Читать книгу Los miedos de Ethan - Darlis Stefany - Страница 18
Оглавление[no image in epub file] Capítulo diez [no image in epub file]
—Hola…
Alzo la vista y una chica demasiado pálida con unas grandes ojeras me observa desde la puerta de mi habitación. Solo la observo.
—No imaginé que fueras rubia —dice sonriendo. Cuando entra arrastra con ella uno de esos aparatos que sostienen una bolsa con lo que sea que hace su viaje por sus venas. Luce cansada, pero sigue sonriendo.
—Te he escuchado… Gritas fuerte, quise venir antes a abrazarte, pero no me dejaban salir de mi habitación.
Sigo sin responder. Ella estira su mano y toma la mía. Mi piel es increíblemente clara en contraste con la suya, aun cuando ella está pálida.
—No experimentamos el mismo tipo de dolor, pero podemos compartirlo. No me gusta escucharte sufrir. ¿Cómo te llamas?
Más silencio. El calmante ya no hace efecto, siento el terrible dolor comenzar a aparecer recordándome que estoy viva. Siento los pinchazos y el ardor comenzar en mis hombros trasladándose. Llevo la mano que ella no toma a mi abdomen, en el agujero sanando en donde un trozo de cristal atravesó.
—No quiero que te sientas sola. Quiero recordarte que estás viva.
—No lo pedí —digo, ella se sobresalta de que haya hablado.
—Hay muchas cosas que no pedimos en esta vida, pero debemos aprender a vivir con ellas. Te lo dice la chica en la fila para un trasplante de médula.
Una enfermera se detiene en la habitación y parece aliviada de verla.
—Aquí estás, cariño. Tu chico encantador ha llegado a visitarte.
—No es mi chico —ella ríe, se inclina hacia mí, aprieta mi mano—. Ethan las trae a todas locas.
No me importa, Ethan, no me importa si trae a todas locas. No me importa nada.
—¿Quieres que le diga que venga a conocerte?
—No.
—Vamos, preciosa, dejémosla descansar y no dejemos que el chico se impaciente… ¿Puedo felicitarlo por esa presentación que tuvieron? —pregunta la enferma haciéndola reír.
—Apuesto a que su ego lo agradecería. —Ella da otro apretón a mi mano y se levanta lentamente comenzando a irse.
El que se vaya me alarma. Me hace sentir vacía y aún más sola.
—Soy Grace.
Ella se gira y me da una sonrisa de alivio y feliz.
—Yo soy April, prometo volver.
20 DE ABRIL, 2014
Por más que Ethan insiste, Cecilia Jones no lo deja pasar la noche cuidando a su abuela. Ella asume la responsabilidad y deja caer algo sobre cómo ahora es que quiere hacer algo. Tengo que morder mi lengua para no decirle en dónde puede meter su actitud de mierda.
¡Es su hijo! Un hijo sano, centrado y triunfador… ¿No es suficiente eso? Tengo mis problemas con mi mamá desde el accidente, pero nunca me ha tratado así ni siquiera yo a ella después de saber las razones locas de Jorge.
Por ello me sorprendo cuando Ethan se detiene frente a una casa exageradamente grande, con un pasto cortado a la perfección. Todo en la casa es perfección desde afuera.
—Esta es la casa donde crecí —baja del auto y abre la puerta para mí—. Te dije que tardaron en dejarme volver a entrar, pero lo hicieron. No es que sea el lugar al que me guste venir, pero me temo que aun cuando April vive unas casas más abajo, no quiero asustarla a ella, a su abuela y los niños llegando a esta hora de la madrugada.
—¿Ellos van a estar bien con que me quede aquí?
—Ellos no están bien con nada respecto a mí. Pero esta casa también es de la abuela por lo que ella no tendría ningún problema.
Toca el timbre de la casa, me acerco más a él.
—¿Olvidaste las llaves? ¿No las cargas siempre contigo? —pregunto, por alguna razón él ríe.
