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Primer grupo, declaraciones 1 a 4: buenos consejos en el momento en que fueron hechas

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El primer grupo de declaraciones incluye las que eran buenos consejos en el momento en que Elena de White las hizo, y todavía serían buenos consejos si aún prevalecieran las mismas condiciones. Esta categoría incluye sus advertencias sobre pelucas, cosméticos tóxicos, los efectos de corsés “cintura de avispa” y posibles problemas con el queso.

Declaración 1. Pelucas mortales: “El cabello artificial y las almohadillas que cubren la base del cerebro calientan y excitan los nervios espinales” produciendo “congestión” en el cerebro, pérdida del cabello natural y aun locura (HR, 10/1871). La fabricación de pelucas en 1871 era muy diferente a la de hoy. Mientras las pelucas de hoy son de material liviano, con una base de tejido abierto que permite que el cuero cabelludo respire, las pelucas de la época de Elena de White eran de materiales pesados (cabello natural, algodón, césped marino, musgo español, etc. [HR, 7/1867]) y, en vez de ser livianas y elásticas, eran tan ajustadas que cortaban la circulación, concentraban el calor corporal en la cabeza y atrapaban la transpiración, todo lo cual producía dolores de cabeza persistentes, según un médico que Elena de White citaba en su artículo.

Cuando el material usado era yute, se presentaba un peligro adicional. El yute alojaba insectos pequeños (bichos del yute) que excavaban debajo del cuero cabelludo del usuario. Elena de White cita otra vez a un médico contemporáneo que aconsejaba en contra de usar “postizos, o yutes, o rodetes, porque crían sabandijas pestilentes que alimentan su vida drenando los vasos sanguíneos pequeños del cuero cabelludo” (HR, 10/1871). Un “postizo” de cabello era un término genérico para designar una peluca que podía estar hecha de distintos materiales. Por “yutes”, se entiende “postizos de yute”, pelucas hechas de la cáscara oscura, fibrosa, del yute (HR, 1/1871). Los “rodetes” podían estar hechos de cabello humano, de origen local o importado (HR, 7/1867).697 El médico citado por Elena de White creía que la construcción de la peluca, que era muy ajustada y concentraba el calor, representaba un riesgo mayor para la salud que la posibilidad de los insectos (HR, 10/1871). Otro peligro de las pelucas era el cabello humano recolectado de víctimas de la plaga en China y después enviado, a través de Hong Kong, hasta Nueva York, donde se fabricaban los “postizos”, o sea, las pelucas. Se suponía que los procesos de hervido y de remojo en químicos eran suficientes para matar los microbios portadores de la plaga, excepto que el cabello sucio y el limpio eran “mezclados completamente” en los talleres y “pasaban por los mismos cepillos”.698

En este artículo no hay indicación de que Elena de White recibiera una visión específica sobre los efectos en la salud de las pelucas del siglo XIX. Es evidente que ella extrajo sus ideas de los principios bíblicos de salud (1 Cor. 6:19, 20; 10:31) y modestia (1 Tim. 2:9; 1 Ped. 3:3), del “panorama general” de la salud que le fue presentado en visión y de los escritos de otros autores sobre el tema.699 Cualquiera que sea el nivel de precisión en los detalles de la descripción de Elena de White o en los informes del médico que ella citó, su instrucción de evitar esas pelucas tenía mucho sentido en ese momento. Usar pelucas afectaba negativamente la salud y la felicidad de los que las usaban.700

Declaración 2. Cosméticos tóxicos: “Muchos perjudican ignorantemente su salud y ponen en peligro su vida usando cosméticos. Roban a las mejillas el brillo de la salud y después, para suplir la deficiencia, usan cosméticos. Cuando se acaloran en la danza, el veneno es absorbido por los poros de la piel y es arrojado a la sangre. Muchas vidas han sido sacrificadas por este medio solamente” (HR, 10/1871).

En apoyo de su advertencia en contra de los cosméticos tóxicos, Elena de White cita otra vez a un médico que describe la moda contemporánea de las mujeres de pintarse la cara con esmalte o laca para darle a la piel la apariencia de “porcelana fina”. Cualquiera que haya sido la supuesta apariencia de moda, el médico declaraba que “las semillas de la muerte o de la parálisis” están “ocultas en cada frasco y vasija de esas mezclas”, causando enfermedades graves, parálisis repentina y aun la muerte. La descripción sugiere que se trataba de un cosmético basado en plomo y los síntomas descritos son los del envenenamiento agudo con plomo.701 El médico continúa: “Algunos que los usan tendrán una grave enfermedad repentina; y al recibir una advertencia en privado del médico de familia, dejarán de usar la causa de su trastorno y, al recuperarse, irán por la vida con una tez en extremo mala” (ibíd.). “Otros caerán repentinamente, con sus rasgos torcidos hacia un lado y quizá privados del uso de sus extremidades. Otros morirán directamente, sin que alguien sepa por qué” (ibíd.).702

El plomo, un elemento altamente tóxico, se usaba a menudo como ingrediente en los cosméticos.703 El envenenamiento con plomo causa neuropatía periférica (como pie caído y muñeca caída) y trastornos del sueño.704 Según Julian Chisholm, experto en envenenamiento con plomo, los síntomas iniciales son irritabilidad, dolor de cabeza y náusea.705 Se ve, entonces, los síntomas citados por Elena de White eran completamente típicos del envenenamiento con plomo.

