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La experiencia como excursión

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La excursión se arraiga en toda una tradición escolar, pues a las actuales “experiencias directas” se las solía llamar excursiones. Es un término que describe una visita a un exterior percibido como exótico, pero a la vez habitado y preparado para recibirnos. En las ciudades turísticas, las excursiones se venden en paquete: una cascada, avistaje de animales y almuerzo incluido. La bebida se paga aparte. Es decir: la excursión promete exotismo, pero a la vez asegura una estadía totalmente al amparo de un dispositivo organizado, previsto, cómodo. Por eso la excursión es corta e intensa. Por eso a la excursión se va bien equipado. La excursión pone en valor (y a veces le pone precio) a los paisajes naturales o cotidianos.

A diferencia del paseo (cuya marca es el plácido disfrute) o la travesía (signada por la aventura) la excursión es un espectáculo bien preparado y puesto al servicio de la curiosidad. La excursión tiene, además, un personaje asociado: el guía, el intérprete, el traductor. Por eso, la excursión, como inspiración para el docente de nivel inicial, es una invitación al esfuerzo de preparación. El grupo irá tomado de su mano, de su voz, de sus comentarios, de sus propuestas, recorriendo un lugar (que el docente ya conoce y ha visitado antes) del que revelará los secretos. Como esas esquinas en las que un balcón esconde una historia de amor y un farol recuerda las costumbres de otro siglo, la excursión es el gesto de preparar un espacio para ser leído como un libro abierto.

En las visitas guiadas que acompañan al excursionista se ejerce cierta forma de traducción, de mediación con lo que se ofrece a la vista, y hay cierta forma de construcción social del tiempo y el espacio, que se materializa en un relato (Gómez et al., 2010). La visita guiada propone una narración de lo que se ve, mientras se lo recorre. En la excursión, entonces, se juega a abrir ventanas y mirar a través de ellas. Las cosas suceden alrededor y se las ve en movimiento. A su derecha, se nos dirá, los zócalos esconden mensajes secretos. A su izquierda, hay objetos fuera de lugar. Todo alrededor, nos propone la visita, hay cosas para mirar, historias secretas que descubrir.

Es cierto que la excursión, la visita guiada, remiten en parte a un significante oscuro de lo turístico como signo de vulgaridad mercantil y consumo voraz. El turista, con su cámara en mano, es el arquetipo del viaje a ningún lado, donde se espera ver (para fotografiarse delante, con la sonrisa congelada) los clichés ya conocidos en postales, películas y publicidades. Pero también existe la posibilidad de pensar en ese dispositivo como un relato vivencial, capaz de brindar cierta narrativa cultural alternativa que cuestiona los estereotipos (Van Rompu, 2019).

Pedagogía del nivel inicial: mirar el mundo desde el jardín

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