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Tesis 3. Imperativo multicultural
ОглавлениеLa globalización también ha alterado el significado contemporáneo de la soberanía política y jurídica y, con ello, se ha agudizado un debilitamiento de las estructuras estatales frente a las dinámicas que rigen el escenario global. El desplazamiento de la centralidad del Estado (y su soberanía) se contraponen y colisionan, determinando espacios y tiempos de incertidumbre, agravados por nuevos tipos de violencia (algunos extremos como la violencia del terrorismo y del narcotráfico en algunos países, hasta prácticas de genocidio y limpieza étnica) donde, con la participación del Estado, los dh quedan situados en una tensa ambigüedad crítica (legal, política y moral).
Con el fin del bipolarismo global, un conjunto de fuerzas, reacciones, viejas reivindicaciones y aspiraciones encontraron en la afirmación de la heterogeneidad un punto focal; la diferencia se constituyó, así, en el motor del principio de autonomía y en el potencial criterio para el constructo de las identidades individuales y colectivas. El poderoso imperativo multicultural —especie de gran envite teórico y cultural de las diferencias— se convierte en un desafío e impele a un diálogo con las culturas periféricas, pero también en el seno mismo de las sociedades democráticas de Occidente, respecto a las reivindicaciones valorativas de diferencia y reconocimiento culturales.
Esta irrupción del pluralismo y la heterogeneidad, en disputa con el universalismo y la homogeneidad todavía dominantes —aunque erosionados—, se encuentra asociada de manera indisoluble a la figura del Estado. La tensión entre dh (cuyo horizonte intelectual y derechos positivizados se ubican por tradición en un plano de adscripción universal y bajo un principio de igualdad general) y el multiculturalismo (como reconocimiento a las diferencias de pertenencia cultural e identidad particulares) surge cuando las demandas de grupos diferenciados por su cultura, reticentes a la aceptación del significado universalmente válido de los valores y las finalidades de la cultura occidental dominante, paradigmáticamente expresados en la forma democrática y en los dh, resultan imposibles de reivindicar sin desprenderse de su interrelación con el Estado (que las asume como inasimilables); ese espacio político —de supuesta igualdad universal—, integrado a partir de conceptos universales y presuntas condiciones de homogeneidad, queda puesto en cuestión. No obstante, lo que prevalece es la confrontación práctica e intelectual, toda vez que el carácter inescapable del conflicto de valores está implícito en el impulso históricamente dominante de la perspectiva occidental y sus formas político-culturales (dh incluidos). Así, las contradicciones se precipitan al territorio dirimente de la política y la lucha por el reconocimiento como condición básica de la construcción y entendimiento de los dh.
En esa discusión —derivada del desafío teórico, político e institucional del multiculturalismo—, la temática de los dh ha ocupado un lugar central, tanto como objeto de crítica valorativa (toda vez que su construcción y fundamentación se han realizado en clave monocultural —occidental—) como por el desarrollo de un debate de revaloración, redefinición y relegitimación del discurso y la teoría de los dh de cara a las modificadas condiciones de nuestras sociedades globales.