Читать книгу Pedagogía del nivel inicial: mirar el mundo desde el jardín - Daniel Brailovsky - Страница 15
La teoría como pensamiento: revisión constante del sentido
ОглавлениеY ya vamos llegando al final del recorrido. La teoría entendida desde las concepciones anteriores (como reglamento, como escritura sagrada, como herramienta, como fundamentación y como vocabulario) se abre en un abanico de sentidos diferentes, pero todas las imágenes tienen en común cierta concepción de “verdad” por detrás de la teoría. Ya sea que se piense a la teoría como reglas ciertas, textos sabios, instrumentos útiles, argumentos irrebatibles o palabras adecuadas, siempre se trata de algo que está fuera de nosotros y que hay que usar, recibir, leer. Ese elemento afirmativo que deriva en normas, cánones, recursos o jergas no deja de formularse en forma más o menos asertiva. A esta altura propongo pensar a la teoría como pensamiento; eso conlleva una invitación a abandonar el tono imperativo e incursionar en una teoría que pregunta, que duda, que sospecha. La teoría como pensamiento no es algo que recibimos, sino que hacemos. Y hacer teoría desde este lugar de puro pensamiento (o de mero pensamiento) no utilitario, ni moral, ni puesto al servicio de prácticas de ningún tipo, es un acto de soberanía del pensamiento y, si acaso sirve para algo, es para ayudarnos a desnaturalizar la realidad cotidiana, para mantenernos atentos.
En este punto, la teoría es una gimnasia o entrenamiento intelectual que, si debe parecerse a algo, se parece bastante al juego. Los chicos y chicas no juegan para resolver un problema ni para beneficiarse con adquisiciones. No “juegan para…”. Juegan, y punto. Y la teoría como pensamiento es teoría, y punto. Ganas de jugar con las ideas que nos definen y nos constituyen. El jardín, por ser un espacio escolar, “convierte algo en objeto de estudio (en conocimiento por amor al conocimiento) y en objeto de práctica (en habilidad por amor a la habilidad)” (Simons y Masschelein, 2014, p. 66). Estudiar y practicar –sostendremos aquí– se reúnen en la idea de jugar, porque el estudio es el gesto de desarrollar cierto afecto, cierta afinidad, cierta mirada atenta hacia las cosas, y el juego es movimiento, atracción hacia lo bello, lo divertido, lo desafiante. La teoría entendida como pensamiento es un modo lúdico de pensarnos, porque ese “pensar por pensar” (como ese “jugar por jugar”) enfatiza la idea de que pensar vale la pena; que es algo que forma parte de nuestro ser y que no debe pensarse solo a la hora de resolver problemas. Pensar nos eleva por sobre nosotros mismos y nos dice algo acerca de lo que somos y de lo que somos capaces.
Retomando brevemente la idea de estudio, nos recuerda Larrosa que tiene una etimología interesante. Proviene del vocablo latino studium, que significa empeño, aplicación, celo, ansia, cuidado, desvelo y también afecto. La expresión studia habere alicuius, por ejemplo, quería decir “gozar del afecto de alguien”, y studio legendi podría traducirse como “dedicación a la lectura”. Por eso, el estudio es “una actividad libre y no definida por su utilidad”; los que estudian, lo hacen “para que puedan aplicarse con atención, disciplina, perseverancia y celo a ejercitarse en cosas que no están en la casa, ni en la televisión, ni en la plaza ni en el shopping: a cosas que valen la pena por sí mismas” (Larrosa, 2019, p. 134). La teoría como pensamiento se parece al estudio en este sentido de pensamiento guiado por el amor al mundo, por el empeño en entenderlo, y nos remite a las figuras arquetípicas de amantes del pensamiento, a los filósofos clásicos, a los científicos, a los poetas.