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Capítulo 10

Intihuasi – Andinia

La puerta de roble con hermosos cristales biselados se abrió lentamente para dejar paso a un joven mestizo. Llevaba ufanamente dos tazas de humeante café y unas tortillas de maíz recién asadas. Ambos guardaron silencio.

El Dr. Ezequiel juntó sus manos y las apoyó en su argéntea barba, pensando cómo podría funcionar un gobierno “absolutamente honesto” en Andinia. La puerta volvió a cerrarse con suavidad.

El Dr. Arenales, mirando fijamente al Presidente le dijo: – ¿Has tomado alguna medida gubernamental que yo no conozca?

– Solo una. Hoy cumplo diez días de gobierno y esperaba su llegada.

– Desde que acepté la candidatura, usted estaba a mi lado. Solo puedo confiar plenamente en quien fue mi segundo padre y mi maestro… Y sé que me quiere como a un hijo.

– Tú “eres” mi hijo. No creo que exista en el mundo un padre más realizado que yo. ¿Qué medida de gobierno has adoptado?

– Mi comida.

– ¿¿¿La qué…???

El Dr. Arenales quedó perplejo y sonriente.

– La simple y diaria comida.

Otra vez la puerta se entreabrió y la pelirroja cara del Rafa Fischer apareció por unos instantes, esfumándose al ver que Carlos Altamirano tenía visita.

– Oye… Ese que asomó la cara, ¿no es acaso uno de los jefes de la guerrilla?

– Ahá… Además de antiguo amigo es un hombre que orientó sus ansias de justicia por la violencia, pero hemos hablado y ahora tenemos lo que podría llamarse un compás de espera. Pero sigamos con lo nuestro, ya habrá tiempo para tratar el tema de los guerrilleros.

– Bien… Hablábamos de la comida.

– Una vez leí una frase que me fascinó por su simpleza y verdad.

– Decía que, para saber si un gobierno era digno representante de su país, únicamente hacía falta saber lo que viste y come.

– ¡Esa es nueva para mí! Respondió intrigado el asesor.

– Si yo comiera a diario Caviar Malossol de grano grueso, con Champagne Dom Perignon, Langosta a la Cardinal con salsa Mornay, Bogavante a la Newbourg, Salsa Périgord, Consommé de nidos de salangana, Carlota Plombières, regado abundantemente con Château Lafite-Rothschild y Château Yquem, y otras exquisiteces foráneas, servido por mozos en vajilla Imperial china, empaquetado como un figurín del jet set en un fastuoso smoking parisino, con manicura y peluquero personal para “hacer rostro”, codeándome con la crema social en cuanta festichola se presente y paseando por el mundo en mi Jet presidencial con una comitiva de amigotes y amiguitas mostrando su “fashion show”… mientras mi pueblo descalzo come a duras penas maíz pisado con papas y, de vez en cuando, un trozo de oveja; mientras los ancianos fallecen desnutridos por falta de presupuesto y mientras los niños sobreviven tirados en la calle.. ¿Qué pensaría Ud…?

– ¿La verdad? Que se te subieron los humos a la cabeza.

– No solamente eso. Lo esencial sería muchísimo más grave: Que “miro para afuera”. Que me he desentendido de mi pueblo… Que dejé de ser el Presidente para ser una sanguijuela vende patria. Un verdadero traidor a la Patria. Eso sería lo gravísimo. Que me he desentendido de mi pueblo.

– Entiendo… Respondió con una sutil sonrisa el Asesor Presidencial.

– Así que comeré a diario y comeremos en todas las reuniones que exija el protocolo, solamente productos de Andinia, preparados a la manera ancestral, con vestimenta sencilla, diseñada y confeccionada en Andinia por artesanos y materias primas locales. Seré un digno representante de la moda de mi país… aunque mi silueta no es de la finura requerida en las pasarelas. Agregó divertido.

– ¿De dónde sacaste esa idea?

– ¿No se fijó como vestía Ghandi?

– Él rescató las bases de la cultura india y triunfó. En la India se visten como indios, en Arabia como árabes. ¿Te imaginas un tuareg con traje y corbata?

– Él será mi segundo maestro, el Mahatma político. Creo recordar algo que dijo: “la verdad y el amor siempre triunfan, los tiranos, siempre caen. Nada vence a la verdad y el amor”. Pienso continuamente en eso. En definitiva, poner el hombre primero y detrás el dinero. He decidido cambiar “El Príncipe” de Maquiavelo por la vida de Ghandi. Quizá “El Príncipe” por “El Principito”. Trabajo honesto y perseverante, sencillez en todos los ámbitos, alegría y no-violencia.

– Eso también lo dice Jesús.

– Por eso acepto a Ghandi como maestro, fue un perfecto cristiano a su modo.

– Humm… Tendré que repasar los Evangelios.

– Maestro… ¿Sinceramente, piensa que estoy loco?

– ¿Jesús estaba loco?

– No. Pero hizo muchas locuras según nuestros criterios.

– ¡Saca conclusiones!

Fue la mejor respuesta que pudo darle un padre a su hijo.

El Presidente meneó la cabeza afirmativamente.

Ahora estaba seguro del camino a seguir.

– Hijo, te debo prevenir que seguir ese camino te sacará callos hasta en la lengua. Es duro, muy duro.

– Sin embargo, “Él” dice lo contrario. Mi yugo es liviano y la carga fácil de llevar…

– Carlos, te quiero más que a mi vida y, aunque sé que tomas el camino correcto, también sé que si mataron a Jesús por seguirlo…

– No le temo a la muerte.

– Lo sé. También eso es cultural aquí en Andinia.

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