—No las tengo, ellos cambiaron la cerradura. Soy como una clase de invitado más.
La puerta se abre y una mujer que solo dice «buenas noches» nos deja pasar. La casa es reluciente por dentro, cada cosa en su lugar. El piso podría brillar y todo es elegante. Observo el techo con unos impresionantes candelabros.
Las escaleras parecen de forma de caracol. Ethan toma mi mano y nos guía a la cocina. Tomo dos aguas con gas, una cesta de frutas y barras de granolas. Lo sigo mientras sube las escaleras. Nunca intercambiando palabras con la mujer.
Espero y no sea su tía que mágicamente también lo desprecia. Eso sería el colmo.
A diferencia de toda la casa, cuando abre la puerta de unas habitaciones. Todo es más real.
En las paredes hay posters de diversas bandas. Postales de viajes y muchas frases escritas en marcador. Incluso en las paredes hay melodías, como si ellas fueran partituras.
Hay un desgaste en cierta parte del suelo que no cubre la alfombra negra. Él cierra la puerta detrás de nosotros. La cama es grande y es lo único que parece fuera de lugar en la habitación.
Camino hasta un cuadro de corcho en la pared, en ella hay fotografías y papeles enganchados al azar.
—Esta habitación no parece de la casa.
—Es el único lugar que siempre fue bajo mis reglas —responde, deshaciendo los botones de su camisa azul hasta sacarla.
Observo su abdomen marcado y siento curiosidad por la línea fina de vellos que se pierden en la cinturilla del pantalón. Hay una frase tatuada bajo de su axila, como si pretendiera que casi nadie lo viera.
Camino hacia una de las paredes. Ojalá yo supiera de música para descifrar las notas musicales. Paso mi atención a las frases.
«Algún día, en algún momento todo lo malo quedará atrás.
Observaré desde arriba cómo caen las piezas. Cómo logras entender que es lo correcto.
Lo he hecho bien. Vas a creerlo.
22/01/2002»
—Componía y para no dejar ir la idea las dejaba en mi pared —aclara detrás de mí—. Mira.
Me guía hacia otra de las paredes. Al leer el pequeño párrafo, sé, de inmediato, cuál es la canción.
«Mentiras, fantasías, engaños, falsedad.
Despertar, caminar, huir, escapar.
Soledad, el vacío, ese espacio que quieres llenar.
Hay salida, despierta.
No estás solo, esta es la realidad.
14/03/2003
No estás solo, Ethan. No lo estoy».
Leer esa nota debajo del párrafo sobre cómo no está solo hace que quiera abrazar y consolar al Ethan del 2003.
—Tu canción, Grace. Bueno, también mi canción. Algunos párrafos de ellas están en algún lugar de la pared. Solo que esta la recuerdo a la perfección. —Pasa su dedo por las letras—. Descubrieron que no estaba yendo a las clases de debate porque iba a las de música. Isaac, mi papá, se molestó muchísimo.
»Fue la primera vez que manifesté cuánto detestaba el club de debate y todo lo referente a ser lo que ellos querían. Se cabreó tanto que pude ver las venas de su cuello y frente. Mi abuelo fue un músico ¿Sabes? No lo conocí porque murió antes de que yo naciera, pero siempre tuve su guitarra.
Sonríe ante el recuerdo, luego su sonrisa se borra.
—Ese día Isaac estaba tan cabreado que tomó esa guitarra y la golpeó contra el piso hasta destrozarla. Nunca lloré tanto por algo como ese día. Nunca me sentí más encarcelado y cohibido que aquella vez.
»Me castigaron, destrozaron mi guitarra y me sacaron de clases de música. Estuve en esta habitación dando vueltas y las frases solo surgieron. Supe entonces que de algún modo en realidad ellos no podían quitarme la música.
Siento un nudo en mi garganta, él deja de tocar la pared. Me da una sonrisa.
