde le han enseñado a tocar el piano, se enamora del galán de provincias: «Antonio había sido su primer novio; se casó entusiasmada, soñando con el idilio de la vida provinciana, en una perpetua y mutua adoración», y el abogado es Pepe, hijo de una familia de liberales en una vecindad donde casi todos son conservadores.
El escenario es la Almería de los años veinte, con una burguesía agraria que vive de la uva y el esparto, feudal en su configuración mental y social, donde los hombres parecen seguir viviendo en un decadente reino de taifas con harenes y serrallos, y donde las mujeres padecen, con sometimiento pasivo y resignación, su condición doméstica de animales de reproducción.
Con estas premisas la narratología parece condenar este relato hacia las pautas de la novela de adulterio: del amor al matrimonio, del matrimonio al desamor y el maltrato, y del maltrato al nuevo amor y el adulterio, y del… Según las leyes con las que Vladímir Propp analizó los cuentos tradicionales, lo esperable es que el héroe se enamore de la maltratada esposa, que mate o al menos neutralice al villano y que los nuevos amantes vivan felices y coman perdices. Pero no, aquí esa estructura se cuestiona y se viene abajo, y la novela ejemplifica narrativamente las causas y motivos por los que las condiciones de felicidad, que el buen desenlace requiere, no tienen lugar. Si uno se pone a hurgar, seguramente en toda narración se esconda un ejemplo sobre algo. Al fin y al cabo, narrar proviene5 del recurso al eixemplo; cuando no se sabe muy bien cómo contar algo, decimos a veces: «Mira, mejor te lo cuento poniendo un ejemplo». Si lo que se quiere ejemplificar queda muy claro, cuando se termina el cuento se hablará de narración pedagógica o novela de tesis; si la cosa es más complicada y relativa, se hablará de la naturaleza ambigua de la narración literaria, y si queda oscura y no se consigue saber de qué se está hablando, puede incluso que se hable de hermetismo y novela experimental.
Esta novela es un buen ejemplo de lo que, con tono de menosprecio y superioridad formal, la crítica hegemónica llamaría «novela pedagógica». Cuenta muy bien, acaso con demasiada claridad para el gusto dominante, por qué ese posible cuento de hadas no encuentra su final feliz: el amor romántico es peligroso, la ausencia de educación sexual hace daño, el patriarcado funciona a modo de privilegio e impunidad, el divorcio es una conquista –reconquista, en nuestro caso– bastante reciente y el maltrato conyugal parece ser una tradición que se resiste a desaparecer.
Por otra parte, más formal si se quiere, una novela que es capaz de cuestionar y hacer estallar por los aires la predecible y rígida estructura de los cuentos de hadas no parece que sea una lectura que debamos menospreciar.