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3. EL UNO SE CONVIERTE EN LOS MUCHOS MEDIANTE UNA DANZA DE POLARIDADES

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Según la teoría del Big Bang, lo primero que ocurrió al estallar el vacío-masa primordial fue la aparición de la polaridad. Lo que era uno, o quizás deberíamos decir ceroVI, súbita e inexplicablemente para nuestros conocimientos actuales se convirtió en dos. Este 2 se convirtió en 4, el 4 en 8, y en sólo milésimas de segundo la unidad primigenia se había convertido en incontables partículas, y todas ellas manifestaban una cualidad en común: poseían una carga polar. Mediante la dinámica de esta polaridad la unidad original se convirtió en la multiplicidad; el Cosmos se particularizó, se convirtió en los muchos. Todo lo que existe en el Universo conocido constituye la manifestación de esta polaridad primigenia y la sigue expresando.

Dado que esta polaridad existía en el comienzo y no ha dejado de manifestarse hasta el presente, podemos inferir que constituye la manifestación de dos principios originales, opuestos, interactuantes y complementarios.

A estos dos principios mediante los que se expresa el Flujo Primordial los he denominado la Trama Integradora y el Movimiento Diferenciador.

La Trama Integradora se manifiesta como la pauta que conecta, la red de la vida, la malla sutil que todo lo integra, lo comunica, lo acerca, lo vincula. Constituye la red invisible que se despliega entre las partes manifestadas y sostiene su interacción. Se manifiesta en la fuerza de gravedad, el electromagnetismo, la cualidad integrativa de los organismos, los sistemas ecológicos, la sexualidad y muy probablemente en lo que la física moderna denomina materia oscura, sobre la que volveremos muy pronto. La Trama Integradora constituye la urdimbre interior del Cosmos.

El Movimiento Diferenciador constituye la esencia de la variedad, del colorido, de las infinitas formas, del devenir, de la mutación, la expansión y la diferenciación. Su característica fundamental está dada por su dirección hacia el desarrollo de individualidades. Mediante este principio, la energía universal se convierte en partículas, en individuos aparentemente separados los unos de los otros. La inconmensurable potencialidad de la Fuente Primordial se convierte aquí en separación, manifestación, diversidad, cambio.

La danza de estos dos principios determina la aparición de todo lo que existe y, por lo tanto, podemos descubrirlos en todos los planos del Universo. En lo físico aparecen como la carga polar (positiva y negativa) de las partículas subatómicas o en la polaridad del electromagnetismo; en lo biológico aparecen como el catabolismo y el anabolismo; en lo neurológico, como los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro; en la humanidad, como los géneros femenino y masculino; en la comunicación, como lo digital y lo analógico; en lo social, como la dialéctica individuo-sociedad; en la filosofía, como tesis y antítesis; en la teología, como la Diosa Madre y el Dios Padre.

Comencé a formular mis concepciones sobre estos dos principios en la década de los 80, inspirado por tres órdenes de observaciones, provenientes de los tres campos del saber que nos interesan aquí: la práctica clínica y el desarrollo humano; la física y la biología, y finalmente las tradiciones espirituales.

Mientras desarrollaba estos conceptos, en la práctica clínica me llamaba siempre la atención el carácter polar de los fenómenos mentales. Observaba la estructura de la mayoría de los conflictos psicológicos, desplegándose en torno a las polaridades razón-sentimiento, individuo-grupo, necesidades del yo-necesidades de la especie, instintos de conservación-instintos sexuales, placer-deber, mente-cuerpo, razón-corazón.

En las antiguas tradiciones espirituales las veía aparecer, por ejemplo, en el taoísmo de Lao Tse (con sus principios Yin y Yang) y en el tantra, con sus deidades Shiva y Shakti. En occidente las encontré en Heráclito y su filosofía del perpetuo movimiento. “Panta rhei”, afirmaba el olvidado filósofo de Éfeso; todo fluye, todo es proceso, eterno devenir. Su concepción de los opuestos como fuerzas no antagónicas, interactuando permanentemente en una danza de construcción y destrucción; así como su Logos, unidad trascendente de todos los opuestos, muestra la profunda similitud de la sabiduría jónica con las antiguas tradiciones filosóficas orientales y sus concepciones del Yin y el Yang y la unidad en el Tao. Es probable incluso que Heráclito y Lao Tse fueran contemporáneos.

Pero fue hace sólo unos pocos años cuando encontré una nueva fuente de posible comprobación en el ámbito de la física: me refiero a los conceptos de materia y energía oscuras.

Según recientes observaciones, se ha inferido que el Universo en su totalidad estaría conformado por dos constituyentes antes desconocidos y hasta el momento imposibles de detectar, por cuanto son invisibles y al parecer no emitirían forma alguna de radiación.

Al no ser posible detectarlos en forma directa, la existencia de estos constituyentes, que han sido denominados como la materia oscura y la energía oscura, se propone a partir de sus efectos gravitatorios sobre la materia y la energía comunes.

A fin de no sobrecargar la lectura, daré una muy breve reseña acerca de por qué y cómo se dedujo la existencia de estos constituyentes.

Todo comenzó en 1998, con las observaciones del Telescopio Espacial Hubble. La observación de supernovas muy distantes evidenció que millones de años en el pasado el Universo se expandía más lentamente que en la actualidad. Esta observación fue asombrosa para los físicos, pues hasta ese momento todo el mundo estaba convencido de que el Universo había estado reduciendo su velocidad de expansión debido a la gravedad (la fuerza gravitatoria de los cuerpos celestes, atrayéndose entre sí, se suponía que debía ir enlenteciendo el proceso expansivo del Universo). Las observaciones del Hubble dieron por tierra con estos supuestos y demostraron que, en realidad, la velocidad de expansión del Universo se ha ido incrementando.

Esto resultó asombroso. Hasta ese momento, existía amplio consenso acerca de que la fuerza de gravedad de todos los cuerpos celestes era suficiente como para mantener al Universo cohesionado e ir reduciendo su velocidad de expansión.

A partir de estas observaciones y muchas que les siguieron, se comprobó que la totalidad de la materia existente en todas las galaxias era absolutamente insuficiente para generar la fuerza gravitatoria necesaria para mantener al Universo cohesionado.

Surgieron entonces nuevos interrogantes: ¿qué es lo que hace que el Universo se siga expandiendo y cada vez a mayor velocidad? Y, al mismo tiempo, ¿qué es lo que mantiene al Universo relativamente unido?

Una de las respuestas más aceptadas hasta el momento a esta pregunta la constituye la formulación de la existencia de la materia y la energía oscuras. Según ésta, todo lo que conocemos del Universo (la llamada materia normal) ¡no es más que un 5 % de su constitución! El 95 % restante está conformado por materia y energía oscuras.

Se denomina, entonces, materia oscura a una sustancia que existiría en el espacio, pero que es invisible para nosotros, y que es la responsable de mantener al Universo integrado. Mientras que la energía oscura consistiría en una suerte de fuerza repulsiva, antigravedad o presión negativa, cuyo efecto estaría empujando o expandiendo el CosmosVII.

La similitud entre las cualidades atribuidas a estos misteriosos constituyentes del Universo con lo que yo había denominado como Trama Integradora y Movimiento Diferenciador me pareció evidente y asombrosa.

En los próximos capítulos trataremos las consecuencias de estas observaciones en el ámbito del crecimiento personal y las relaciones humanas con mucho más detalle.

El vínculo primordial

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