Читать книгу Guillermo Buitrago: Precursor de la música vallenata - Édgar Caballero Elías - Страница 18
Programas de las emisoras de Ciénaga
ОглавлениеLa primera agrupación musical que se presentó en la emisora fue la conformada por Carlos “El Mocho” Noriega, quién había perdido su mano izquierda al hacer explosión una pólvora cuando fabricaba artefactos pirotécnicos. El Mocho Noriega era el ejecutante de la dulzaina, un instrumento marca Honner, que tenía siete vueltas, parecido a una mazorca. Adolfo Arrieta Balanzó interpretaba la marimba, que era el contrabajo de la época. Lorenzo Arrieta Balanzó estaba con el tamborito y Manuel Arrieta con las maracas. Esas presentaciones se hicieron frecuentes y eran las delicias del público, que colmaba entusiasmado las rústicas instalaciones del radioteatro. Al local llegaba un jovencito con una guitarra prestada, cantaba un rato, lo aplaudían y se iba. Su nombre: Guillermo Buitrago.
Entusiasmado con estas presentaciones, se esmeró por hacerlo mejor. Posteriormente, con el hijo del dueño de la emisora, Guillermo Pereira, que también tocaba guitarra, conformaron un dúo, Los Dos Guillermos.
Se presentaron en un programa dominical dirigido por Ramón Ropaín Elías, dedicado especialmente a los niños, La Hora Infantil, que comenzaba a las diez de la mañana.
Los infantes cantaban acompañados por el dúo. Ropaín promocionaba y premiaba a los mejores. Fue un programa que gustó por la sencillez de sus integrantes, por la música que interpretaban y por “un rubio que parecía extranjero”.
Había un morenito, con mucha gracia para bailar y cantar, Sócrates Rafael Villero, a quien apodaron Figurín, hijo de Agustina Villero, la doméstica de los padres de Buitrago.
Foto: Guillermo Buitrago y su ahijado Sócrates Villero “Figurín”, a quien dedicó el paseo “El negrito Figurín”. Además de los anteriores aparecen de izquierda a derecha: Darío Torregroza, Helda Buitrago (hermana), Ángel Fontanilla, Esteban Montaño, Gregorio Buitrago (hermano), Juan de la Cruz y un desconocido.
Guillermo sentía gran aprecio por el niño, ahijado suyo. Lo llevaba al radioteatro de la emisora, donde bailaba vestido de rumbero para regocijo de la audiencia, que atiborraba el salón.
La historia de Figurín se pierde en el tiempo, como muchas de sus anécdotas. Procedía de María la Baja, Bolívar, la tierra de la madre. Nunca se supo más de él.
Ni nadie recuerda que haya vuelto alguna vez.
Las programaciones en la emisora seguían, y una verdadera procesión de gentes nuevas llegaba al radioteatro.
Ana Elvira, Elvira Elena, Zoila y Sara Rada, Elizabeth Hernández Miranda, Rosa Vizcaíno, Rosita Noguera, Hugo Parejo Fontanilla, Armando Mieles Mejía, Camilo Remón Camilo Montañez, Ana Joaquina Gastelbondo, Nicanor Velázquez García, Álvaro Montero González, entre otros, mantenían la sintonía con sus boleros corridos y romanzas.
Las guitarras de Lino Ibáñez Díaz, Ricardo Lacera y Olivo Palacio no se hicieron esperar. Interpretaban páginas románticas y acompañaban a los cantantes que de domingo a domingo pasaban por el micrófono en la programación de La Hora Artístico-Literaria, de Darío Torregrosa Pérez.
Esporádicamente Buitrago se presentó en la emisora de Sergio Martínez Aparicio, en la experimental de Rafael A. Correa Serna y en la de Juan Armenta Vázquez. Su primera guitarra fue un regalo de Darío Torregroza Pérez, hecha por Alberto Bornachera Carrillo, carpintero de profesión.
Buitrago asistía a las programaciones que hacían las emisoras. Su aporte fue valioso y muy significativo. Con Ramón Ropaín creó y dirigió el programa La Hora de los Aficionados, que los mayores recuerdan con viva nostalgia.
Causó agrado en aquella época, el premio dado al concursante Efraín Miranda Reales, quien conformara el famoso Trío Cienaguero, al ocupar el segundo puesto. Un año gratis de estudio en el colegio de Juan Pastor Campo. El primer puesto, Hugo Parejo Fontanilla, recibió como premio una máquina fotográfica.
Guillermo disfrutaba los bailes y gozaba el carnaval, y en tiempos de carnaval solía sacar un disfraz de mariachi, Allá en el Rancho Grande, canción que entonaba con una agraciada pareja, la linda jovencita Carmen Mancilla, cuya voz hizo época en su generación. Era una chica entusiasta, nativa de Ciénaga, enormemente apasionada por el canto, que interpretaba canciones románticas.
