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Tercera premisa: Diferenciar entre principios y explicaciones

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En algunas situaciones, parece ser útil diferenciar entre principios y explicaciones. Los principios expresan la voluntad de Dios respecto de los seres humanos; por lo tanto, los principios son tan perdurables como la naturaleza humana, aunque las explicaciones históricas sean expresadas en formas de pensamiento y de lenguaje adaptadas a la época en que la instrucción es dada. Por ejemplo, la Escritura a menudo describe causas y efectos físicos en términos de pecado y de castigo (ver Éxo. 15:26; Rom. 1:27; 1 Cor. 6:18; Heb. 2:2). Así, en Éxodo 15:26, la redacción precisa podría sugerir que Dios enviaba las enfermedades de los egipcios como castigo por su desobediencia, y que la sanación de la enfermedad es una recompensa divina por la obediencia. Pero la ciencia moderna afirma fuertemente que la obediencia o la desobediencia a las leyes de la salud tienen una relación directa de causa y efecto con la incidencia de la salud o de la enfermedad. De la misma manera, en Levítico estaba absolutamente prohibido, bajo pena de muerte o de destierro, el consumo de grasa o de sangre animal (Lev. 3:17; 7:23-25). Comer la carne de ciertas especies, incluyendo el cerdo, también estaba prohibido (Lev. 11:4-8). La explicación dada era simple: “Los tendréis por inmundos” (vers. 8), y deben ser evitados para que “no hagáis abominables vuestras personas [...] “ni os contaminéis con ellos” (vers. 43). El principio era: “Seréis santos, porque yo soy santo” (vers. 44). Ese principio de santidad todavía es válido aunque, hoy, muchos podrían no pensar en la salud física como un aspecto de la santidad. Sin embargo, cuando estos principios fueron reiterados a través de Elena de White en el siglo XIX, ella enfatizó las consecuencias para la salud (una explicación científica) como motivo convincente para no consumir grasa animal, ni sangre ni carne “inmunda” (CS 129-131; CRA 418, 438, 439).

Algunos eruditos han sugerido la posibilidad de diferenciar entre instrucción y explicación en algunos escritos de Elena de White sobre salud, basándose en lo que ella dijo sobre el uso de la sal. Ella escribió: “Yo uso un poco de sal, y siempre lo hago porque, por la luz que Dios me ha dado, sé que este artículo, en lugar de ser deletéreo, es en realidad esencial para la sangre. No conozco cuál es la razón de este asunto, pero le doy la instrucción como me ha sido dada” (CRA 382). Aquí ella diferencia entre la “instrucción” y “los porqués”, o entre la instrucción y la explicación.694

La investigación de Don S. McMahon indica que, aunque los avances en el conocimiento científico no confirmaron todas las explicaciones de Elena de White, esos mismos avances produjeron una acumulación continuamente creciente de apoyo a los principios de su instrucción básica.695 Ya se demostró que Elena de White no declaraba infalibilidad. Por esa razón, ella no creía que la revelación que recibía por medio de visiones le diera autoridad inspirada a cada elemento de conocimiento común que ella citaba en apoyo de esa revelación (ver Ms 107, 1909, en MS 1:44-46).

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