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LA FÍSICA MODERNA NO PUEDE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS

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Afirmar que la física puede brindarnos evidencias de la existencia de los planos espirituales y pruebas “materiales” de la existencia de Dios se ha convertido en un lugar común en nuestros días. Se suele sostener que la física podrá aportarnos una comprensión acabada de nuestras experiencias espirituales junto con evidencias verificables en el plano material, y se afirma que las teorías de grandes autores que han procurado acercar la física a la espiritualidad están totalmente demostradas, verificadas y aceptadas por el establishment científico actual.

Por más que muchos libros y películas que circulan en estos días lo aseveren, estas dos afirmaciones son falsas o, cuando menos, parciales.

En primer lugar, la espiritualidad constituye una experiencia interior que puede tener correlatos en el mundo material estudiado por la ciencia, pero no puede ser demostrada por medios científicos. Como ya hemos visto, hoy sabemos que el amor, la compasión y hasta la experiencia mística están sustentados en procesos neuroendocrinos que pueden ser estudiados y descritos muy claramente, lo cual es muy importante para comprender su lado material. Pero esto no constituye una prueba de la existencia material de las realidades a las que accedemos en estos estados. La validez de las experiencias interiores es interior y su naturaleza esencial sólo es accesible por medios también interiores. El sustrato neuroendocrino de las experiencias místicas ni invalida (como pretenden los materialistas) ni demuestra (como pretenden los religiosos) la existencia de Dios. Sólo demuestra que lo biológico, lo psicológico y lo espiritual operan en forma integrada, lo que no es poco.

El intento de pretender dar validez a las realidades psicológicas y espirituales mediante pruebas materiales equivale a sostener, por ejemplo, que el valor del mensaje cristiano está supeditado a que algún día se encuentre el Santo Grial o los restos del Arca de Noé. El mensaje de Jesús no necesita de ninguna prueba material para ser validado, pues su valor es interior, moral y espiritual. La búsqueda de pruebas materiales que “demuestren” las realidades espirituales tiene más que ver con la inseguridad, el temor y la falta de fe que con la auténtica experiencia espiritual. Quien vive en el espíritu no necesita demostrarlo. Y algo parecido ocurre, desde el lado de los cientificistas, con la búsqueda de pruebas materiales que demuestren lo contrario. Estos proyectos esconden también motivaciones y aversiones inconscientes que se ocultan tras un manto de aparente rigor científico. En ambos casos, un buen proceso terapéutico brindaría a estas personas resultados mucho más saludables que encarar una cruzada, sea esta religiosa, seudocientífica o materialista.

Y en segundo lugar, la física moderna cuenta con grandes autores que están haciendo enormes esfuerzos para acercar los estudios físicos a la búsqueda espiritual, pero aunque mi propio trabajo se inspira en parte en el de ellos, no puedo afirmar que sus teorías han sido demostradas y aceptadas por el mundo académico. Es decir que estamos caminando en un terreno absolutamente novedoso e incierto.

No debemos presumir de haber encontrado lo que apenas estamos empezando a buscar. Sin embargo, esto no le quita méritos ni valor a nuestra búsqueda, por el contrario, la hace más apasionante aún. En este sentido, hay una afirmación que voy a repetir insistentemente en este trabajo: los modelos que voy a tomar de la física y la biología son teóricos, no cuentan aún con una comprobación empírica, pero es fundamental tener en cuenta que han sido concebidos por muchas de las mentes más brillantes de la ciencia contemporánea. Si bien estos modelos no cuentan con comprobación experimental, poseen sí una sólida consistencia interior y, en muchos casos, han sido demostrados matemáticamente. Es decir que, si bien no estamos tratando con datos completamente verificados, tampoco estamos jugando con ideas alocadas provenientes de mentes febriles, fantasiosas o poco serias.

Pero debemos considerar algo mucho más importante aún. Los modelos físicos a los que voy a recurrir no demuestran absolutamente nada acerca del espíritu en términos positivistas. No constituyen ni pretenden constituir pruebas positivas de la existencia de los reinos espirituales. Con seguridad, en poco tiempo, todas las teorías físicas que presentaré en este libro serán superadas o incluso refutadas. Sin embargo, eso no afectará en absoluto lo que aquí intento demostrar, pues no se trata de usarlas como pruebas empíricas (que no lo son) sino como modelos de pensamiento que, en cuanto han sido creados por mentes humanas, encarnan principios cósmicos, pues del mismo cosmos que intentamos comprender surgen estas mentes. Esta es precisamente la intención de este trabajo: mucho más allá de las pruebas positivas puntuales, intentaremos comprender la consciencia que las busca, a fin de observar si podemos encontrar patrones, principios básicos que nos hablen de la relación entre esta consciencia y el supuesto “mundo externo” que busca comprender. Aun a costo de ser reiterativo, quiero ser muy claro y explícito en este punto, pues hace al fundamento de este trabajo: todos los modelos biológicos, físicos y psicológicos que aquí compartiremos serán seguramente superados en pocas décadas. Descubriremos principios biológicos y sobre todo formas de comunicación entre los seres vivos que aún ni imaginamos; con nuevas tecnologías aparecerán ante nosotros realidades mucho más pequeñas que las hoy inconcebiblemente pequeñas supercuerdas de las que habla la física; el inconsciente humano irá revelando dimensiones más y más profundas, y de este modo todas nuestras teorías serán, tarde o temprano, refutadas. Sin embargo, ninguna de estas refutaciones afectará al núcleo, al corazón de nuestro planteo; por el contrario, lo fortalecerán, pues no estamos buscando pruebas materiales de lo espiritual sino procurando develar pautas, “hábitos cósmicos”, memorias universales que se despliegan en formas siempre nuevas de concebir la realidad. Todo cambio en las ciencias biológicas, físicas y psicosociales no hará más que desplegar en forma siempre nueva la búsqueda del Universo por comprenderse a sí mismo.

El vínculo primordial

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