—Luego la abuela Victoria, ignorándolos, me compró una guitarra nueva, la verde…
—…Con negro que tiene etiquetas de los países que visitas —completo. Él ríe y me sonrojo.
—Ah, la cosa buena de tener una Fiver. Sabe esos pequeños detalles. —Sacude su cabeza—. Ella me la regaló dos semanas después y me llevó a inscribirme de nuevo en clase de música. La abuela Victoria era mi ángel. Es mi ángel.
—Ella en ese caso es grandiosa.
—Te gustará conocerla cuando la veamos mañana.
—Querrás decir «más tarde» —señalo su reloj.
—Cierto.
Lo veo caminar hasta el clóset, vuelve con lo que luce como una camisa suficiente para albergar a cuatro Grace y dos Ethan.
—Era del abuelo, era mi camisa de la suerte. Creo que te irá bien para dormir.
—Uhm… ¿Puedes darme cómo un bóxer? —pregunto sintiendo mis mejillas calentarse. Es un mal día para no haberme puesto ropa interior, culpo a April.
Me guía hacia la puerta lateral dentro de la habitación donde está un baño luego de entregarme un bóxer.
—Hay un par de cepillos de dientes sin usar. Si quieres darte una ducha ahí están las toallas. —Rasca su barbilla—. No tengo nada de esas cosas de chicas para quitarte el maquillaje o shampoo.
—Tranquilo, con jabón me bastará.
—De acuerdo. Yo usaré otro baño. Cuando salgas si tienes hambre puedes tomar de las cosas que he traído de la cocina.
—Gracias, Ethan.
—¿Eso hace que ya no quieras hacer una ensalada ácida en mis ojos?
—Lo hace.
La camisa me queda tan ridículamente grande que ni en un sueño húmedo resultaría caliente. De hecho, hace que Ethan ría. Como unas cuantas frutas y tomo de mi botella de agua con gas. Mientras lo hago me permito obtener vistazos de Ethan usando solo un pantalón de algodón que le queda algo ajustado, después de todo, Ethan no es el mismo adolescente. Ahora es todo un hombre.
No es lo mismo ver fotos de Ethan sin camisa que verlo en persona.
—Mañana le diré a April que traiga ropa para ti, no tendrá problema en hacerlo.
—Está bien. Y solo para que lo sepas, si planeas matarme o algo por el estilo. Ya advertí a Leo, la abuela y a Lola de que estoy contigo. Inmediatamente van a señalarte como el culpable.
—Oh, habladora. Has arruinado mis planes de asesinato.
Pasados unos minutos me acuesto en un lado de la cama y me cubro con las mantas mientras él apaga las luces. Cuando se acuesta a mi lado estoy lo suficiente agotada para no sentirme nerviosa o cohibida de dormir en la misma cama que él.
Inmediatamente me quedo dormida.
Despierto con mucho calor y pronto descubro que ese calor proviene de Ethan quien, supongo, me cree una almohada. Está prácticamente sobre mí y una de sus piernas se ubica peligrosamente entre las mías. Su cabello está en mi rostro y su mejilla presionada en mi pecho, su brazo debajo de mi almohada y el otro en mi cabello entiendo cómo ha acabado de este modo cuando se durmió de manera tranquila en el otro lado. Qué hombre más desastroso para dormir.
Murmura algo y se mueve, tomo un respiro profundo. Su rodilla se presiona entre mis piernas y siento algo duro en mi muslo.
Hora de despertar al bello durmiente antes de que su rodilla continúe.
—Ethan… Ehm… Puedes… ¡Oh! —Presiona su rodilla de nuevo y creo que murmura algo como «quiero», tomo otra respiración profunda—. ¡Ethan! Bello durmiente, hora de despertar.
—¿Uhm? —murmura, abriendo de manera perezosa sus ojos que, por un momento, parecen desenfocados.