En la década de 1870, no había ninguna agencia gubernamental para controlar la industria de los cosméticos. Elena de White misma fue envenenada al aplicar un revitalizador capilar a la cabeza calva de su esposo (ibíd.). Mayor evidencia de que su consejo era práctico es el hecho de que, aun con supervisión gubernamental, los cosméticos todavía contenían venenos peligrosos a finales del siglo XX. En 1988, una investigación del congreso estadounidense dirigida por el congresista Ron Wyden descubrió que “de los 3.000 químicos más comúnmente usados” en la industria de los cosméticos, “más de un tercio son tóxicos”. De estos, “de 314 se informa que causan mutación biológica, de 218 se informa que causan complicaciones reproductivas, 778 pueden causar toxicidad aguda, de 146 se informa que causan tumores, y de 376 se informa que causan irritación de la piel y de los ojos”.706 Actualmente, la industria de los cosméticos está cambiando, pero todavía se usan ingredientes dañinos.707

Declaración 3. Corsés “cintura de avispa”: “Algunas mujeres tienen cintura pequeña natural. Pero, en vez de considerar tal forma como hermosa, se debe ver como defectuosa. Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre como resultado de su indulgencia en el hábito pecaminoso de usar corsé ajustado y como consecuencia de respiración imperfecta” (HR, 11/1871; la cursiva fue añadida). Unas pocas líneas después, ella cita un periódico contemporáneo, The Household: “Una mujer dice: ‘Pero mi cintura es delgada por naturaleza’. Ella quiere decir que heredó pulmones pequeños. Sus ancestros, algunos más o menos, comprimieron sus pulmones de la misma manera que nosotros y esto se convirtió en ella en un caso de deformidad congénita” (ibíd.).

La denuncia implacable de Elena de White de la moda del siglo XIX de “ajustar bien” el abdomen femenino para producir una “cintura de avispa” tiene todo el apoyo de la evidencia actual, pero la idea de que esas deformidades adquiridas se puedan transmitir genéticamente es completamente incongruente con el conocimiento científico de la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, la segunda declaración sobre la posibilidad de que los “pulmones pequeños” los “heredó” como “deformidad congénita” no es de su pluma, sino que es una cita de un periódico contemporáneo. La expresión propia de Elena de White no llega a una afirmación plena. Ella comenta: “Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre”. La palabra “puede” indica su incertidumbre sobre la confiabilidad de la fuente contemporánea que citó.

Como otra ilustración de los males causados al abdomen femenino por el uso corsé ajustado, Elena de White citó el informe de otra publicación contemporánea, Home and Health. En un hospital destacado de París, Francia, un médico conocido internacionalmente, el Dr. Gilbert Breschet, examinó a una paciente de 18 años. La niña tenía, en el lado derecho de la garganta, algo que Breschet llamó un “tumor de tamaño variable” que llegaba “desde la clavícula hasta la altura del cartílago tiroideo. Cuando se lo presionaba hacia abajo, desaparecía por completo; pero, apenas se quitaba la presión, era indoloro, blando y elástico. Se observó que era más grande cuando el pecho estaba muy ajustado por corsés. [...] A la pobre niña le habían ajustado el corsé tan fuerte”, decía Home and Health, que sus pulmones estaban aplastados fuera de su posición natural y estaban “forzando su camino al costado del cuello” (HR, 12/1871). Por la descripción parece obvio que su estado no era lo que hoy se llamaría un “tumor”, sino un saco lleno de aire producido por la restricción extrema de los pulmones. Elena de White no hace ninguna clase de comentario de este informe. Simplemente lo cita como un ejemplo de los males de usar corsés ajustados.

El propósito de Elena de White para escribir sobre este tema era advertir a sus lectores que usar corsé ajustado constreñía los pulmones y desfiguraba el cuerpo humano. En esto tenía razón. En apoyo de su mensaje, cita autoridades contemporáneas, pero permanece tentativa sobre ciertas afirmaciones, como la posibilidad de heredar una “cintura de avispa”.

