Читать книгу Experimentos amables - César Alejandro Mejía Acosta - Страница 11
Uno de esos con el café que tanto amo
ОглавлениеDe paso por un centro comercial, entramos a un Tostao (para mis amigos de fuera, es un café que está por todas partes en Colombia). Estaba con mi madre, mi sobrina y tías, y queríamos tomar el algo, las onces en otras latitudes. Eso no es extraño, al fin y al cabo, hambre siempre tengo.
La chica que nos atendió se veía bajita de ánimos, todos tenemos nuestros momentos, pero aún así fue amable, eso siempre voy a agradecerlo.
La verdad, me quedé inquieto, sin embargo, no sabía muy bien qué hacer; no me gusta ver así a la gente, más si tenemos en cuenta que pienso que siempre podemos hacer algo… todos.
Compramos café con panecillos de todo tipo y yo pedí una napolitana de jamón y queso, que ella puso a calentar (no me hagan acordar que me devuelvo, me encantan). Mi delicatessen se demoraba y se lo recordé a la bonachona dependienta, y ella notó que el producto seguía en el horno, y claro: ya se había quemado. Su estado de ánimo no precisamente mejoró y yo también quedé peor...
Después de un rato decidí levantarme, acercarme y le pregunté: “Chica, ¿esa napolitana que se quemó sale de tu bolsillo, te la descuentan de tu pago?”. ¡A ella le cambió la cara! y de ojo brillante (aguado que llaman) me dijo: “Noooo, eso pasa a una cuenta de productos con los que sucede eso, yo no lo pago, ¡pero tan lindo!”.
Ella entendió que yo preguntaba con la intención de asumir el costo del producto para que ella no lo pagara, sintió que en su mal momento alguien se preocupaba por ella, y su rostro se alegró casi al punto del llanto, del buen llanto.
Muchachos, es tan simple, de verdad. Quizá ella siga con su problema, ese que me quedé sin conocer, y yo tampoco arreglé el mundo. Aun así, sí es sensato saber que todos tenemos un dolor que con un simple acto amable podemos hacer más liviano, al menos por un momento; creo que si todos lo hacemos y lo contamos para contagiarlo, este mundo se hará más llevadero.