Ella actuaba en la emisora a escondidas de sus padres, porque no les gustaba que su hija anduviera metida en los asuntos de la farándula y menos cantando en una emisora. Para que sus padres no se dieron cuenta de sus presentaciones, el animador del programa, Juancho Ortega, la anunciaba como una cantante anónima: “Ustedes dirán que Ciénaga no tiene artistas, aquí tienen a la Incógnita Cienaguera deleitándonos con el precioso tango “Besos brujos”, de Libertad Lamarque”.
Diferentes grupos musicales, dúos, tríos, solistas y cuartetos, llegaban de distintos rincones de Ciénaga a la emisora.
El conjunto Ronda Lírica del Magdalena, por ejemplo, deleitaba a los asistentes con pasillos, bambucos, valses y nuestros aires tropicales. Lo conformaban Blas Carrillo, director y bandola; José Meléndez, tiple; José Pacheco, guitarra; e Hilda Esther Linero Díaz, guitarra. Esta última, nacida en Ciénaga el 23 de febrero de 1918, hija del samario Roberto Linero Padilla, fue criada por Blas Carrillo, quien le enseñó a tocar guitarra. Carrillo, además de la bandola, tocaba tiple, guitarra, violín, dulzaina y la famosa hojita, que hacía sonar como un clarinete.
La clave de Aquileo Peña, el banjo del cartagenero Juan Riola Guerrero, las guitarras de Pedro Camacho y José Hilario Castro, la parte vocal de Guillermo Meléndez fueron sensacionales cuando en la emisora reventaron con el tema “El Progreso del Magdalena”, merengue de la autoría de Meléndez.
Un buen campo de aviación
carretera pa´ correr
eso era lo que queríamos
ya lo podemos ver.
También la radio emisora
tu progreso va adelante
hace volar como el viento
las voces de los cantantes.
La emisora mantuvo la sintonía y el entusiasmo por mucho tiempo; primero como Ecos del Córdoba, después como Ondas del Magdalena y finalmente como La Voz de Ciénaga. Las dificultades y los problemas económicos obligaron a don Roberto a limitar la programación.
Por eso, cada vez fueron menos frecuentes las presentaciones de La Incógnita Cienaguera, los programas de La Hora Infantil, la Hora de los Aficionados... y así, un día cualquiera, por la falta absoluta de patrocinio, acabaron.
En el año 1942,18 de enero, la emisora fue vendida a Hernán Gómez Peláez, que vino de Sincelejo a realizar el negocio y se llevó como socio a Guillermo Pereira, quien, además de buen guitarrista, fue un destacado ingeniero electrónico, su verdadera profesión. De esa forma se originó la emisora Radio Sincelejo.
Este ilustre ingeniero electrónico, fijó desde entonces (1942) su residencia en Sincelejo, donde conoció a Julia Almario Montes, con quien se casó y tuvo ocho hijos. Regresó a Ciénaga 7 años más tarde, cuando viajó con su hija Consuelo del Carmen, que tenía entonces un año de nacida, para que la bautizaron Víctor Roberto y Consuelo, padre y hermana, respectivamente, de Guillermo. Después regresó a Sincelejo donde se quedó definitivamente. No volvió más a Ciénaga.
La primera semana de abril de 1948, la emisora presentó a Guillermo Buitrago y sus muchachos en el teatro El Dorado, en Sincelejo, cuyo propietario era Enrique Castellanos. Fue la única presentación del artista cienaguero en dicho lugar.
Guillermo Pereira recibió varias condecoraciones por sus servicios prestados a la radiodifusión costeña. Las emisoras La Voz de Montería, Radio Barají, de Sahagún; Ideal, de Planeta Rica; y Radio Progreso de Córdoba, de Lorica, le impusieron una medalla honorífica en reconocimiento a su labor.
A Guillermo Pereira y Pereira se le considera uno de los pioneros del sistema F.M., en los departamentos de Sucre y Córdoba, pues con su aporte colocó a las emisoras de estas dos regiones al nivel de las principales del país.
Tuve la oportunidad de visitarlo en su casa de Sincelejo, el 23 de diciembre de 1997, donde su familia me recibió calurosamente. Aún recordaba las vivencias de aquellos años treinta y principios de los cuarenta, de su ciudad natal. Se interesó por el destino de algunos amigos y de algunas conocidas casas comerciales. Me comentó episodios interesantes, sucedidos en la emisora de Ciénaga, muchos de ellos consignados en esta obra. Mes y medio después, el 8 de febrero de 1998, Guillermo murió en Sincelejo de un infarto cardíaco.