Él debería ser una cosa terrible al despertar, pero no lo es. Sus ojos están un poco hinchados y su cabello es un desastre, pero no luce horrible, no como seguro luzco yo al despertar. Hace una mueca y restriega su nariz contra mi pecho, mala idea.
Se da cuenta de que hay un cambio en el pecho en el que restriega su nariz. Mi cuerpo me ha traicionado. Se detiene un momento y parece que analiza toda la situación.
—¿Cómo carajos te estoy arropando con mi cuerpo? —pregunta, levantando su cabeza de mi pobre pecho y desconcertado.
—Bueno, me pregunté lo mismo cuando tu rodilla se puso cariñosa.
Él baja la vista a su pierna entre las mías, sonríe y se mueve para dejarme ser libre bajo su cuerpo. Todo mi cuerpo se siente caluroso.
—Lo siento, no acostumbro a dormir con alguien por lo que no sabía que esto pasaría. ¿No te dejé dormir?
—De hecho, dormí bien. No sabía que estabas cómodo hasta que me desperté por algo de calor —respondo, sentándome. Con una de mis manos restriego mis ojos, él me observa—. Lo sé, como todo ser humano normal soy un desastre al despertar.
—Me gusta tu cabello.
—Es rubio y un desastre en este momento.
—Sí, y he dicho que me gusta. Y cierto que eres un desastre divertido de ver al despertar, pero sigues siendo linda. Eres la misma Grace.
—¿Seguro que no te gustan las relaciones? Porque sabes ser dulce con las chicas.
—No con todas, solo con las que me nace serlo.
Nos vemos durante unos segundos, procedo a bajar de la cama. Lo escucho bostezar, me volteo y está abrazando una almohada.
—Fueron pocas horas, pero ha sido un buen descanso. Con una buena almohada —me da una sonrisa de complicidad—. Pero es momento de ir al hospital. Puedes quedarte si…
—No. Vine contigo, voy contigo.
—Bien. Llamaré a April para que te traiga algo de ropa.
Lo veo ponerse de pie y no puedo evitar ver que algo está un poco notable en su pantalón ajustado. Él se encoge de hombros.
—Estoy en abstinencia. ¿Recuerdas? Eso, ligado a dormir sobre las curvas de una atractiva mujer, más las reacciones mañaneras traen esta consecuencia. No dejes que Ethan «Polla Grande» te asuste.
—Oh, cállate. ¡Te dije que olvidaras eso!
—Imposible, habladora. Siempre voy a recordarlo.
Espero pacientemente en uno de los bancos mientras Ethan está adentro conversando con su abuela. El señor mudo, Isaac me ignora mientras no tengo idea ni me importa a dónde ha ido Cecilia Jones.
Las zapatillas que April me prestó son cómodas, aun cuando me quedan un poco grandes. De ropa el jean y la camisa manga larga están bien.
Hace unos minutos ella se fue, nos acompañó para saber el estado de la señora Victoria y luego volvió a su casa con su abuela. Al tener el nuevo trabajo como columnista de una revista, los mellizos pasan la mitad del día en una guardería mientras ella escribe, investiga y junto a la enfermera se hace cargo de su abuela con Alzheimer.
Cualquiera creería que los padres de Ethan amarían a April, de hecho, esperé que lo hicieran. Pero solo se dio un intercambio de palabras seco y eso fue todo.
Mi celular vibra, se trata de Leo.
—¿En dónde estás?
—Es una historia larga, Leo. Estoy en Bolton con Ethan.
—El novio que aún no conozco —suspira—. Marly pasó a tu apartamento, dejó tu vestido de dama de honor con Lola.
—Bien.
—Y está delirando porque se supone que tú debías ir a la agencia de festejos con ella hoy.
Mierda, lo olvidé. Soy la peor dama de honor. Olvido todo lo que tiene que ver con su boda.
—Lo siento, solo que se presentó un problema. Dile que lo lamento mucho.
—Eres la peor dama de honor de la historia —se ríe.