Durante el siglo XX, la ciencia rechazó la posibilidad de que las características adquiridas pudieran ser transmitidas a la descendencia; sin embargo, ahora esta posibilidad está recibiendo interés renovado porque “estudios en el campo de la epigenética resaltaron la posible herencia de rasgos conductuales adquiridos por la generación previa”.708

Declaración 4. Peligros de comer queso (ver también *queso): “Jamás se debiera ­comer queso” escribió Elena de White en 1868, en su primera mención del tema (TI 2:62). Su últi­ma mención del queso (en 1905) decía: “El queso merece aún más objeciones [que la mante­quilla]; es absolutamente impropio como alimento” (MC 232). Para entender por qué ella escribiría una declaración así, es necesario considerar distintos factores históricos.

Quizás el aspecto más relevante de la tecnología estadounidense del queso, para el comentario de Elena de White, era la dificultad de detener el proceso de envejecimiento a fin de evitar que el queso se echara a perder una vez que estuviera “maduro”. Curt Wohleber informó que, en el siglo XIX, las ventas y el consumo de queso en los Estados Unidos estaban muy por detrás que los de Europa, por una sencilla razón: el queso de Estados Unidos se echaba a perder tan rápido en el estante de la tienda de comestibles que los consumidores, a menudo, se enfermaban por comerlo. “Incluso un maestro quesero no podía producir de manera consistente lote tras lote de alta calidad”, y la producción casera de queso era aun más errática. No fue hasta 1916 –el año después de la muerte de Elena de White– que James L. Kraft recibió la primera patente estadounidense de un proceso que daba al queso, virtualmente, vida útil indefinida. “Los primeros avisos exageraban el valor nutritivo de los quesos Kraft, una forma sutil de decir que no darían intoxicación alimentaria”.709 Esta historia explica bien el consejo de Elena de White de que la sustancia comúnmente conocida como queso en los Estados Unidos del siglo XIX era realmente “impropia como alimento”.

Otro factor que condicionaba el consejo de Elena de White sobre el queso era el estado insalubre de la producción de leche de su época. Las centrales de leche tenían fama de ser antihigiénicas; la enfermedad desenfrenada de las vacas se transmitía a la leche y al queso, y todos estos problemas eran empeorados por la falta de refrigeración.710 La pasteurización (calentar la leche a cierta temperatura para reducir la contaminación microbiana) no estuvo disponible a nivel comercial hasta 1882 y pasaron algunos años antes de que los queseros descubrieran cómo integrar la pasteurización en la fabricación del queso sin interferir con la fermentación que es integral para el proceso de producción.711

En ese contexto, la palabra “queso” sin adjetivos calificativos se refería al queso amarillo común que, sin el proceso de pasteurización, progresaba rápidamente de maduro a rancio. Elena de White mencionó que aceptó, en raras ocasiones, un poco de queso maduro cuando se lo servían, pero aseguró: no “pienso hacer del queso [maduro] un elemento de la dieta, mucho menos comprarlo” (MR 15:246 [1873]; cf. MS 3:338 [1881]; MI 5:409 [1901]; CRA 546 [1903]). En contraste, ella consideraba los quesos sin madurar –el queso fresco y el queso untable– como alimentos saludables que servía regularmente en su propia mesa.712

Cuando se traducía El ministerio de curación al alemán, en 1906, los traductores escribieron a Elena de White pidiendo que aclarara su declaración de que el queso es “absolutamente impropio como alimento” (MC 232). ¿Condenaba todos los quesos sin excepción? En respuesta, ella los autorizó a sustituir la palabra “queso” en inglés con la frase “queso fuerte” y a omitir completamente la frase “es absolutamente impropio como alimento”. Así, ella aclaró su intención de limitar su crítica a cierta categoría de queso. La explicación de William C. White confirma que la descomposición era, por lo menos, parte del problema. “Si fuerte no es el término que ustedes usan [en alemán] para designar el queso común en venta, que es viejo y lleno de veneno, por favor, desígnenlo por el término apropiado”. Siguiendo su consejo, los traductores escribieron: “No se debe comer queso fuerte, ácido”.713 Ella también aconsejaba la moderación, el sentido común y el respeto por la conciencia de cada persona (CRA 220, 229, 230, 391, 392).

En resumen, las advertencias de Elena de White contra el queso se las debe leer en el contexto de la época y las circunstancias bajo las cuales fueron dadas. Lo que ella escribió fue un buen consejo general para la época en la cual lo dio. El queso todavía puede ser alto en proteína animal, en grasa saturada, en colesterol y en sal. Además, los compuestos de tiramina en el queso maduro pueden desencadenar reacciones alérgicas, hipertensión o efectos psicotrópicos en las células cerebrales, todos los cuales se alivian cuando se quita el queso de la dieta.714

Irónicamente, los avances tecnológicos que resuelven los problemas de contaminación y descomposición han conducido a un aumento óctuple en el consumo de queso per cápita, que ahora promedia más de 13,61 kilos (30 libras) por persona por año en Norteamérica.715

Enciclopedia de Elena G. de White

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