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1.3.3 Sentido y experiencia

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Presencia, situación, estesis, interacción: tales son algunas de las principales nociones que conviene retener para circunscribir la especificidad del “hacer” semiótico en lo que tiene hoy, en nuestra opinión, de más vital. Al ponerse como objetivo la captación del sentido en cuanto dimensión experimentada de nuestro ser en el mundo y al pretender estar en contacto directo con lo cotidiano, con lo social, con lo vivido, la investigación en nuestro dominio se orienta, cada vez más explícitamente, hacia la constitución de una semiótica de la experiencia, muy particularmente en forma de una sociosemiótica.

En ese marco, el privilegio otorgado a la relación entre instancias enunciantes, y en consecuencia, a la problemática del ajuste en acto y de la unión entre protagonistas que concurren a la construcción del sentido, permite comprender las afinidades que enlazan, en el plano de los principios, la presente perspectiva con la corriente fenomenológica. El sentido, desde nuestro punto de vista, no tiene que ser “descubierto” tal cual entre las cosas, ni “reconocido” en mensajes codificados, ni siquiera “liberado” jugando con la literalidad de los enunciados. Es necesario construirlo, y construirlo por lo menos entre dos. Porque si existe como materia viva, solamente puede serlo como el producto de la puesta en presencia de dos instancias competentes para interactuar en situación, una en cuanto “sujeto”, otra en cuanto “objeto”, sin olvidar que, en teoría, esas posiciones son siempre intercambiables.

En un pasado reciente, estos puntos de vista generales han estado en el origen de una evolución teórica que ha conducido, primero, a la radicalización de los principios de la semiótica narrativa clásica –una teoría de la acción “en papel” fue sustituida poco a poco por una teoría de la praxis “en acto”14–, luego, a su reinterpretación en el marco de una semiótica que se podría caracterizar, en su principio, como estética15. El paso se efectuó por medio de una serie de trabajos bastante heteróclitos en apariencia por sus temas –investigaciones sobre la percepción, sobre la presencia, sobre el gusto, sobre el contagio, sobre el cuerpo en general–, pero que, de hecho, arrancan todos de la noción de estesis tal como fue formulada por Greimas en De la imperfección16. Dos grandes pistas se diseñan a partir de ahí. Mientras que la primera conduce al análisis de la experiencia estética stricto sensu y a una renovación de la semiótica de las obras literarias y de los objetos plásticos17, la segunda desemboca generalmente en una mejor comprensión de las condiciones de nuestro ser en el mundo en cuanto mundo significante18. Como puede comprenderse, esta última orientación es la que más nos interesa aquí, dadas las perspectivas que abre en lo que concierne al estudio más específicamente “socio”-semiótico de los regímenes de sentido en situación y de sus transformaciones. Ciertamente, existen otras corrientes que dan testimonio en particular de preocupaciones más marcadas por la coherencia metalingüística, por la autonomía epistemológica, y con frecuencia por un formalismo que coexiste en el seno de la disciplina. Por nuestra parte, tratamos de construir una semiótica extrovertida, menos interesada en probar su propia existencia que en dar cuenta de la manera en que el mundo hace sentido a nuestro alrededor19.

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