Quiero quejarme, fui una buena para Kaethennis, incluso cuando no quería ir del brazo de Ethan.
—Voy a compensarlo.
—Está bien. Tú y yo debemos hablar cuando vuelvas. Te amo, niña estúpida.
—Igual yo hombre feo.
La llamada finaliza. Debo ordenarme ser una mejor dama de honor, aunque falta muy poco para la boda, dudo que aún me necesiten.
Se abre la puerta de la habitación en donde la abuela de Ethan y otros tres pacientes se encuentran. Él se asoma y me sonríe.
—La abuela quiere que entres.
—¿Yo?
—Evidentemente, te hablo a ti —resopla. Me pongo de pie y me acerco, se inclina para susurrarme unas pocas palabras—. No le digas que fingimos. Para ella eres mi novia. Eso la está haciendo feliz.
—Vale, mi abuela igual piensa que eres mi novio. Bueno, todo el mundo lo piensa.
La puerta se cierra detrás de nosotros. Me doy cuenta de que unas delgadas y malgastadas cortinas dividen a cada uno de los pacientes, dándoles un mísero espacio de privacidad. Creo que Ethan, teniendo tan buena posición económica, realmente le afecta que no le permitan trasladarla a un mejor lugar.
La mamá de Ethan es fría.
Vuelvo mi atención a la señora regordeta de cabello castaño, ni una sola cana lo que me advierte que pinta su cabello y se cuida muy bien. Ella me da una sonrisa y sus ojos se achican, ya veo de donde salió la gran sonrisa de Ethan que muestra en muy pocas ocasiones.
—Oh, no me dijiste que ella era más hermosa en persona de lo que es en foto. —Tose un poco. Estira su mano hacia mí. Ethan me da un suave empujón para que camine. Súper amable.
Me acerco y tomo su mano, ella me da un suave apretón. Es una mano frágil y suave. Alzo mi vista y su sonrisa amplia sigue ahí. Es adorable e inmediatamente siento simpatía con ella por ser esa mujer que siempre apoyó a Ethan hacer lo que es.
—Un placer conocerte, Grace —sonríe con complicidad hacia Ethan—. Es lindo ver que Ethan Abrahams se traga sus palabras de cero rubias.
—Sí, estoy enseñándole que después de mí difícilmente recordará a una castaña o morena. Existimos rubias buenas.
—Lo sé, cariño, se lo he dicho y para dar fe de mis palabras parece que encontró a una. —Palmea un lado de su cama, por lo que me siento—. ¿Cómo se porta?
—¡Mamá Victoria! —se queja. Río, pero estoy encantada con saber que la llama mamá. Pensé que la llamaba abuela por la forma en la que siempre la menciona—. Yo soy un encanto. Soy genial.
—Usted ha de saber cómo es su nieto. Pero no lo hace mal. Mejor de lo que esperé —no miento. Ella ríe y tose un poco.
A pesar de saber que se encuentra mejor y a salvo, Ethan se alarma. Ella sacude su mano tranquilizándolo, luego le señala un pequeño bolso. Ethan se lo extiende y para mi sorpresa ella toma lo que parecen aretes de oro y se los coloca. Él parece divertido.
—Como odio estar sin usar aretes —me dice resoplando. La observo entretenida. Luego saca una pintura labial junto a un pequeño espejo.
Bueno, una abuela glamurosa y coqueta a la vista.
—¿No es genial? —me pregunta Ethan sosteniendo el espejo para ella—. Ni pensar que tiene 79 años.
—Abrahams, nadie te preguntó mi edad, aprende a callar cuando es necesario —dice, elevando la barbilla. Me espanto, pero entonces ella ríe—. No te asustes, solo estoy imitando a mi nuera.
—Pensé que era la mamá de la señora Cecilia.
—No, le hubiese dado de beber ácido al nacer —ríe—; estoy bromeando, cariño. Pero es mi nuera, el terco es mi hijo. Bueno, y mi bebé Ethan… ¿En dónde me dejaste a Andrew?
—Haciendo cosas de la banda.
—¿No deberías estar tú ahí, cielo?
—Tú me importas y no voy a dejarte. —Guarda el espejo y la pintura labial cuando ella termina. Besa su frente—. Lamento haber llegado tarde, mamá.
—Todo está bien, niño. No dejes que te controlen… ¿De acuerdo? Hemos trabajado mucho para que estés en donde estás y la carta de la culpa ya se está haciendo demasiado vieja para que ellos la usen.
Ella voltea a verme y vuelve a sonreír. Se ve sana, dejando toda la emergencia de la llamada en un mal susto.
—¿Cierto que tenemos un chico grandioso aquí? —cuestiona pellizcando la nariz de Ethan.
—Muy cierto —aseguro sin poder evitar sonreír.
—Mi más grande orgullo es este chico. Es la razón que me trae sonrisas al despertar y que me hace saber que he hecho algo bien en mi vida.
—Te amo, loquita. Mamá Victoria.
Es refrescante ver el lado cariñoso amoroso de Ethan con ella. Seguro que siempre es amoroso con los chicos, pero con ella es como si tratara a su propio corazón. Se sienta en el otro lado de la cama y presiona sus labios de su sien. La ve con tanto amor, me doy cuenta de que sí tiene una madre que lo quiere.
Victoria ha sido esa madre.
—También te amo, cariño, y porque te amo espero y no estés dejando compromisos pendientes en Londres. Y también espero que estés tratando de maravilla a esta linda rubia que te ha conquistado.
—Ella me adora… ¿Cómo no va a adorarme? Estamos hablando de mí —asegura él, haciéndola reír—. Difícilmente alguien puede no adorarme. Además… ¿No te he dicho que mi chica es una estupenda Fiver? ¡Soy su BG.5 favorito!
—Entonces, no la dejemos ir.
—Estoy aquí escuchando todo —les recuerdo, señalando mi oreja con mis dedos.
—Vamos a quedárnosla, mamá.
—¡Oye! —Me estiro para darle un empujón—. No soy una mascota, Ethan.
—Es su rara manera de decir que le gustas —asegura su abuela.
—Oh, señora…
—…No. Abuela Victoria para ti.
—De acuerdo, abuela Victoria. Ahora olvidé lo qué iba a decir.
—Seguro que eran halagos para mí, habladora.
Ethan conduce en silencio mientras en un auto detrás de nosotros, Hunter nos escolta. Tras pasar mucho tiempo con su abuela y que esta lo convenciera de volver, estamos regresando a Londres. Puedo intuir que una parte de él está torturándolo con la idea de dejar a su abuela.
Pero la mujer prácticamente nos ha corrido a Londres enviando saludos para todos, incluso para los señores Jefferson.
Amé todo lo que su abuela fue y es. Amé la manera en la que ella le dio todo ese cariño que sus padres no le han dado. Fue algo lindo de ver, además de que fue totalmente diferente ver a Ethan a su alrededor.
—¿Por qué cuando hablas de ella la llamas abuela Victoria y no mamá como cuando está presente? —No puedo evitar preguntar acomodándome mejor en el asiento.
Parece desconcertado por mi pregunta.
—Porque una vez la llamé mamá en una entrevista, lo que llevó a que preguntaran por mi mamá, ya sabes, Cecilia, y luego se hizo un artículo sobre mi mamá no apoyándome. Lo cual es verdad, pero no es algo que quiero que todo el mundo sepa —dice—. Así que la llamó abuela Victoria cuando hablo de ella con otras personas, pero es mi mamá.
»Ella es parte de mi todo. —Sonríe—. Yo bajaría la constelación para ella. Es tan genial, si hay alguna razón para que crea que el amor exista aunque no lo busco, es porque conozco el amor que me ha enseñado mamá Victoria.
—Ella es genial y muy coqueta… ¿Realmente tiene 79? Parece más joven.
—Le gusta cuidarse. Si vieras la cantidad de ropa que tiene y maquillaje. Va a la peluquería a tintarse el cabello y tiene su celular inteligente —ríe—. Pero no te miento con su edad.
—Mi abuela es más de las rechonchas cariñosas que te llenan de comida. Un tanto metiche, amable y comprensiva.
—Suena como una buena abuela.
—Lo es. Ella me ayudó mucho después de…
—¿…Tus hermanos? —se atreve a completar.
—Sí, y de otras cosas.
Como todas las cirugías por las que pasé.
Permanecemos en silencio de nuevo, observo por la ventana y vuelvo mi atención una vez más a Ethan. Estudio su perfil, tiene todo el sentido que diga que es caliente, él es consciente de su atractivo. ¿Quién no lo es? Si cantara fatal y fuera un asco en la música a nadie le importaría, seguirían alabándolo porque él puede generar un caos en las mujeres y posiblemente en algunos hombres.
—No entiendo a tus padres, Ethan.
—Bienvenida al club.
—Has logrado tanto siendo tan joven.
—No he cambiado el mundo, Grace. —Me dedica una mirada fugaz antes de volver su atención a la carretera.
—Sí que lo has hecho. Muchas personas obtienen un cambio después de una canción. Haces donaciones junto a la banda.
—No creo que sea el concepto de ellos sobre cambiar el mundo.
—¿Es tu concepto sobre cambiar el mundo? Porque es tu opinión la que cuenta.
No me responde. Dejo caer mi espalda en el asiento y suspiro.
—Si no crees que cambias de algún modo el mundo, entonces créeme cuando te digo que cambiaste mi mundo. No lo entenderías, pero cuando yo pensé que no quería continuar tú con palabras en una melodía me motivaste a más.
»Espero y sea suficiente para ti saber que cambiaste mi mundo.
—¡Maldita sea! —Detiene el auto, Hunter se detiene a poca distancia. Se gira a verme—. ¿Tienes que ser así? ¿No puedes simplemente callarte y dejar de decir ese tipo de cosas?
—¿Qué hay de malo con ese tipo de cosas?
—Me trae jodidos pensamientos locos sobre cosas que no debería querer hacerte excepto solo para fingir. —Me señala—. Detente.
—Hombre, tienes serios problemas en tu cabeza. —Me burlo.
—Tú estás jodiendo mi cabeza… ¿No puedes solo decepcionarme como muchos más?
Abro y cierro mi boca sin saber qué decir. Sacude su cabeza y pasa una mano por su cabello.
—Uhm… ¿Lo siento? —intento, aunque no sé por qué me disculpo. Se ríe brevemente.
—No, no te disculpo. —Vuelve a encender el auto y lo pone en marcha.
Pasan varios minutos para que vuelva a hablar, casi estoy acostumbrándome al silencio cuando lo hace.
—No te disculpo por hacer que me gustes —me procura una mirada breve—. Eso no se hace, Grace.
Siento que mi cerebro se empaña de sorpresa.
Oh, mi santísimo Dios.
Observo hacia la ventana. No creo haber escuchado mal. Le gusto. Jodidamente le gusto.
Quiero sonreír y sacudir mi cabeza, pero es difícil creer que mi ídolo, el tipo que a veces me trata como a una enfermedad mental de una manera muy rara ha dejado caer que le gusto.
Sigue con la vista al frente cuando volteo a verlo, lo que me hace saber que puedo gustarle, pero no hay nada que se haga al respecto porque eso no es lo suyo. Y, según lo que intuyo, no quiere que le guste.
Aprendiendo de él en el tiempo que hemos compartido le doy una respuesta muy Ethan que lo hace sonreír de manera amplia. Esa sonrisa que pocas veces muestra.
—Eso es porque yo le gusto a todo mundo, Ethan.